DÍA 28
La Cura para la Inquietud
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7
Por qué permitirle a la inquietud que siga carcomiendo su corazón? Ella debilita nuestra capacidad para ayudarnos a nosotros mismos y especialmente nuestro poder para glorificar a Dios. Un corazón inquieto y ansioso nos impide ver las cosas con claridad. Permitir que la inquietud nos domine es algo así como echar el aliento de nuestra ansiedad en lente de un telescopio, mirar luego por él, y decir que no podemos ver nada más que nubes.
Desde luego no podemos ver y jamás podremos, mientras lo sigamos empañando. Si estamos calmados, tranquilos y controlados, estaremos en capacidad de hacer lo que es correcto. Tenemos que estar “concentrados” en el tiempo de la dificultad. Tiene presencia de ánimo quien tiene la presencia de Dios. Si olvidamos orarno es de extrañar que estemos en apuros y hagamos lo primero que se nos ocurra –ver lo que debemos hacer y luego hacerlo en la presencia de Dios con fe y confianza. La inquietud es dañina.
Tiene presencia de ánimo quien tiene la presencia de Dios.
Supongo que para muchos de nosotros los motivos de preocupación son múltiples. Si usted es como yo, una vez que está cargado de afanes, ansioso y temeroso, se vuelve incapaz de contar todas sus preocupaciones, aunque pueda contar los cabellos de su cabeza. Las preocupaciones se multiplican para aquellos que se dejan dominar por ellas. Cuando usted piensa que realmente tiene muchas preocupaciones, hay otras tantas que ya se están amontonando a su alrededor. Ser indulgente con este hábito de inquietarse y ponerse ansioso conduce a que él domine su vida haciéndola indigna de vivirse. Los problemas y las preocupaciones son muchas, por lo tanto, haga que sus oraciones tan bien lo sean. Convierta cada motivo de preocupación en oración. Que sus inquietudes sean la materia prima de sus oraciones. El alquimista esperaba convertir la escoria en oro; usted tiene el poder real de para cambiar lo que por naturaleza es una preocupación, en un tesoro espiritual en forma de oración. Dele un nuevo nombre a la ansiedad y llámela bendición, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Padre Dios, estoy lleno de afanes y preocupaciones. Las dejo en tus omnipotentes manos en este momento. Amén.
¡Jesus es el Señor!