LO GENUINO NO SE PUEDE IMITAR
Ya dijimos que el quebrantamiento del hombre exterior es una experiencia genuina que no se puede falsificar ni imitar; sólo el Espíritu Santo lo puede producir. Cuando decimos que el creyente debe ser manso, no nos referimos a que deba actuar como si lo fuera, pues la mansedumbre no se puede producir por el esfuerzo humano; y si alguien lo lograra, descubriría que esa mansedumbre falsa e inútil tendría que ser eliminada, dado que la mansedumbre que cuenta proviene de la obra del Espíritu Santo. Según nuestra experiencia, ningún logro nuestro tiene validez alguna, ya que lo verdadero es lo que el Espíritu Santo genera. Sólo El conoce nuestra condición y, por ende, prepara las circunstancias del caso con el fin de quebrantarnos.
Nuestra responsabilidad consiste en pedir la iluminación de Dios para reconocer y aceptar Su obra en nuestra vida. Debemos ser sumisos bajo la poderosa mano de Dios y aceptar que El no se equivoca en nada. No deberíamos ser semejantes a una mula sin entendimiento; por el contrario, deberíamos someternos voluntariamente al quebrantamiento y la corrección que vienen de Dios. Cuando presentamos nuestra vida voluntariamente para que Su mano poderosa la moldee, comprendemos que debimos haberlo hecho cinco o diez años antes y nos lamentamos por tanto tiempo perdido. No debemos dejar que pase un día más sin presentarnos a Dios; digámosle: “Señor, todo este tiempo he sido ciego; no entendía de dónde me querías rescatar ni hacia dónde me querías conducir. Ahora entiendo que deseas quebrantarme; por lo tanto, te rindo mi vida completamente”. Es posible que dejemos de ser estériles y empecemos hoy mismo a llevar fruto. Además, el Señor iniciará una obra de demolición en muchas áreas de nuestra vida desconocidas incluso para nosotros. Cuando termine esta demolición, habrá quitado de nosotros el orgullo, el amor propio y la vanagloria, de manera que nuestro espíritu podrá liberarse y El lo podrá utilizar, y nosotros podremos usar nuestro espíritu.
Ya que estamos conscientes de que el quebrantamiento es obra exclusiva del Espíritu Santo, entendemos que es inútil tratar de imitarlo, pues tal acción no sería más que nuestro esfuerzo natural. Surge un interrogante en nosotros. Sabiendo que cualquier actividad proviene de la carne, ¿debemos detener todo intento natural de imitar la obra del Espíritu Santo, o debemos esperar a que el Espíritu actúe? ¿Debemos esperar a que venga una gran luz sin procurar limitarla en forma alguna? Lo más indicado sería, sin duda alguna, cesar toda actividad de nuestra carne. Hacer esto es muy diferente a pretender una condición que no tenemos. Por ejemplo, si tenemos la tendencia de ser orgullosos, debemos negar este impulso en nosotros, pero no debemos pretender ser humildes. Si nos enojamos fácilmente, debemos negar nuestro carácter, mas no debemos fingir mansedumbre. Dejar de hacer algo es una restricción preventiva, mientras que pretender que somos de cierta manera, es una acción infructuosa. El orgullo es negativo y debemos eliminarlo, mientras que la humildad es positiva y no podemos imitarla sin caer en el engaño. Supongamos que alguien es muy obstinado, que tiene un tono áspero y una actitud inflexible; es conveniente que controle su aspereza, pero no debería simular que es sumiso. Debemos detener toda actividad y actitud negativa que detectemos en nosotros, pero no tratar de falsificar virtudes positivas que no tengamos. Lo que debemos hacer es ofrecernos al Señor y decirle: “Señor, no deseo tratar de aparentar lo que es Tuyo; confío en que Tú mismo obrarás en mí”. Si hacemos esto, el quebrantamiento y la edificación serán una realidad.
Ninguna imitación es una obra genuina de Dios, sino un esfuerzo humano. Por lo tanto, todo buscador genuino debe procurar la realidad interior y no la imitación exterior. Debe permitir que Dios efectúe una obra genuina en su interior, la cual se expresará. Toda actividad meramente externa es falsa, así que, toda clase de imitación humana debe ser desechada, pues no sólo es un fraude para otros, sino también para la persona que lo hace. Una persona que constantemente afirma ser lo que no es, corre el riesgo de llegar a creer su propio engaño, confundiendo así la realidad con lo que afirma ser, hasta quedar enredada en su propio engaño. Mejor es no tratar de aparentar nada y ser sinceros en nuestra conducta, aunque en cierta medida nos conduzcamos en el hombre natural, pues así permitiremos que Dios produzca lo verdadero en nosotros. Debemos ser genuinos en nuestro vivir y en lugar de tratar de aparentar lo genuino, debemos confiar en que el Señor añadirá cada día Sus virtudes a nuestra vida.
Otro problema que encontramos con frecuencia es que algunos expresan ciertas virtudes en la esfera natural. Por ejemplo, algunos son mansos por naturaleza. ¿Cuál es la diferencia entre la mansedumbre natural y la que resulta de la disciplina del Espíritu? Debemos recalcar dos asuntos en relación con esto. En primer lugar, todo lo que es natural es independiente del espíritu, y además, todo lo que viene por medio de la disciplina del Espíritu Santo está bajo el control de nuestro espíritu, y solamente se mueve en coordinación con éste. La mansedumbre natural muchas veces entorpece la acción del espíritu, y todo lo que estorbe la acción del espíritu es obstinado por naturaleza. Si el Señor le indicara a una persona así que se pusiera de pie y diera una exhortación severa, su mansedumbre natural le impediría hacerlo y seguramente diría: “Oh, yo no soy capaz de hacerlo, nunca he hablado así en toda mi vida. Que otro hermano lo haga”. En esto podemos ver que en ese momento la mansedumbre natural no está bajo el control del espíritu, ya que todo lo que es natural se rige por su propia voluntad y obstinación, y sigue sus propias inclinaciones y, por ende, no puede ser usado por el espíritu. Sin embargo, la mansedumbre producida por el quebrantamiento es muy diferente, pues no ofrece genuina resistencia al espíritu ni sugiere opinión alguna, ya que es dirigida y usada por él.
En segundo lugar, las personas que son mansas por su carácter y no por el espíritu, sólo son dóciles y sumisas cuando todo está a su favor y bajo su control; pero tan pronto se les pide hacer algo que no les agrada, su actitud cambia y su mansedumbre desaparece. Por consiguiente, ninguna virtud natural incluye la negación del yo; por el contrario, todas ellas promueven la vanagloria. Esta es la razón por la cual siempre que la individualidad de dicha persona se ve amenazada, desaparecen su humildad, su mansedumbre y todas sus “virtudes”. Sin embargo, las virtudes que son fruto de la disciplina del Espíritu y del quebrantamiento del yo están en una esfera muy distinta. Cuanto más quebranta Dios el yo, más se manifiestan estas virtudes; cuanto más herida sea la persona, más mansa llega a ser. Existe una diferencia enorme entre las llamadas virtudes naturales y el fruto genuino del Espíritu.
“El quebrantamiento del hombre exterior y la liberación del Espiritu. Pags. 112-115”
Ningún verdadero siervo del Señor debe permitir que sus pensamientos y emociones actúen independientemente. Cuando su hombre interior requiera liberación, el hombre exterior deberá proporcionarle un canal por el cual el espíritu pueda salir y llegar a otros. Si no hemos aprendido esta lección, nuestra efectividad en la obra del Señor será muy limitada.
“Señor, por el bien de la iglesia, por el avance del evangelio, para que Tu tengas libertad de actuar y para que yo mismo pueda avanzar espiritualmente, me entrego a Ti total e incondicionalmente. Señor, con gusto y humildemente me pongo en Tus manos. Estoy dispuesto a que te expreses libremente por medio de mí”.
“Señor, doblega a la iglesia para que salves al mundo” Evan Roberts
Watchman Nee
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är Herre
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