DÍA 19
El Don Inefable
“¡Gracias a Dios por su don inefable!” 2 Corintios 9:15
Adopte una teología que magnifique a Cristo, el don inefable de Dios. Cuando un hombre empieza a condescender con el pecado, a tener en poco la maldad y menospreciar el castigo futuro, no acepte más su predicación. Algunos reducen tanto el evangelio hasta que queda en nada. Hacen de nuestro divino Señor un bendito don nadie; empequeñecen tanto la salvación que queda en mera salvabilidad; convierten las certezas en probabilidades, y tratan la verdad como si fuera una simple opinión. Cuando vea a un predicador degradando el evangelio y reduciéndolo hasta que de él no queda suficiente ni para alimentar a un saltamontes, aléjese de él. Cristo es el todo, Él es el don inefable de Dios.
Prometámonos hoy que con la ayuda de su gracia le alabaremos mientras vivamos por su don inefable.
Posiblemente jamás podremos darle las gracias como debemos. ¿Quién ha bendecido al Señor lo suficiente solamente por la salvación? Si Jesús es nuestra salvación, ¿Cuándo debemos agradecer a Dios por ello? ¡Cada mañana que despertamos! ¿Por cuánto tiempo debemos de hacerlo? Hasta que vayamos a dormir otra vez. Desde que sale el sol hasta que se pone su nombre es exaltado. Hasta que el sueño sature nuestros sentidos y nos sumerja en un dulce letargo. Es agradable continuar cantando canciones al Señor en visiones sobre nuestro lecho, como si las cuerdas de agradecida emoción vibraran aún después de que la mano del pensamiento deja de tocarlas. Es bueno cuando aún este fantasioso extravío de nuestros sueños se dirige hacia nuestro amado, sin desviarse nunca del terreno santo. Qué aún nuestros sueños nocturnos le canten canciones a Jesús. ¡Ah, que logremos llegar a ese estado en el cual estemos alabándolo continuamente, sin cesar! Démosle doble alabanza mientras podamos hacerlo. Prometámonos hoy que con la ayuda de su gracia le alabaremos mientras vivamos por su don inefable. Jamás veremos el fin de su obra santa. Todos los que conocen su salvación, ¡alábenlo! Sus ángeles benditos, ¡alábenlo! Las edades futuras ¡alábenlo! ¡alábenlo todas sus lucientes estrellas! Él seguirá siendo inefable hasta el fin. Oh, Espíritu Santo, escribe esta línea de gratitud en la tabla de nuestro corazón.
Señor Jesús, Tú eres el don inefable del Padre, para mí. Tú eres más grande de lo que yo pudiera imaginar
Alabado seas Tú. Amén. Ch.. Spurgeon
¡Jesus es el Señor!