EL ESPIRITU SANTO Y EL ESPIRITU DEL CREYENTE
Los creyentes de hoy carecen del conocimiento acerca de la existencia del espíritu humano y sus funciones. Muchos de ellos no saben que además de su mente, su parte emotiva y su voluntad, tienen espíritu. Incluso después de escuchar que tienen espíritu, piensan que su mente, su parte emotiva o voluntad son dicho espíritu, o se confunden por desconocer dónde se encuentra éste. Esta ignorancia es un asunto muy serio. Los creyentes no saben cooperar con Dios ni tener dominio propio ni pelear en contra de Satanás, debido a que todas estas cosas requieren la acción del espíritu.
Lo más importante que un creyente debe saber es que tiene un espíritu, además del intelecto, el conocimiento y la imaginación, los cuales se hallan en la mente; los sentimientos, el amor y los deseos, los cuales se hallan en su parte emotiva; y las ideas, opiniones y determinaciones, que se encuentran en la voluntad. El espíritu es más profundo que la mente, la parte emotiva y voluntad. El creyente debe saber que tiene un espíritu y también debe conocer el sentir del espíritu, su función, su poder y el principio sobre el cual actúa. Sólo así podrá el creyente andar según el espíritu, no según el alma carnal ni según el cuerpo.
El espíritu y el alma de una persona que no ha sido regenerada dan la impresión de estar vinculados, pues ella sólo conoce los sentimientos del alma, que son fuertes y poderosos, e ignora la existencia del espíritu, el cual está muerto y retraído. Esta ignorancia comenzó cuando era un pecador, y continúa aun después de llegar a ser creyente. Aunque el creyente tiene vida en su espíritu, así como la experiencia de haber vencido “las cosas de la carne”, algunas veces anda según el espíritu, y otras, en el alma. No sabe lo que el espíritu exige ni cómo identificar lo que proviene del espíritu ni cómo nutrirlo; no conoce los sentimientos del espíritu ni el significado de lo que representan. Todo esto restringe la vida del espíritu, y permite que la vida natural del alma continúe actuando sobre este mismo principio. Esto es algo muy delicado y va más allá de la imaginación del creyente común. Algunos creyentes fielmente buscan experiencias espirituales más elevadas y profundas, pero después de experimentar la victoria sobre los pecados, no siguen adelante debido a que desconocen la función del espíritu. En lugar de eso, van en pos de “conocimiento espiritual y bíblico” que satisfaga sus mentes; procuran sentir la presencia del Señor, y una especie de fuego recorre sus miembros; se conducen y andan principalmente de acuerdo al poder de su propia voluntad. Como resultado, el creyente se engaña, dando exagerado énfasis a sus propias experiencias (anímicas), y llega a considerarse un gigante espiritual. Esto cultiva la vida de su yo (su alma). Por un lado, él piensa que su experiencia es espiritualmente sólida, y que lo preservará en la senda espiritual. Los hijos de Dios deben humillarse delante de Dios y sujetarse al Espíritu Santo y a las enseñanzas bíblicas, y gradualmente examinar la función y la obra del espíritu, a fin de andar conforme al espíritu.
¡Jesús es el Señor!