TENEMOS QUE VELAR
Tenemos que velar para que cuando oremos no hablemos descuidadamente. Una vez un hombre muy experimentado en la oración escribió un himno. Una línea de ese himno habla acerca de la oración. Dice que si uno quiere orar a Dios, primero debe saber con certeza lo que quiere de Dios. Hermanos y hermanas, si no sabemos lo que queremos cuando nos arrodillamos para orar, ¿como podemos esperar que Dios conteste nuestra oración? Si nuestra oración carece de propósito y de sinceridad, no es oración. Satanás utilizará esto para hacernos pensar que hemos orado, cuando en realidad no lo hemos hecho. Tenemos que ser vigilantes y estar en guardia para que cada vez que acudamos a orar delante de Dios, sepamos cuál es el deseo de nuestro corazón. Si no tenemos ningún deseo, no tenemos oración. Todas las oraciones son gobernadas por nuestro deseo. Nuestro Señor pone atención a esto. El ciego Bartimeo le rogó al Señor, diciendo: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” El Señor le preguntó: “¿Qué quieres que te haga?” (Mr. 10:47, 51). El Señor nos hace la misma pregunta hoy: “¿Qué quieres que te haga?” ¿Puede usted contestar esa pregunta? Hay algunos hermanos y hermanas que oran diez o veinte minutos. Luego cuando uno les pregunta: “¿Qué le pediste a Dios?”, no pueden responder. Aunque posiblemente dijeron muchas cosas en su oración, ni siquiera saben lo que pidieron. Esta es una oración sin deseo, carente de propósito y que no cuenta para Dios. Tenemos que velar para defendernos de esta clase de oración.
Cuando oramos, no sólo debemos tener un deseo, sino también las palabras para expresarlo. A veces hay un deseo en nuestro corazón, pero cuanto más hablamos, más lejos parecemos estar de nuestro deseo. También debemos velar para estar en guardia contra esto, ya que la estrategia de Satanás consiste en impedir que oremos, o empujarnos en la oración para que quedemos completamente perdidos al orar. Por lo tanto, cuando oremos debemos estar en guardia para que nuestras palabras no se desvíen del centro. Una vez que nos demos cuenta de que nuestras palabras se han desviado, debemos regresar. Debemos velar para poder dirigir nuestra oración al blanco y persistir para no dejar entrar palabras innecesarias. Debemos guardarnos de hacer “oraciones” que en realidad no lo son.
Necesitamos velar en oración y no permitir que Satanás interrumpa nuestra oración con sus engaños. Muchas veces Satanás nos acusará después de que hayamos sufrido una pequeña derrota y hará que nos analicemos mientras oramos, de tal modo que no podamos abrir nuestra boca delante de Dios. Cuando la respuesta de Dios parece estar muy lejos, Satanás hará que nos sintamos desalentados y desilusionados, y hará que perdamos el deseo de seguir confiando en Dios. Hermanos y hermanas, si nuestra oración ha de corresponder a la voluntad de Dios tenemos que persistir en ella hasta el fin. Aún cuando fracasemos, podemos venir delante de Dios por medio de la sangre del Cordero; no debemos permitir que Satanás interfiera. Debemos ser como la viuda que oró hasta que el juez le hizo justicia (Lc. 18:7). Debemos ser como la sunamita que se negó a marcharse hasta que Eliseo se levantó y la siguió (2 R. 4:30). Creemos que una demora en la respuesta a la oración nos permite comprender algo que no habíamos comprendido y aprender lecciones que ignorábamos. Nunca debemos permitirle a Satanás que detenga nuestra oración ni que la dañe.
Podemos cantar himnos en cuanto a la guerra espiritual; tales como #396, #330 y #402 (de Himnos).
Satanás no se quedará pasivo cuando algunos de nosotros nos reunamos a orar. Estará activo de muchas maneras y trazará muchos planes para detener nuestra oración. Tal vez surjan rumores infundados, informes falsos, celos sin causa, malos entendidos, complicaciones, temores inexplicables y olas de amenazas procedentes de todos lados. Todos estos ataques están bajo la dirección secreta de Satanás y tienen el propósito de crear alguna especie de división para sacudir la reunión de oración y destruir la unidad en la oración. Así que, debemos someterlo todo a prueba (1 Ts. 5:21). No debemos hacer caso a palabras dichas a la ligera, ni debemos ser movidos por ellas ni difundirlas. Si velamos, descubriremos que muchas palabras innecesarias e inexactas, y otras cosas, son engaños del enemigo. Su meta es hacer que el pueblo de Dios dude, se debilite y se disperse. Por un lado, debemos orar, y por otro, debemos estar en guardia. Necesitamos seguir el ejemplo de Nehemías, quien puso guarda de día y de noche (Neh. 4:9). Nuestra respuesta a la amenaza de Satanás es: “No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas... ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré” (Neh. 6:8,11). No temeremos ni dejaremos de orar. En una ocasión un hermano dijo: “Cuánto necesitamos un atalaya que vigile contra el engaño del diablo, pues los ardides que usa para destruir la vida corporativa del pueblo de Dios exceden a nuestra capacidad de contar”. Por esta razón, necesitamos velar para examinar y supervisar estas cosas a fin de no dar a Satanás la oportunidad de dividirnos, de destruir nuestra unidad en la oración ni de detener nuestras oraciones.
Aguas refrescantes 11 de septiembre
Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él. Salmo 118:24.
El día designado por el Señor es el día en que la piedra desechada por los edificadores vino a. ser cabeza del ángulo. ¿Quién decide si una piedra es apta o no? Por supuesto, los edificadores. Si el albañil dice que cierta
piedra no es apropiada para construir la casa, no es nece¬sario preguntarle a otra persona. Sin embargo, en este caso, algo extraño ha ocurrido. La piedra que los edificadores rechazaron "ha venido a ser cabeza del ángulo". Dios le ha dado la máxima responsabilidad. Esto "es cosa maravillosa a nuestros ojos". .
En la secuencia del salmo encontramos una maravilla aun mayor, y es la designación de un día especial basada en la elección divina de Jesucristo como la principal piedra del ángulo. Averigüemos, pues, de qué día se trata. La respuesta la encontramos en Hechos 4: 10ss y está referida al día en que Aquél a quien los hombres recha¬zaron fue resucitado de entre los muertos. No nos confun¬damos. La Biblia explica claramente que este día que el Señor hizo es el día de la resurrección. De manera que todos los hijos de Dios pueden reunirse en este día en el nombre de su Hijo, y alegrarse.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
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