ALGUNOS PASOS PRACTICOS
Cuando el Señor nos ha quebrantado y hemos aprendido las lecciones básicas, nuestro espíritu es liberado y podemos usarlo al relacionarnos con los hermanos para así conocer la condición de ellos. Ahora abarcaremos algunos pasos prácticos que debemos seguir para poner en práctica la fina tarea de conocer al hombre.
Para tocar el espíritu de otros, primero debemos escucharlos. Muy pocos son los santos que pueden tocar el espíritu de otros sin antes escucharlos. Por lo general, tenemos que esperar hasta que otros se expresen. La palabra de Dios dice que de la abundancia del corazón habla la boca. Lo que el hombre dice pone de manifiesto lo que hay en su corazón, aunque él trate de ocultarlo. Si es falso, la falsedad que brota con su espíritu falso lo pondrá en evidencia, y si es celoso, su espíritu lo manifestará. Lo que haya en su corazón será revelado por sus palabras. Al escucharlo podremos tocar su espíritu. Siempre que un hombre hable, no sólo debemos poner atención a lo que dice sino a la condición de su espíritu. No conocemos a los hombres meramente por sus palabras, sino por su espíritu.
En cierta ocasión que el Señor Jesús iba camino a Jerusalén, dos de sus discípulos al ver que los samaritanos los rechazaban, dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma? Mas El, volviéndose, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (Lc. 9:54-55). Aquí el Señor mostró que el espíritu de uno puede ser discernido por lo que uno expresa. Tan pronto como las palabras son emitidas, el espíritu queda manifiesto. De la abundancia del corazón habla la boca. Cualquiera que sea la condición del corazón, las palabras la reflejarán.
Cuando escuchamos a otros, debemos poner atención no sólo a sus argumentos sino también a su espíritu. Suponga que dos hermanos discuten y ambos se culpan entre sí del problema. Si le presentan a usted el caso, ¿qué haría? Cuando el problema se inició, sólo ellos dos estaban presentes, usted no estaba ahí y por lo tanto no sabe lo que sucedió; pero tan pronto ellos abren la boca usted percibe algo, puede tocar el espíritu de ellos. Cuando hay conflictos entre cristianos, no juzgamos basándonos en errores que se hayan cometido, sino en la medida en que se hayan desviado del espíritu. Cuando un hermano habla, tal vez no podamos determinar si está equivocado según los hechos, pero inmediatamente podremos percibir si está mal en su espíritu. Quizá uno acuse al otro de difamación, pero lo hace con un espíritu incorrecto. Todo depende del espíritu que tengan. Una persona que exhibe un espíritu incorrecto no sólo está mal en lo que haya hecho, sino también en su mismo ser. El bien y el mal delante de Dios se determinan por la clase de espíritu expresado, no meramente por los hechos. Por consiguiente, cuando escuchamos a otros, debemos tocar su espíritu. En la iglesia muchos problemas se relacionan con la actitud del espíritu, no con las acciones. Si lo juzgamos todo según los hechos, conduciremos a la iglesia a un ámbito equivocado. Debemos permanecer en la esfera del espíritu y no en la de los hechos; nunca debemos ser arrastrados por los hechos.
Si tenemos un espíritu abierto, podremos percibir cualquier condición espiritual y detectaremos cuando alguien tiene un espíritu cerrado y atado. Tenemos que aprender a discernir con nuestro espíritu para conocer a las personas. Que podamos decir juntamente con Pablo: “A nadie conocemos según la carne” (2 Co. 5:16). No debemos conocer a nadie según la carne, sino según el espíritu. Una vez que aprendamos esta lección básica, podremos avanzar en la obra de Dios.
Ningún verdadero siervo del Señor debe permitir que sus pensamientos y emociones actúen independientemente. Cuando su hombre interior requiera liberación, el hombre exterior deberá proporcionarle un canal por el cual el espíritu pueda salir y llegar a otros. Si no hemos aprendido esta lección, nuestra efectividad en la obra del Señor será muy limitada.
“Señor, por el bien de la iglesia, por el avance del evangelio, para que Tu tengas libertad de actuar y para que yo mismo pueda avanzar espiritualmente, me entrego a Ti total e incondicionalmente. Señor, con gusto y humildemente me pongo en Tus manos. Estoy dispuesto a que te expreses libremente por medio de mí”.
Watchman Nee
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