NO AMEIS EL MUNDO
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.1a Juan 2:15
INTRODUCCIÓN
Habiendo estado esclavizados al pecado, aceptamos con naturalidad que las cosas pecaminosas son satánicas; pero ¿creemos también que las cosas del mundo son satánicas? Muchos de nosotros, creo, dudamos aún de esto. Sin embargo con cuánta claridad nos afirma la Escritura que "el mundo entero está bajo el maligno" (1 Jn. 5:19). Satanás bien sabe que, hablando en términos generales, es vano e inútil procurar enlazar a los verdaderos creyentes por medio de cosas que son positivamente pecaminosas. Se darán cuenta del peligro y lo eludirán. De modo que ha ingeniado una red seductora, tan hábilmente confeccionada que atrapa hasta los hombres más inocentes. Huimos de los deseos pecaminosos y hacemos bien, pero cuando se trata de cosas tan inocuas como la ciencia, el arte y la educación, ¡con qué facilidad perdemos nuestro sentido de valores y caemos presa de su seducción!
Sin embargo la sentencia de juicio de nuestro Señor implica claramente que todo lo que constituye "el mundo" está en desacuerdo con el propósito de Dios. Sus palabras "ahora es el juicio del mundo" (Jn. 12:31), implican claramente la condenación de todo lo que forma parte del kosmos* y no se habrían pronunciado si en realidad no hubiese algo radicalmente malo en él. Aún más, cuando Jesús prosigue diciendo: "Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera", no está enfatizando una mera relación íntima entre Satanás y el sistema del mundo sino el hecho de que su condenación está ligada con la suya. ¿Reconocemos que Satanás es hoy el príncipe de la educación, de la ciencia, de la cultura y de las artes, y que éstas, con él, están condenadas? ¿Reconocemos que él es el gobernador efectivo de todas las cosas que forman parte del sistema del mundo?
Cuando se menciona un salón de baile o un club nocturno, nuestra reacción como creyentes es de inmediata desaprobación. Para nosotros son 'el mundo' por excelencia. Cuando, sin embargo (yendo al otro extremo), se discuten temas de ciencia médica o servicio social, quizá no haya reacción alguna. Estas cosas reciben nuestra aprobación tácita y quizá nuestra ayuda entusiasta. Y entre estos dos extremos hay una hueste de cosas que varían grandemente en la influencia que ejercen para bien o mal, entre los cuales no nos pondríamos de acuerdo sobre dónde trazar una línea exacta. Sin embargo debemos enfrentar el hecho que el juicio ya ha sido pronunciado por Dios, no sobre ciertas cosas que pertenecen a este mundo, sino imparcialmente sobre todas ellas.
W. Nee
“No ameis el mundo”
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