El Creciente Conocimiento de Dios
Sin duda ninguna la más grande necesidad de la personalidad humana es experimentar a Dios Mismo. Esto es así por ser Dios quién es, y el hombre quién es también.
Dios es la esencia de la vida inteligente y consciente, y el hombre está hecho a imagen de Dios. Dios es amor, y el hombre está hecho para Dios. Dios y el hombre existen el uno para el otro, y para hallar satisfacción plena el uno en el otro. Aunque Dios es autosuficiente, ha querido soberanamente tener comunión con el hombre, el ser que El hizo tan parecido a El, y ha tomado todos los pasos necesarios para asegurar esta comunión sin usar coerción, que resultaría ser la violación de la libre voluntad del hombre. Si Dios pasase por encima de nuestra voluntad se impondría sobre nosotros y al hacerlo seriamos menos hombres de lo que somos y estaríamos a un grado menos del ser que El creó para Si Mismo.
La primera descripción de Dios y el hombre en la creación los muestra a ambos en perfecta y cariñosa comunión. Dios habla y Adán escucha lo que Dios tiene que decirle en cuanto a como cuidar del jardín y algunas otras pequeñas ordenanzas para gobernar su vida en la tierra. Toda la escena es serena, descansada y muy bella.
Pero esta comunión no duró mucho. La mera imagen de Dios impresa en Adán, o sea su libertad para hacer escogimientos y decisiones, si bien no lo impulsó, si lo facultó para que hiciera una decisión contraria a la voluntad de Dios. Así entró el pecado, y aquella maravillosa comunión se rompió.
Visto desde nuestro punto de vista humano la redención debe ser sin lugar a dudas el más grande de los actos de Dios. Ningún otro logro de la Deidad requirió tal vasto y preciso conocimiento, tal perfección de sabiduría y tal perfección de poder moral. Para traer al hombre de vuelta a tener comunión con El, Dios debe tratar efectivamente con todo el problema de justicia y rectitud. Debe quitar el pecado, reconciliar un enemigo y hacer de un rebelde un siervo obediente. Y esto debe hacerlo sin comprometer Su santidad y sin coaccionar la raza que quiere salvar.
Cómo dos voluntades puestas en oposición la una con la otra, y ambas libres, podrían ser armonizadas, era el problema de Dios, y de Dios solo. Y con infinita sabiduría y poder El resolvió el problema por medio de la obra redentora de Jesucristo nuestro Señor. En razón de que Cristo es Dios y hombre, puede representar ambas causas una delante de otra. El es el árbitro que puede ponerse entre el hombre separado y el Dios ofendido poniendo una mano sobre cada uno de ellos. "Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5).
Todo esto es tan familiar en la enseñanza de los cristianos evangélicos que pienso que se puede asumir que todos mis lectores conocen la doctrina teóricamente, pero que el aspecto experimental de la verdad no lo conocen bien todavía. De hecho, gran cantidad de cristianos que se supone poseen sana doctrina, saben poco o nada de comunión personal con Dios; y en eso radica una de las grandes debilidades de la iglesia cristiana de hoy en día.
El conocimiento experimental de Dios es vida eterna (Juan 17:3), y un conocimiento creciente redunda en una vida correspondiente, más grande y más fructífera. Tesoro tan rico es este conocimiento interno de Dios que ningún otro tesoro de la tierra se puede comparar con él. Debemos contar todas las otras cosas como inferiores, y ningún sacrificio suficiente, si con ellos alcanzamos un mayor y más profundo conocimiento de Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor. Este era el testimonio de Pablo (Filipenses 3:7-14), y ha sido el testimonio de todos los grandes cristianos que han seguido a Cristo desde los días de Pablo hasta los nuestros.
Para conocer a Dios es necesario que seamos semejantes a El en algún grado, porque las cosas enteramente disímiles no pueden congeniar y seres completamente diferentes jamás pueden tener comunión unos con otros. Por lo tanto es necesario que usemos todos los medios de gracia para poner nuestras almas en armonía con el carácter de Dios.
"Tú has de conocer que tu alma es el centro, habitación y reino de Dios", dice Molinos. "Y por lo tanto, para que el soberano Rey descanse en ese trono, debes poner cuidado en guardar tu alma pura, quieta, vacía y pacificada; pura de culpa y defectos; quieta de temores; vacía de afectos, deseos y pensamientos; y pacificada en tentaciones y tribulaciones. Siempre debes guardar tu corazón en paz, conservarlo puro como templo de Dios, y con pura y recta intención has de trabajar, orar, obedecer, y sufrir, sin turbarte nunca, sea donde fuere donde el Señor te mande".
Para disfrutar de este creciente conocimiento de Dios tenemos que ir algo más allá de los blancos fáciles que colocan los evangélicos de hoy. Debemos concentrar nuestros corazones en Dios, y con deliberado propósito elevarnos sobre el nivel común y muerto de los cristianos corrientes.
Si comenzamos a hacer esto seguramente que el diablo comenzará a acusarnos, y aun nuestros amigos nos advertirán del peligro de una actitud que dice "soy más santo que tú". Pero así como la tierra prometida tenia que ser tomada por asalto, contra toda oposición de tos enemigos, así también las alturas de una vida espiritual mejor deben ser tomadas con decisión y arrojo, en contra de las agrias y violentas protestas del diablo.
Cuando comenzamos a progresar en el conocimiento de Cristo, abrimos nuevas áreas de nuestro ser a los ataques, pero ¿qué importa? Recuerde que nuestra complacencia espiritual es mucho más mortal que cualquier arma que Satanás lance contra nosotros en nuestra lucha espiritual. Si nos quedamos en casa para escapar a la tentación, vamos a ser tentados peor, y nada ganaremos con ello. "Habéis estado bastante tiempo en este monte: . . mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra" (Deuteronomio 1:6,
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A.W. Tozer
¡Jesus es el Señor!