Identifiquemos al enemigo
Ahora la tarea más importante para nosotros es la de identificar al enemigo. Debemos saber con certeza quién es nuestro adversario, quién es el que nos causa tanto sufrimiento. Con mucha frecuencia pensamos que nuestros sufrimientos son causados por los hombres. Pero la Biblia nos dice que "no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de la tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6:12). Por esto, cada vez que sufrimos a manos de un hombre, necesitamos recordar que detrás de la carne y la sangre, Satanás y sus poderes de las tinieblas pueden muy bien estar dirigiéndolo todo. Debemos tener la necesaria visión espiritual para discernir la obra de Dios de las maniobras de Satanás que están detrás de todo.
Debemos distinguir lo que es natural de lo que es sobrenatural. Debemos estar tan ejercitados en las cosas interiores, de manera que tengamos conocimiento de las realidades espirituales, para que ninguna de las obras ocultas de Satanás pueda escapar a nuestra observación.
Si este fuera el caso, ¿no reconoceríamos que lo que usualmente consideramos hechos naturales o accidentales pueden envolver la obra del enemigo oculto tras la escena? Veríamos en seguida que Satanás está realmente tratando de frustrarnos a cada paso y de oprimirnos en todas las cosas. Qué lástima que hayamos sufrido tanto por culpa suya en el pasado, sin saber que era él el que nos hacía sufrir. Hoy, parte de nuestro trabajo más urgente, es el crearnos un corazón lleno de aborrecimiento hacia Satanás por su crueldad. No hemos de temer que nuestra enemistad hacia Satanás se haga demasiado honda. Antes de que exista la posibilidad de que podamos vencer, debemos mantener en nuestro corazón una actitud hostil hacia él, decididos a no dejarnos oprimir por él.
Tenemos que comprender que lo que hemos sufrido en las manos de Satanás es un perjuicio real que debe ser vengado. El no tiene derecho a atormentarnos, y sin embargo aún así lo hace. Esto es verdaderamente una injusticia, un agravio que no puede quedar sin venganza.
W. Nee