Los himnos
Debo confesar que soy un amante fervoroso de los himnos. En mi biblioteca, conservo una colección de antiguos himnarios. A menudo, cuando voy de camino a una cita, me llevo uno de ellos para leerlo y meditar. Tras la Biblia, el libro más valioso es un himnario. Pero no tengo ninguno que tenga menos de cien años de antigüedad. Si un cristiano moderno se pasa un año meditando en oración sobre los himnos de Watts y de Wesley, se convertirá en un buen teólogo. Añadamos una dieta equilibrada de los puritanos y de los místicos cristianos, y el resultado será más maravilloso de lo que pueda imaginar.
El himnario antiguo tiene un valor incalculable en mi caminar personal con Dios. Puede que esto sea lo más difícil de aceptar. Por diversos motivos, muchos han dejado a un lado los himnarios, o hasta los ignoran. Un ardid astuto del enemigo ha sido separarnos de aquellas elevadas almas que se deleitaban en la atmósfera pura de la presencia de Dios. Le sugiero que consiga un himnario y aprenda a usarlo. Quizá una de las razones por las que los himnarios han perdido el favor de muchos sea que no sabemos cómo leer o cantar un himno. En nuestras congregaciones, no aprendemos los grandes himnos de la Iglesia; en consecuencia, y hablando en términos espirituales, muchos cristianos se empobrecen.
La lectura devocional:
los místicos y los santos
Además de las Escrituras, que deben ocupar el primer lugar en nuestro caminar diario con Dios, hay algunas obras devocionales de santos que ya partieron que pueden sernos útiles en el camino. No pienso en esos devocionales de una página, muy populares entre tantas personas hoy día. Es posible que tengan cierto valor para los que comienzan su peregrinaje espiritual, pero los cristianos en pleno crecimiento necesitan alimentos sólidos. Si queremos madurar en nuestra experiencia cristiana, debemos disponer de alimentos que nos fortalezcan durante el viaje.
En mi búsqueda de Dios, me dirigí de forma natural hacia los místicos cristianos. Cuando era un cristiano joven, nunca había oído hablar de ellos ni había visto sus libros en ninguna librería. Un misionero jubilado y pensativo me puso en las manos uno de esos antiguos libros cristianos, y me enamoré de inmediato. Descubrí que los grandes santos estaban perdidamente enamorados de Dios. Mi amor y mi aprecio por esos escritores nacieron del profundo deseo de mi propio corazón, de mi sed de Dios. Aquellas personas conocían al Señor de una forma que yo no lo conocía, y quería saber lo que ellos sabían de El y cómo llegaron a saberlo.
Ciertamente, aunque admiraba a esos escritores, de ninguna manera respaldé todo lo que decían o enseñaban. Pronto me di cuenta de que una abeja hambrienta es capaz de sacar néctar de cualquier flor vieja y convertirlo en miel. En mi caso, lo que valoraba era su devoción completa a Dios y su capacidad de compartir con otros sus visiones y observaciones espirituales. Me ayudaron en mi caminar con Dios de una manera que no lo han hecho otros escritores, ni siquiera de mi época. Y, después de todo, eso es lo que realmente importa. Nunca podré enfatizar lo suficiente la contemplación de las cosas divinas, que da como resultado una vida consciente de Dios. Aquellos místicos antiguos hicieron por mí justamente eso.
Algunos me han criticado por el afecto que siento hacia algunos de esos viejos amigos míos, los místicos. He aprendido a vivir por encima de eso. Yo solo pido que una persona conozca a Dios de algo más que de oídas. La intimidad que ellos tenían con Dios es lo único que importa realmente. Si un escritor dispone de una información que ha obtenido solamente mediante una investigación, no me interesa. Denme al escritor que tiene la pasión y el fuego de Dios en su alma, que luego se transmiten a la página.
Con el término “misticismo”, solo me refiero a esa experiencia espiritual personal, frecuente entre los santos de los tiempos bíblicos y bien conocida por miles de personas en la era postbíblica. Me refiero al místico evangélico que ha sido educado en las Escrituras cristianas. A aquel que camina por el sendero elevado de la verdad, que transitaron los profetas y los apóstoles de antaño, y por donde a lo largo de los siglos han caminado mártires, reformadores, puritanos, evangelistas y misioneros de la cruz. Se distingue del cristiano ortodoxo ordinario solo porque experimenta su fe en la profundidad de su ser sensible, mientras otros no lo hacen. Es consciente, de una manera calma, profunda y en ocasiones casi extática, de la presencia de Dios en su propia naturaleza y en el mundo que lo rodea. Su experiencia religiosa es, a veces, elemental, tan vieja como el tiempo, y tiene conocimiento de Dios en virtud de la unión con el Hijo eterno. Saber eso sobrepasa todo entendimiento.
Simplifique su vida
La vida del cristiano promedio está abarrotada de todo tipo de actividades. Tenemos más en funcionamiento de lo que podemos mantener si queremos preservar nuestra vida interior con Dios. Hay algunas cosas en nuestra rutina que debemos eliminar para dejar sitio para lo esencial de nuestra vida, que es la adoración a Dios. En nuestra vida, hay demasiadas cosas que succionan nuestras energías y que no son esenciales para una vida saludable. Nos vemos corriendo a toda prisa por los aspectos devocionales de nuestra vida, para dar más preponderancia a meras actividades. El trabajo sin adoración es totalmente inaceptable para Dios. Sería una buena práctica repasar una vez
al mes su agenda y encontrar una actividad que pueda eliminar. Póngala sobre el altar y verá cómo responde Dios. No pasará mucho tiempo hasta que el factor más importante de su vida sea su adoración personal a Dios.
Las amistades
Este es el factor que he dejado para el final porque contiene el peligro potencial más grande. Sus amigos sustentarán o destruirán su caminar más cercano con Cristo. En este sentido, debemos elegir cuidadosamente a nuestros amigos. Aunque no es necesario ser desagradable con nadie, habrá algunos amigos a los que tendremos que frecuentar poco, para reducir el perjuicio para nuestra vida interior. En ocasiones nos relacionamos con amigos que tienen una naturaleza carnal y una vida frívola. A ellos les resulta fácil alejarnos de nuestro caminar con Cristo e impedir que disfrutemos de una vida vibrante de adoración. A menudo tendremos que dejar atrás a nuestros amigos para concentrarnos en nuestro Amigo.
Cultive la amistad con aquellos que hayan convertido al Amigo de pecadores en su Compañero constante.
Estos pasos sencillos harán mucho para permitirle tener una vida de adoración y de alabanza vibrante. Si lo que creemos no hace que Dios sea más real para nosotros, ¿qué valor tiene? El mantenimiento de nuestra adoración es una responsabilidad que no podemos eludir. Debe ser primordial en nuestra vida cotidiana. El efecto de todo esto se aprecia en el pasaje: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Co. 3:18).
Que Dios nos conceda anhelarlo de tal forma que sobrepase cualquier otro deseo.
Oración
Amado Padre celestial, el mundo es malvado, los siglos corren rápido,
y nos quedamos sin tiempo. Oh Dios, sostennos. Oramos que tengamos
ojos para ver, oídos para oír y corazones para comprender. Oramos
que nos libres de la rutina y el estancamiento. Oramos para que
nos des ojos por dentro y por fuera, y una comprensión ungida por ti.
Ayúdanos, Señor, en el nombre de Cristo. Amén.
Amados, somos hechos a imagen y semejanza de Dios Gen. 1:26,
para adorar a Dios, en Espíritu y en verdad” Jn. 4:23-24
¡Jesús es el Señor!