La obra del Espíritu en el evangelio
Lucas 15:8 ¿O qué mujer que tiene diez monedas de plata, si pierde una moneda, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca cuidadosamente hasta encontrarla? (9) Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la moneda de plata que había perdido. (10) Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
El evangelio es inadecuado si sólo menciona la obra del Padre y del Hijo sin mencionar la obra del Espíritu Santo... Lucas 15 nos muestra tres parábolas. Por un lado, vemos al Padre que ama, esperando recibir a los pecadores. Y por el otro, vemos al buen Pastor que viene al mundo a buscar la oveja perdida. Pero después de que la obra del Señor se completara y antes de que el pecador llegara a la casa, hay otra parábola, que habla de una mujer que busca minuciosamente la moneda perdida con una lámpara encendida.
Primero, uno ve la venida del Señor Jesús a la tierra para buscar a los pecadores. En segundo lugar, ve que la mujer enciende la lámpara para iluminar, barrer y buscar la moneda perdida. Así, el Espíritu Santo trabaja con el Padre y el Hijo para buscar pecadores a fin de cumplir la obra del evangelio. El Hijo vino para morir por el pecador; el Padre recibe al pecador en casa; y el Espíritu Santo trabaja iluminando el corazón del hombre y mostrándole su verdadera posición.
El Espíritu Santo ilumina paciente y cuidadosamente al hombre y le muestra que está perdido. Lo que el Espíritu Santo hace es mostrar al hombre que su posición está mal. Así, el primer sentir de un hombre que haya experimentado la obra del Espíritu Santo no es algo relacionado con el pecado, sino que siente que está lejos de casa. Su relación con Dios está interrumpida. Ha creado un problema entre él y Dios. Es un hombre perdido.
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Aguas refrescantes 14 de Enero
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados”. Juan 1:9.
Si un hijo de Dios peca y continúa en ese pecado sin confesarlo, sigue siendo un hijo de Dios. Todavía Dios es su padre pero se plantea una debilidad en su concien¬cia: ya no puede estar con confianza en la presencia de Dios. Aunque procure la comunión con Dios encontrará que la misma se hace dolorosa y limitada:. La espontanei¬dad desaparece. Dentro de sí mismo notará un sentido de distanciamiento. Sin embargo, existe un camino seguro para la restauración inmediata y consiste en confesarle a Dios el pecado, e invocar al Señor Jesucristo como el abogado que conducirá su causa.
No nos detengamos, pues, con un sentido de vergüenza por el pecado pensando que tal actitud podrá producir santidad en nosotros. No hay mérito alguno en un sentir de culpa que' no conduzca al arrepentimiento. Si alguno peca, lo único .que debe hacer es ir a Dios en confesión, confiando en que Jesucristo el Justo abogará su causa.
W. Nee
Jesús es el Señor!
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