LA NECESIDAD DE ESTA REVELACION DIVINA
No puede hacerse efectiva nuestra crucifixión por voluntad o esfuerzo nuestro, sino sólo
por aceptar lo que hizo el Señor Jesús en la Cruz. Es necesario que nuestros ojos sean abiertos para ver la obra consumada del Calvario.
Después de mi conversión, estudié las Escrituras y supe que el Señor había muerto, y me di cuenta que yo también debería morir; porque era demasiado malo para seguir viviendo. Así que traté de morir, traté de vivir como si hubiera muerto. ¿Con qué resultado? El mismo antiguo mal genio, los mismos antiguos pecados; no había liberación.
Durante siete años después de convertido, a pesar de todos mis esfuerzos, no pude entrar
en la experiencia de la muerte de Cristo. Cuanto más me consideraba muerto al pecado, tanto más parecía estar vivo. Me era imposible considerarme muerto, y no podía producir la muerte. Cada vez que solicitaba ayuda de otros, me decían que leyera Romanos 6:11, y cuanto más leía este verso y procuraba considerarme muerto, más lejos parecía estar de serlo: no podía lograrlo. Comprendía cabalmente la enseñanza de que debía considerarme muerto, pero no podía entender por qué no veía resultado alguno de ello. Debo confesar que por meses estuve muy preocupado. Le dije al Señor: “Si esto no está claro, si no puedo llegar a ver esto que es tan fundamental, dejaré todo, no predicaré más, no saldré más a servirte; quiero primero comprender bien esto. Durante meses estuve buscando, a veces con ayunos, sin lograr nada.
Recuerdo que una mañana -esa fue una mañana de verdad y que nunca podré olvidar estaba yo sentado, leyendo en mi escritorio la Palabra, y orando. Recuerdo que pedí: “Señor, abre mis ojos”, y repentinamente lo vi todo. Vi que estaba identificado con Cristo. Vi que yo estaba en Él, y que la cuestión de mi muerte era ya un asunto del pasado y no del futuro, y que yo estaba en Él cuando Él murió. Todo se me había aclarado. Tanto gozo me produjo este tremendo descubrimiento, que salté de la silla y grité, “¡Alabado el Señor, yo estoy muerto!” Salí de la pieza con estrépito y encontrándome con uno de los hermanos que estaban ayudando en la cocina, le dije: “¿Sabes que he muerto?” Me miró asombrado, pero yo continué: “¿Sabes que Cristo murió? ¿Sabes que estoy tan muerto como lo estuvo Cristo? ¿Sabes que Cristo no estuvo de ninguna manera más muerto que yo?” Desde aquel día hasta el presente no he dudado jamás de mi propia muerte. “Con Cristo estoy juntamente crucificado”.
Amigos, éste es el primer paso para entrar en la vida cristiana normal. Si hemos de vivir
tal vida, nuestra primera necesidad es de revelación. No quiero con esto dar a entender que no necesitamos vivirlo prácticamente. Sí, hay una aplicación práctica de la muerte que veremos más adelante1 pero la base ante todo, es ésta: Yo he sido crucificado; ya está hecho. Que Dios abra nuestros ojos para ver lo que Él ha hecho para nosotros en su propio Hijo.
Cuando Hudson Taylor entró en la vida cristiana normal, fue así. Había primeramente tratado de entrar en Cristo, pero se encontraba cayendo de esa posición. Cuando el Señor le mostró que ya estaba en Cristo, como el sarmiento en la vid, no procuró ya más de ganar entrada, sino que pudo alabar al Señor que estaba ya en Él. Pensad en la extraordinaria ocupación de estar en una pieza en la cual uno ya se halla. Pensad en el absurdo de pedir que os pongan dentro. Si ya reconozco el hecho de que ya estoy adentro, no haré esfuerzo alguno para entrar.
Si tuviéramos más revelación, tendríamos menos oraciones. Mucho de nuestro orar es tal por causa de nuestra ceguedad: no vemos lo que Dios ha hecho. ¡Estáis crucificados, de hecho! ¿Por qué orar para llegar a ser muertos? ¿Por qué orar para llegar a ser crucificados? Es igualmente absurdo. No necesitáis orar al Señor para hacer cosa alguna, meramente necesitáis que los ojos os sean abiertos para ver que Él ha hecho todo. Eso es el argumento. No necesitamos obrar para morir; no necesitamos esperar para morir; somos muertos. Sólo necesitamos reconocer lo que el Señor ya hizo, y alabarle por ello.
W. Nee
Ningún verdadero siervo del Señor debe permitir que sus pensamientos y emociones actúen independientemente. Cuando su hombre interior requiera liberación, el hombre exterior deberá proporcionarle un canal por el cual el espíritu pueda salir y llegar a otros. Si no hemos aprendido esta lección, nuestra efectividad en la obra del Señor será muy limitada.
“Señor, por el bien de la iglesia, por el avance del evangelio, para que Tu tengas libertad de actuar y para que yo mismo pueda avanzar espiritualmente, me entrego a Ti total e incondicionalmente. Señor, con gusto y humildemente me pongo en Tus manos. Estoy dispuesto a que te expreses libremente por medio de mí”.
“Señor, doblega a la iglesia para que salves al mundo” Evan Roberts
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är Herre
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