DÍA 1
¡Llamen a la puerta!
“pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá” Mateo 7:7
¡Que nuestra oración sea frecuente, persistente y abundante!
Ninguna otra actividad bajo el cielo produce mejores dividendos que la oración persistente. Quien posee poder en la oración tiene a la mano todas las cosas.
Pida en oración cualquier cosa que necesite, sin importar lo que sea. Si esta es buena y correcta. Dios prometió una respuesta afirmativa a quien las busca con sinceridad. Busque lo que perdió por la caída de Adán, y lo que ha perdido por su propio descuido, su extravío, o su falta de oración. Pida hasta que encuentre o reciba la gracia personal que necesita. Luego, llame a la puerta. Si le falta ánimo, si carece de conocimiento, de esperanza, de Dios…entonces llame a la puerta, y el Señor le abrirá. Aquí necesita la intervención personal del Señor. Usted puede pedir, y recibir, y recibir; buscar, y encontrar; pero usted no puede pedir, y recibir; buscar, y encontrar; pero usted no puede tocar a la puerta y abrirla, el Señor mismo tiene que abrirle, o se quedará afuera para siempre. Dios está listo para abrir la puerta. No hay un querubín con fiera espada para guardar esta entrada. Por el contrario, el mismo Señor Jesús abre, y nadie puede cerrar.
Si le falta ánimo, si carece de conocimiento, de esperanza, de Dios… entonces llame a la puerta, y el Señor le abrirá.
¿Teme que su pecado ha cerrado y trancado la puerta de la gracia divina? Piensa que sus sentimientos de desaliento, desánimo y condenación son los que la han cerrado con seguro? Pues bien, eso no es cierto. La puerta de la provisión y la gracia de nuestro Dios no tiene el cerrojo puesto, como usted cree. Aunque se habla de ella a veces como si tuviera cerrada, en cierto sentido jamás lo ha estado. En cualquier, caso ella se abre fácilmente; sus bisagras no están oxidadas, no hay pasadores ni cerrojos bloqueándola. El Señor la abre gustoso a cualquier alma que llama. Está cerrada más en la percepción suya que en la realidad. Tenga fe, y con coraje divino entre por ella en este mismo momento.
Y si le clamamos a Dios durante un tiempo, sin éxito aparente, eso nos debe hacer más ferviente. David se describe a sí mismo como hundido en el lodo cenagoso, cada vez más bajo hasta que, desde la profundidad, clamó al Señor y finalmente fue sacado de ese horrible pozo de la desesperación y sus pies fueron puestos sobre peña. Nuestros corazones necesitan ensancharse así. La pala de la agonía está cavando las zanjas en donde se depositará el agua de vida. Si las barcas de la oración no regresan a casa rápidamente es por que vienen muy cargadas de bendiciones. Si su corazón está cargado y agobiado, aun así usted puede cantar con gozo en el espíritu.
¡Jamás se deje dominar por el desánimo!
Señor Jesús, solo Tú puedes abrir la puerta a la cual yo estoy llamando. ¡Ábreme, Señor! Amén.
¡Jesus es el Señor!