Ore en el Espíritu
Primero, nadie puede adorar sin el Espíritu Santo. Dios es espíritu; el Espíritu Santo es el espíritu de Dios y, por consiguiente, es el único que puede dirigir adecuadamente el corazón para adorar a Dios conforme a Él le agrada. La mente humana caída no sabe cómo adorar a Dios aceptablemente, de modo que el Espíritu Santo toma la mente humana caída, la dirige, corrige, purga y guía de tal modo que adore a Dios. Por eso es extremadamente importante que conozcamos al Espíritu Santo.
A menudo he sentido el deseo de ponerme de rodillas y pedir disculpas al Espíritu Santo por el modo en que lo ha tratado la Iglesia. Lo hemos tratado muy mal. Lo hemos tratado de tal forma que, si usted tratase de este modo a un invitado, este se marcharía entristecido para no volver jamás. Hemos tratado miserablemente al Espíritu Santo. Él es Dios mismo, el vínculo entre el Padre y el Hijo, y la sustancia increada, que es la deidad. Sin embargo, el Espíritu Santo suele quedar ignorado en la iglesia típica, incluso en la evangélica.
Si tenemos una doxología para comenzar el culto, cantamos: «Alabado sea Dios, de quien fluye toda bendición; alábenlo todas las criaturas de la Tierra; alábenlo las huestes celestiales; alabados sean el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo». Se menciona al Espíritu Santo. Si usamos una bendición para concluir el culto, decimos: «El amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo...». Volvemos a tener al Espíritu. Aparece al principio del culto y al final. Aparte de esto, no tenemos en cuenta su presencia. Hablar del Espíritu Santo no es lo mismo que honrarlo en nuestra adoración.
¿Cuántos son los que acuden a la iglesia un domingo teniendo en cuenta que el Espíritu Santo estará presente? ¿Cuántos creen realmente que el Espíritu Santo les habla? ¿Cuántos confían en que el Espíritu Santo adopte una voz humana y les hable a través de alguien? ¿Que adoptará un oído humano para escuchar a través de él?
La idea de que todo el mundo puede ofrecer adoración es falsa. Pensar que podemos adorar ignorando al Espíritu es un error. Arrinconar al Espíritu en una esquina e ignorarlo, apagarlo, resistirle y, sin embargo, adorar a Dios adecuadamente es una tremenda herejía, que necesita ser corregida. Solo el Espíritu Santo sabe cómo adorar a Dios de forma correcta.
En el libro de Romanos, descubrirá que el Espíritu Santo es el único que sabe cómo orar. «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos» (8:26-27). En nuestras oraciones, incluiremos balbuceos y repeticiones hasta que el Espíritu Santo las tome, las purgue, las limpie y las haga aceptables
a Dios por medio de Jesucristo, nuestro Mediador.
Por lo tanto, es imposible orar sin el Espíritu. Las oraciones más poderosas son las que se hacen en el Espíritu, y no podemos adorar sin el Espíritu Santo. O lo ignoramos o lo explotamos para nuestro placer y entretenimiento. Creo que ya es hora de que volvamos a plantearnos el lugar que ocupa el Espíritu Santo en la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo. Debemos replanteárnoslo de nuevo a la luz de las Escrituras, porque sin el Espíritu Santo somos como Israel cuando seguía adorando a Dios después que el fuego hubo abandonado el lugar santo, cuando ya no había shekina, gloria, fuego, luz ni Presencia. Sin embargo, Israel siguió adorando en vano, inútilmente. Lo triste es que siguió adorando, olvidando que el Espíritu de la adoración lo había abandonado hacía mucho.
La espiritualidad es uno de los ingredientes de la adoración, y sin espiritualidad, por mucho que yo adore, no puedo adorar a Dios de una forma que le resulte aceptable. Si no es una adoración aceptable, entonces es inútil y es mejor no llevarla a cabo.
Continua en… Ore con sinceridad
“Amados, somos hechos a imagen y semejanza de Dios Gen. 1:26
para adorar a Dios, en Espiritu y en verdad” Jn 4:23-24
¡Jesus es el Señor!