DÍA 22
Toda una noche Orando
“Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios.”
Lucas 6:12
Jesús fue a la montaña a orar evitando hacer de la oración una demostración pública. Si oramos para ser vistos de los hombres esa será en sí nuestra recompensa, muy lastimosa por cierto: la admiración de los tontos y superficiales, y nada más. Si nuestro objetivo al orar es obtener bendiciones de Dios, debemos presentar nuestras oraciones sin la contaminación de la observación humana. Vaya a solas con su Dios si es que quiere que su brazo actúe a su favor. Si ayuna, no dé a los hombres la apariencia de que ayuna. Si esta implorándole algo personal a Dios, no se lo diga a nadie más. Tenga cuidado de que sea un secreto entre Dios y su alma, entonces el Padre celestial le recompensará en público, haciendo tocar trompeta en las esquinas de las calles, irá donde fue el fariseo, al lugar en donde los hipócritas sufren por siempre la ira de Dios.
Jesús, por lo tanto, para evitar interrupciones, para tener la oportunidad de derramar toda su alma ante Dios y para evitar la ostentación, buscó la montaña. ¡Qué gran oratorio, qué gran lugar para que el Hijo de Dios orara! ¿Qué paredes lo habrían albergado mejor? ¿Cuál recinto hubiera sido más apropiado para tan poderoso intercesor? El hijo de Dios entró a su propio templo de la naturaleza, el más adecuado para Él, para que Él tuviera comunión con el cielo. Esas gigantescas colinas y las largas sombras proyectadas por la luz de la luna fueron la única y digna compañía. Ninguna ceremonia espléndida ni pomposa podría haber igualado la gloria de la naturaleza a la media noche en la agreste montaña en donde las estrellas, como si fueran los ojos de Dios, miraban al adorador y en donde el viento parecía llevar la opresión de sus suspiros y la brisa obsecuente para esparcir sus lágrimas. Sansón en el templo de los filisteos moviendo las columnas gigantes es un simple enano comparado con Jesús de Nazaret moviendo los cielos y la tierra al postrarse en el gran templo del Señor.
Padre mio, yo también buscare tu presencia en un lugar privado. Que yo pueda mover hoy tu mano. Amén.
Ch. Spurgeon
¡Jesus es el Señor!