Andar En Amor Semana 3 –
El León De La Tribu De Judá
LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO
Lunes
Leer con oración:
Gn 49:9-12; Jn 15:1; Ap 1:10-11; 4:11; 5:5
“Yo (Jesús) soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”(Jn 15:5)
El Señor Jesús Es El León De La Tribu De Judá
Después del martirio de los apóstoles Pablo y Pedro, el apóstol Juan permaneció aprisionado durante años, en los que, creemos, él aprendió a negarse a sí mismo. Además de eso, cuando estaba exiliado en la isla de Patmos, él aprendió a oír al Espíritu (Ap 1:10). Por estar en el espíritu, Juan recibió la revelación y le fue encargado escribir el libro de Apocalipsis (v. 11). En este libro vemos la revelación de Jesucristo, indicándonos como Dios está conduciendo a las iglesias y administrando todas las cosas según Su voluntad (4:11). Juan registró las visiones que recibió, las cuales le fueron notificadas por el ángel del Señor.
En Apocalipsis 5, está la visión de un libro sellado, cuyo contenido es la economía neotestamentaria de Dios o su propósito eterno para el hombre. Después de oír la interrogación del ángel sobre quién sería digno de abrir el libro con sus sellos, Juan lloraba mucho, porque nadie en todo el universo era digno de abrir el libro, ni siquiera de mirarlo. En ese instante, uno de los veinticuatro ancianos que estaban delante del trono de Dios le dijo: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Ap 5:5). Él se estaba refiriendo al Señor Jesús.
En Génesis 49, en las bendiciones proféticas de Jacob para sus hijos, vemos que Judá es considerado un león (vs. 9-10). Se trata de una prefiguración del Señor Jesús como rey. El cetro o bastón mencionados en esa profecía indican, respectivamente, la autoridad y la nobleza de la realeza.
El versículo 11 muestra que el pollino de Judá estaría atado a la vid y el resultado sería su transformación (v. 12). Este pollino representa al hombre. Dios nos predestinó para reinar con Cristo, pero nuestra naturaleza aún es vil como la de un pollino. Para prepararnos para el reino, necesitamos despojarnos del viejo hombre, que se opone a la voluntad de Dios, y esto sólo puede ocurrir si estamos “atados” a Cristo, la vid verdadera, para alimentarnos sólo de Su vida, representada por el vino y la sangre de uvas. En otras palabras, a fin de realizar una obra transformadora en nosotros, el Señor Jesús nos “ató” a Sí mismo.
Conforme a Juan 15:1, Jesús es la vid verdadera. La vid no es un árbol alto, pues su crecimiento es horizontal, indicando que su fruto es accesible para todos. De esa manera, incluso un animal de baja estatura como un asno puede alcanzar las uvas. Esto muestra que la vida de Dios está totalmente accesible.
Si deseamos ser transformados como lo fue el pollino de Génesis 49, debemos aceptar la restricción. De esa manera, ya no tendremos la libertad para alimentarnos de cualquier cosa, pues nuestra dieta ahora está constituida por “uvas” es decir, de las palabras que nos suplen vida, la vida de Dios.
Punto Clave:
Negarse a sí mismo y alimentarse de la vid verdadera.
Pregunta:
¿Qué representan el León de la tribu de Judá y Su pollino?
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Semana 3 - El León De La Tribu De Judá
Martes
Leer con oración:
Gn 49:11-12; Mt 21:3; Jn 6:57; 10:10b; 2 P 1:3-4; 1 Jn 3:2
“Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificada en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.”(Ef 5:25b-27)
El Glorioso Proceso De Transformación
Cuando estaba por entrar en Jerusalén, el Señor envió a dos de Sus discípulos a una aldea próxima a la ciudad, de donde Le traerían una asna y un pollino que estaban atados allí. Él también les indicó diciendo que, si alguien les preguntaba alguna cosa sobre los animales de carga, ellos debían responder: “El Señor los necesita” (Mt 21:3).
Aunque era considerado por el pueblo como Rey en Jerusalén, el Señor no escogió un transporte noble para servirle de montura, sino a dos animales de carga. Es importante resaltar que, en el momento en que el Señor los necesitó, la asna y el pollino ya estaban preparados. Para venir por segunda vez, el Señor también nos necesita a nosotros. Al igual que aquellos pollinos, necesitamos estar preparados para traerlo como el Rey. Esta preparación requiere que seamos transformados por la vida divina.
Al mismo tiempo que nos llenamos de la vida de Dios, nos estamos vaciando de nuestra vieja naturaleza. Este es un proceso metabólico de transformación, que progresa a medida que somos nutridos por la vida de Dios. Por estar atados a Cristo, la vid verdadera, sólo podemos comer del fruto de la vid. En otras palabras, cuando estamos en el espíritu, en comunión con el Señor, somos restringidos y ya no tenemos la libertad para escoger “otras cosas” como nuestro alimento; antes, somos suplidos por el Señor Jesús y nos sentimos satisfechos con Él. De esa manera, poco a poco, dejamos de lado nuestra vieja naturaleza y pasamos a vivir por la vida del Señor en nosotros (Jn 6:57).
El Señor Jesús es el León de la Tribu de Judá, revestido de la autoridad y de la nobleza proveniente de la vida divina. Puesto que Dios desea que seamos semejantes a Él, es decir, que también lleguemos a ser “leones”, nos hizo participantes de Su vida y naturaleza (1 Jn 3:2; 2 P 1:3-4).
Si practicamos el vivir de la iglesia, buscando siempre estar en el espíritu, nos alimentaremos ricamente del fruto de la vid. Como la vid verdadera, el Señor Jesús tiene una vida disponible en abundancia (Jn 10:10b). Esto es representado por la cantidad de uvas producidas por la vid en Génesis 49, en la cual hay vino suficiente para lavar las vestiduras, y sangre de uvas en tal cantidad que puede ser utilizado para lavar el manto (v. 11b). Esto indica la transformación que ocurre en nuestras acciones (Ap 19:
.
Por disfrutar abundantemente de la vida de Dios, obtenemos el gozo del Espíritu, tenemos los ojos “rojos del vino”, como quien está lleno, “embriagado” del Espíritu (Gn 49:12; Ef 5:18). En este glorioso proceso, nuestros “dientes” se vuelven “blancos de la leche”, es decir, nuestra naturaleza es transformada metabólicamente. Si antes éramos un “pollino” con una apariencia vil, ahora estamos siendo santificados, y nuestra expresión está cambiando (vs. 25b-27), para que un día estemos listos para reinar con el Señor.
Asimismo, aunque hayamos sido testarudos y egoístas en el pasado, ahora estamos siendo transformados en siervos obedientes que desean compartir esta vida con otros. Como el pollino de Mateo 21, nos volvemos útiles al Señor y cooperamos con Él predicando el evangelio del reino con los libros que contienen esta palabra de vida en abundancia. ¡Aleluya!
Punto Clave:
Ser semejantes al León de la tribu de Judá.
Pregunta:
¿Cómo podemos prepararnos para ser útiles al Señor?
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Semana 3 - El León De La Tribu De Judá
Miércoles
Leer con oración:
Mt 24:14; Mc 16:15; Jn 5:39-40; 6:63
“Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía (…). Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete Iglesias.”(Ap 1:9-11a)
Juan: Preparado Para Ser Útil A Dios En Su Madurez
La mayoría de los discípulos eran pescadores galileos, personas sencillas y sin mucha instrucción formal, a quienes el Señor les confió anunciar el evangelio del reino en todo el mundo (Mt 24:14; Mr 16:15). Después de la muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesús, ellos continuaron desempeñando ese ministerio neotestamentario, propagando el evangelio del reino e invocando el nombre del Señor.
En el año 70 d. C., el general romano Tito destruyó la ciudad de Jerusalén y el templo, y los cristianos que invocaban el nombre del Señor fueron perseguidos por el imperio. El apóstol Pablo y el apóstol Pedro fueron martirizados, así como otros líderes cristianos. En aquella época, Juan no tenía una postura de liderazgo (el libro de Hechos siempre registra que él acompañaba a Pedro, dejándose liderar por él). Por causa de su carácter de seguidor, y no de líder, Juan no fue martirizado como aquellos que se destacaban, pero fue aprisionado y, finalmente, exiliado a la isla de Patmos. Dios no permitió que Juan fuera muerto, porque lo necesitaba para continuar el ministerio neotestamentario y ayudar a las iglesias.
Mientras estuvo preso, Juan fue transformado para ser útil a Dios; él maduró espiritualmente y recibió las visiones y revelaciones, incluyendo el libro de Apocalipsis.
Tras registrar la revelación de Apocalipsis, Juan estuvo con los efesios, cuya situación espiritual era muy negativa. Efectivamente, al ser liberado, Juan estaba preparado para ayudar a la iglesia en Éfeso a practicar la palabra que había recibido del apóstol Pablo. Pese a que habían recibido de él esas preciosas palabras, los efesios no las practicaron; en lugar de ello, le dieron atención a fábulas, discusiones y otras doctrinas. No obstante, Juan, por haber sido transformado por la vida de Dios, tenía la madurez espiritual para ayudar a los hermanos a arrepentirse de esa situación problemática. Para ello, él les mostró que las palabras del Señor no son para analizarlas, sino para suplirnos vida (Jn 5:39-40; 6:63) y esa vida es la que tiene el poder de transformarnos.
Así como Juan, necesitamos prepararnos para ser útiles al Señor. Por eso no temamos a las situaciones de restricción, las “prisiones”, sino más bien aprovechemos las oportunidades para negarnos a nosotros mismos, permaneciendo en el espíritu. De esa forma, creceremos en vida y, al ser enviados por el Señor, estaremos preparados para transmitir palabras de vida.
Punto Clave:
Restringido, transformado y preparado para ser útil a Dios.
Pregunta:
¿Ha aprovechado las situaciones de restricción como oportunidades para permanecer en el espíritu?
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Jueves
Leer con oración:
Jn 1:1, 4; 5:39-40; 6:63; 14:17; 2 Jn 4-6; 3 Jn 4
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn 4:24). “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)”(1 Jn 1:1-2)
El Encargo Principal De Dios: El Espíritu Y La Vida
Durante el tiempo en que estuvo exiliado, el Espíritu Santo le recordó a Juan las cosas que el Señor Jesús había dicho (Jn 14:26). Por esa razón, él registró en su evangelio asuntos que no fueron mencionados en los otros tres evangelios. Por ejemplo, él registró que Dios se hizo carne en la persona del Señor Jesús (1:1, 14) y que el Señor Jesús, después de Su muerte y resurrección, vendría como el Espíritu de realidad para morar en aquellos que creyeran en Él (7:39; 14:17).
Los tres primeros evangelios presentan hechos observados durante el ministerio terrenal del Señor Jesús. Lucas, por ejemplo, hizo una investigación detallada de relatos para registrar una narración ordenada de los hechos protagonizados por el Señor Jesús (Lc 1:1-4). Mateo y Marcos adoptan un perfil parecido a este, en sus evangelios, destacando las acciones del Señor como el Rey del reino de los cielos y como Esclavo sumiso a la voluntad de Dios, respectivamente. Pero Juan tuvo una percepción más profunda de los hechos y enseñanzas transmitidos por Él, porque, ciertamente durante el exilio, buscó conocer el encargo principal contenido en Sus palabras.
Es interesante notar que, durante Su ministerio terrenal, el Señor Jesús transmitió Sus palabras a todos los discípulos. Tanto Mateo, como Pedro, Jacobo, Juan y los otros oyeron lo que el Señor dijo acerca del Espíritu, del fin de los tiempos, de Su segunda venida, del tribunal de Cristo y de la manifestación del reino venidero. Sin embargo, a fin de completar la revelación de la voluntad de Dios y ayudarnos a percibir el deseo de Su corazón, Juan fue comisionado para escribir su evangelio y epístolas. En ellos vemos que Dios desea que el hombre reciba Su vida y, por andar en el espíritu y practicar Su palabra, crezca hasta estar apto para gobernar el mundo venidero con Cristo.
No debemos conformarnos sólo con nuestra primera percepción acerca de los relatos bíblicos. Para recibir la revelación del encargo principal de Dios, necesitamos tener más tiempo de comunión con Él, invocando Su nombre. Necesitamos reflexionar sobre la palabra de Dios en el espíritu, considerándola y ponderándola, para comprender lo más importante: el Espíritu y la vida (Jn 1:4; 4:24; 5:39-40; 6:63).Por tanto, para cumplir el encargo de Dios, necesitamos estar en el espíritu para obtener más de Su vida. Cuando esto ocurre, nos disponemos a negarnos a nosotros mismos, siguiendo al Señor en la iglesia, donde somos perfeccionados junto con los otros hermanos. Este es un proceso continuo, que no ocurre de una vez por todas. Juan, por ejemplo, tardó aproximadamente veinte años para aprender que lo más importante es andar en el espíritu, recibir las palabras de vida y practicarlas, a fin de manifestar el amor de Dios (1 Jn 1:1-2; 2 Jn 4-6; 3 Jn 4). Así como Juan, debemos redimir el tiempo, tomando la cruz día a día, negándonos a nosotros mismos y aprovechando todas las oportunidades para crecer en vida.
Punto Clave:
Procurar comprender y practicar la voluntad del Señor.
Pregunta:
¿Cuál es la diferencia entre las revelaciones del Evangelio de Juan y las contenidas en los demás evangelios?
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Viernes
Leer con oración:
Jn 1:12-13; Ef 4:14; Fil 2:14; Col 3:17; 1 Ti 1:3-7
“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”(Stg 1:21)
La Real Necesidad De Negar La Vida Del Alma
Cuando el Señor nos regeneró, recibimos una nueva vida, la vida de Dios (Jn 1:12-13). Esta vida no nos fue concedida para que quede estancada, sino para crecer y cumplir el propósito de Dios. Para que este crecimiento ocurra, es necesario negar la vida del alma, es decir, la vida que heredamos de Adán (Stg 1:21; 1 P 2:1-2).
En la teoría, muchos de nosotros ya sabemos lo que necesitamos hacer para negar la vida del alma. Es como un vaso lleno que necesitamos vaciarlo para poder llenarlo con otro contenido. En otras palabras, debemos dejar de lado nuestra vida del alma para que la vida divina pueda completarnos. Sin embargo, en la práctica, todos nosotros necesitamos experimentar esta palabra de manera más eficiente. En nuestro diario vivir, debemos vivir más por la vida de Dios que por nuestra vida natural.
Aunque seamos buenos cristianos, podemos estar dejando de negar la vida del alma. No seamos engañados. Cuando predicamos el evangelio, no debemos predicarnos a nosotros mismos a las personas con las cuales hablamos. Aunque seamos elocuentes o agradables con las personas a quienes les transmitimos la palabra de Dios, debemos tener el cuidado de no manifestar nuestro ego. Por eso necesitamos andar en el espíritu, invocando constantemente el nombre del Señor. Al invocar Su nombre, nuestro ego es restringido, y el Señor nos puede gobernar.
Podemos ser evaluados en cuanto a si estamos negando o no la vida del alma, al verificar si servimos a Dios en el espíritu o en nosotros mismos (Col 3:17; Fil 2:14). Por ejemplo, si los hermanos de la iglesia necesitan que les sirvamos pero nosotros no nos presentamos, es porque aún vivimos por la vida natural. Cuando nuestro servicio es inconstante, esto también es inadecuado, pues muestra que no tiene origen en el espíritu, sino en nuestra “disposición natural”, porque, cuando es según mi opinión, yo sirvo, cuando no lo es, no hago nada.
Otra característica de quien anda según la vida del alma es gustar oír lo que da comezón a los oídos (2 Ti 4:3), es decir, lo que despierta la curiosidad natural. ¡Cuidado! No seamos engañados por la vana palabrería que por medio de artimañas conducen al error (Ef 4:14; 1 Ti 1:5-7), sino permanezcamos con una mente sobria, puesta bajo el control del espíritu, a fin de alimentarnos de las palabras de vida que pueden darnos crecimiento y promover la Fe.
La vida de la iglesia es, esencialmente, la práctica de Mateo 16:24, porque en ella tenemos un ambiente para tomar la cruz día a día y seguir al Señor. Esto significa que cada vez que la vida del alma se quiera manifestar, debemos mortificarla con la eficacia de la cruz por medio del Espíritu (Ro 8:13). De esta manera, podemos hacer la voluntad del Señor y traer Su reino.
Punto Clave:
Vivir por la vida de Dios en nuestro diario vivir.
Pregunta:
¿Cómo podemos evaluar si estamos sirviendo a Dios en el espíritu o en nosotros mismos?
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Sábado
Leer con oración:
Jn 14:16-18; 2 Co 2:12-13; 1 Ti 1:5, 19; 1 Jn 1:6-7
“Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hch 24:16). Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo (…). Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”(1 Jn 1:3, 7)
Volverse Al Espíritu De Realidad Y Vivir Por Él
Por medio de la regeneración, recibimos la vida de Dios. Ahora Él espera que esta vida crezca hasta la madurez. Al ser regenerados, nacimos de nuevo, pero, para recibir el aumento de la vida de Dios, necesitamos ejercitarnos en negar la vida del alma y tomar la cruz. Esto es posible cuando nos volvemos al espíritu, donde mora el Espíritu de Dios, y Lo usamos para quemar las impurezas de nuestra alma. Todos nosotros debemos aprender a ejercitar el espíritu, por medio del cual Dios nos gobierna a través de la conciencia, la comunión y la intuición. Cuando hacemos algo que desagrada al Señor, nuestra conciencia nos alerta y, entonces, podemos arrepentirnos. El Señor habla con nosotros frecuentemente por medio de la conciencia, por eso debemos cuidarnos para mantener una buena conciencia, que sea sensible al sentir de Dios (Hch 24:16; 1 Ti 1:5, 19). Por medio de la comunión, como en el ambiente colectivo de la iglesia, y así podemos recibir ayuda y perfeccionamiento (1 Jn 1:6-7). Cuando nuestra comunión con Dios es fortalecida, Él también utiliza la intuición para dirigirnos a hacer Su voluntad de una manera específica (2 Co 2:12-13).
Juan practicó andar en el espíritu, por eso experimentó el Espíritu de realidad, por medio del cual Dios le mostró la realidad de las revelaciones y de las palabras que el Señor Jesús había dicho. Así, cuando regresó del exilio, él estaba apto para ayudar a otros a también ejercitar el espíritu y a negar el ego, pues esa práctica se había vuelto real en su vivir.
¡Todo lo que necesitamos para crecer en vida está en el Espíritu de realidad! Conforme a Juan 14:16-18, el Espíritu de realidad contiene la totalidad de la persona del Dios Triuno, pues en Él están el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En Él tenemos la obra de Dios Padre, quien nos escogió y predestinó para la filiación. Asimismo, tenemos la redención realizada por el Hijo en la cruz, y también la purificación de nuestros pecados, por la sangre de Jesús. Igualmente, disfrutamos de la obra del Espíritu Santo, guiándonos a hacer la voluntad de Dios, a fin de ser aprobados y sellados por Él. Por tanto, así como Juan, volvámonos más al Espíritu de realidad y vivir por Él.
Punto Clave:
Mantener una buena conciencia para tener comunión con Dios.
Pregunta:
¿Qué debemos hacer para crecer en vida después de ser regenerados?
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Domingo
Leer con oración:
Ro 6:6; Ef 4:22
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10:10). “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.”(Jn 12:24-25)
El Encargo Principal De Dios Revelado Por Juan
La revelación entregada por el Evangelio de Juan muestra el encargo principal de Dios. Su énfasis es la vida divina (Jn 10:10b). Sin embargo, para que esta vida crezca, la vida del alma debe disminuir. En realidad, la prioridad de la obra de Cristo en la cruz fue aniquilar la vida del alma, terminando con el viejo hombre (Ro 6:6). Esto es revelado en la descripción de la muerte del Señor en Juan 19:33-35. En esta porción bíblica, leemos que el Señor primero murió, luego vertió sangre y agua. Los demás evangelios no registraron este detalle importante, pero el Espíritu de realidad hizo que Juan recordara eso. Puesto que él estaba muy cerca de la cruz, presenció detalles que no fueron percibidos por los demás discípulos.
Leamos la porción correspondiente a este pasaje: “Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis” (Jn 19:31-35). De acuerdo con el orden detallado de los acontecimientos, en el primer momento la prioridad de Dios fue eliminar el ego, por eso la muerte del Señor ocurrió antes del derramamiento de la sangre. La sangre de Cristo fue vertida para proveernos la redención de los pecados. Al mismo tiempo en que la sangre fue derramada, también fluyó el agua, que representa la vida de Dios para nuestra regeneración.
De acuerdo con la revelación de este evangelio, nuestra prioridad necesita ser negar la vida del alma para ceder espacio a la vida de Dios (Jn 12:24-25). Todos nosotros estamos aprendiendo a negar el ego y debemos estar conscientes de eso en todo momento. Mientras más la vida de Dios nos sea añadida, más preparados estaremos para gobernar el mundo venidero. Esto ocurre porque Dios necesita a personas que estén completamente llenas de Su vida, para concederles autoridad juntamente con Cristo. Preparémonos practicando y propagando el evangelio del reino, pues el Señor nos necesita.
Punto Clave:
La prioridad es negar la vida del alma.
Pregunta:
¿Cuál es la diferencia entre el registro de la crucifixión en el Evangelio de Juan y en los otros tres evangelios?
!Jesus es el Señor!