DEBEMOS ADORAR SÓLO AL DIOS ETERNO
Continua Cap. 5
Hay aquí envuelto un milagro. Este nuevo creyente, que sólo hace unos días era un pecador perdido e im-perdonado, es ahora por la fe y la gracia un hijo de Dios, ¡y desde dentro mirando afuera!
No menospreciamos los muchos logros de aquellos que son eruditos y capaces en la acumulación de conoci-mientos de este mundo. Pero estudiar y esforzarse sólo por este mundo no es suficiente. La clave es Dios si pertenece con todo el derecho al centro de todas nuestras empresas. Todas las puertas tienen que ser finalmente abiertas, por medio de la fe, con la llave llamada Dios.
Si debemos tener cualquier entendimiento satisfac¬torio y permanente de la vida, tiene que ser dado divi¬namente. Comienza con la confesión de que es en verdad el Dios que se ha revelado a nosotros quien es el gran pilar central que sustenta el universo.
Creyendo esto, pasamos entonces a reconocer que hemos con ello descubierto Su gran propósito eterno. Dios nos hizo hombres y mujeres a Su imagen. Él nos ha redimido y restaurado mediante Su plan de salvación para que le amemos y adoremos para siempre.
Dios dijo: -He hecho al hombre a Mi imagen, y el hombre debe estar por encima de todas las otras cria¬turas. Debe estar por encima de los animales de la tierra, de las aves del aire y de los peces de la mar. El hombre redimido debe estar incluso por encima de los ángeles en los cielos. Debe entrar en mi presencia perdonado y sin estar avergonzado. Debe adorarme a Mí y contemplar Mi rostro mientras trascurren las edades.»
Dios es el único fundamento seguro. El gozo de la cer¬tidumbre pertenece a las personas creyentes. Me asocié
con ellas cuando me convertí a los diecisiete años. Hasta este momento nada sabía acerca del amor, de la espe-ranza, de la confianza o de la fe en Dios. Hay millones de personas hoy que están tan perdidas como yo lo esta-ba. Siguen estando sin Dios, confundidas acerca de esta vida, y careciendo del conocimiento de la vida venidera.
Los creyentes cristianos acerca de los que estoy hablando son los santos y los místicos, el pueblo de Dios. Tienen una visión sencilla y más hermosa del mundo que la de los científicos. Es sencillamente ésta: «Sabemos lo que creemos. Sabemos que estamos en este mundo para adorar a Dios y gozar de Él. Sabemos lo que Dios está dispuesto a hacer por todos los que le aman, por toda la eternidad.»
Así, ellos saben algunas cosas importantes a largo plazo. Estas cosas están escondidas a otros hombres y mujeres que tratan de hallar sus respuestas en la acu¬mulación de conocimiento relacionado con este mundo presente.
La persona promedio en el mundo, hoy, sigue, sin Dios, sin esperanza, está entregada a una desesperada búsqueda personal a lo largo de su vida. No sabe real¬mente donde ha estado. No sabe realmente qué es lo que hace aquí y ahora. No sabe adonde va.
El triste comentario es que lo está haciendo todo en base al tiempo prestado, al dinero prestado y a la fuerza prestada, y ya sabe que al final...ciertamente morirá!, Se reduce todo a la aturdida confesión de muchos de que «hemos perdido a Dios, de alguna manera, por el camino».
¿Qué les sucede a los que pierden a Dios? Parece bien: evidente que se vuelven muy activos tratando de encontrar alguna cosa distinta que adorar.
El hombre, hecho más semejante a Dios que cualquier otra criatura, ha llegado a ser menos semejante a Dios que cualquier otra criatura. Creado para reflejar la gloria de Dios, se ha retirado resentido dentro de su cueva, reflejando sólo su propia pecaminosidad.
Ciertamente, es una tragedia por encima de todas las tragedias en este mundo que el hombre, hecho un alma para adorar, alabar y cantar la gloria de Dios, ahora se hunda en un resentido silencio en su cueva. El amor ha desaparecido de su corazón. La luz se ha ido de su mente. Habiendo perdido a Dios, va tropezando a ciegas por este mundo tenebroso sólo para encontrar al final un sepulcro.
En una entrevista por la radio le preguntaban a un brillante y célebre autor canadiense acerca de la moder¬na escena mundial. Le hicieron esta escrutadora pre¬gunta: «¿Cuál considera usted que es el error más alarmante que estamos cometiendo en nuestra actual sociedad y civilización?»
Su respuesta fue rápida y al punto: Considero que nuestro mayor error es la creencia tan arraigada de que los humanos somos seres predilectos del Dios Omni¬potente; que significamos más que otras cosas en el mundo; que Dios tiene un amor especial por nosotros como personas.»
¡Oh, hermano! El hombre tal como fue originalmente creado es el amado de Dios. El hombre es el ser amado del universo.
Desde que aprendí que Cristo Jesús vino al mundo para ser mi Salvador, he basado mi vida en la revelación de Dios en las Escrituras. No importa lo brillante que pueda ser la mente de nadie, no puede sacudirme por lo que respecta a las cosas de Dios. Me arrojará sus objeciones y conclusiones terrenales sin hacerme efecto alguno.
En realidad, las diferencias entre la incredulidad y la fe, entre la desesperanza y la certidumbre, entre la pers-pectiva humana y la divina, vienen frecuentemente a la luz cuando el creyente afronta la muerte.
Se nos dice que cuando Juan Wesley estaba murien¬do, trataba de cantar, pero su voz casi se había desva¬necido. Tenía casi noventa años de edad. Había viajado cientos de miles de millas a lomo de caballo, predicando tres o cuatro veces al día fundando una gran iglesia. Su teología era claramente arminiana, pero mientras que su familia y amigos cristianos se reunían alrededor de su lecho, él trataba de cantar las palabras de un viejo himno calvinista:
Mientras aliente mi vida alabaré a mi Hacedor, Y citando mí alma en la muerte se sumerja, La alabanza mis más nobles poderes empleará.
Es por esto que no puedo enardecerme en una lucha en favor de una facción teológica u otra. Si Isaac Watts, un calvinista, podría escribir tal alabanza a Dios, y Juan Wesley, un arminiano, podía cantarla con anhelo, y si ambos se pueden encontrar y abrazarse el uno al otro en la gloria, ¿por qué debería obligar a nadie a confesar: ¡No sé lo que soy!»? ¿Por qué debería nadie incomodarme con una cuestión como ésta? Fui creado para adorar y alabar a Dios. Fui redimido para adorarle y gozar de Él para siempre.
Ésta es la cuestión primaria, hermano, hermana. Es por esto que invitamos fervorosamente a hombres y mujeres a que se conviertan, tomando a Jesucristo como su Salvador y Señor.
Dios no te pide que vayas a Cristo sólo para alcanzar paz mental ni para hacer de ti un mejor negociante, una mejor mujer. Fuiste creado para adorar. Dios quiere; que conozcas Su redención para que quieras adorarle y alabarle.
¡Jesús es el Señor!