LA TRAGEDIA DE LA DEPRAVACIÓN HUMANA
“Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero. Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre. Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, con tu gloria y con tu majestad. En tu gloria sé prosperado; cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia, y tu diestra te enseñará cosas terribles. Tus saetas agudas, con que caerán pueblos debajo de ti, penetrarán en el corazón de los enemigos del rey”. Salmo 45:1-5
En el principio, Dios creó a Adán y a Eva, y los puso en el hermoso huerto al este del Edén. Solo tenemos un pequeño atisbo de la belleza de aquel mundo misterioso y maravilloso. Lo único que sabemos es que Dios lo creó y luego dijo: «Es bueno». Esto nos indica que toda la creación estaba en una armonía perfecta con Dios, y que cumplía su propósito ordenado.
Quizá sería correcto sugerir que muchas personas, sumidas en su búsqueda frenética de la vida, han olvidado el propósito de su creación, desde el punto de vista de Dios. Recuerde que todo lo que Él creó lo hizo según su propia voluntad (véase Ap. 4:11). Albergar la idea de que Dios haga algo por capricho o sin propósito supone malinterpretar por completo su naturaleza.
Después de que Dios hubo creado todo lo demás, dijo con una sonrisa en el rostro: «Haremos al hombre». Inclinándose, tomó la arcilla del lecho del río, le dio forma y la trabajó como una niñera que se inclina sobre un bebé. Dio forma al hombre y sopló en su nariz el aliento de vida, y este se convirtió en un alma viviente.
Dios puso al hombre sobre sus pies y le dijo: «Mira a tu alrededor. Todo lo que ves es tuyo. Y mírame a mí, que también lo soy. Yo te miraré y veré en tu rostro el reflejo de mi propia gloria. Esa es tu razón de ser, por eso fuiste creado, para que me adores, disfrutes de mi presencia, me glorifiques y yo sea tuyo para siempre». Luego Dios hizo caer sobre Adán un sueño profundo y de su costilla formó a la mujer, a la que Adán llamó Eva. Juntos fueron creados con un propósito.
El propósito de Dios al crear a Adán y Eva se resume en qué podían hacer ellos para Dios que ningún otro ser de la creación podía hacer. Eran exclusivos de Dios, y no compartían esa exclusividad con ningún otro ser de toda la creación. A diferencia de todo lo demás en este mundo místico y maravilloso que es la creación de Dios, Adán y Eva podían adorar al Creador, y Él anticipaba esa adoración. En el frescor de la mañana, Dios descendía y caminaba con Adán y Eva en el huerto del Edén, donde ellos le ofrecían gozosamente su reverencia y su adoración. En ninguna parte leemos que Dios descendiera y se abrazara a un árbol, o que caminase con algún animal o planta de los que había creado; tampoco hablaba con ninguno de los animales. Solo Adán y Eva podían ofrecer a Dios la comunión que Él deseaba. Este era su propósito único, que nada más en la creación de Dios compartía.
Pensando en aquellas ocasiones en que el Señor caminaba con ellos en el frescor del día, en el huerto, me pregunto: ¿de qué hablaban?. El clima era ideal; Adán y Eva disfrutaban de una salud perfecta, y aún no se habían inventado los deportes.
Obviamente, era una comunión fundamentada en la compatibilidad de ambas partes. Algo que había en el hombre respondía a la presencia de Dios como no podía hacerlo nada más de toda la creación divina. Dios creó al hombre a su imagen, y de ahí nació la dinámica maravillosa de la adoración. El propósito único de Adán y Eva en el huerto era el de proporcionar a Dios placer, alegría y comunión, que son el fundamento de toda adoración genuina.
Todo lo que había en el huerto mantenía una armonía y una simetría perfectas. Hasta que Dios se apartó por un momento y, mientras estuvo ausente, aquel ser antiguo y maligno, el dragón llamado Satanás, vino y sembró en las mentes de Adán y de Eva una semilla venenosa. En consecuencia, ellos se rebelaron contra Dios y contra su propósito para ellos. Cuando cruzaron aquella frontera, inmediatamente Dios supo que la comunión se había roto, pues Él sabe todas las cosas.
¡Jesús es el Señor!