LA MANERA DIVINA DE LIBRAR
Claramente Dios propone que esta consideración nos lleve a experimentar la liberación del pecado. Esto, Pablo lo aclara al principio del capítulo 6 con la pregunta: “¿Perseveraremos en pecado?” Su ser entero rechaza la mera sugestión. En ninguna manera, exclama el apóstol.
¿Cómo puede un Dios santo estar satisfecho con hijos impíos, esclavos del pecado? Así, pues, “¿cómo viviremos aún en él?” (Ro. 6: 1,2). Dios, por tanto ha hecho provisión adecuada para que seamos librados del dominio del pecado.
He aquí nuestro problema. Nacimos pecadores; ¿cómo, pues, podremos separarnos de nuestra herencia pecaminosa? Entendiendo que nacimos en Adán ¿cómo separamos de Adán? Aquí me apresuro a aclarar que la Sangre no nos puede separar de Adán. Hay un solo camino.
Ya que entramos por nacimiento, es evidente que saldremos por muerte. Para separarnos de nuestra tendencia pecaminosa, debemos separarnos de nuestra vida. La esclavitud al pecado vino por nacimiento; la liberación del pecado viene por muerte, y es precisamente éste el medio de escape que Dios ha provisto. La muerte es el secreto de la emancipación - “Muertos al pecado” (Ro. 6:1,11).
Pero ¿cómo morir? Algunos de nosotros hemos tratado afanosamente de librarnos de esta vida, pero la encontramos muy tenaz. ¿Cuál es la solución? No es tratar de matarnos, sino reconocer que Dios nos ha juzgado “en Cristo” -”¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (Ro. 6:3).
Entonces, si Dios ha tratado con nosotros “en Cristo Jesús”, ¿cómo entramos en Cristo? No tenemos modo de entrar, pero no necesitamos tratar de entrar, pues ya estamos. Lo que no pudimos hacer nosotros, Dios lo ha hecho a nuestro favor; El nos ha puesto en Cristo. ¡Alabado sea Dios!, no se dejó que nosotros descubriéramos o hiciéramos camino. “Por Él estáis vosotros en Cristo Jesús” (1 Co. 1: 30). No necesitamos pensar de cómo entrar. Dios ya lo ideó, y también lo llevó a cabo. Ya hemos entrado y, por consiguiente, no necesitamos tratar de entrar. Es un hecho divino, y es cosa terminada.
Propongo una ilustración: pongo un billete en mi Biblia. La Biblia y el billete son cosas distintas, pero si decido remitir mi Biblia a una lejana tierra, ¿puede esa Biblia ir y el billete quedar? Es evidente que donde va la Biblia, la acompaña el billete; y lo que le pasa a la Biblia, le pasará también al billete, porque está en ella. “Por Él estáis vosotros en Cristo Jesús”.
Dios nos ha puesto en Cristo, y en su proceder con Cristo, ha procedido con la raza entera.
Nuestro destino está ligado con el suyo, y lo que pasó con Él, pasó también con nosotros.
Cuando Cristo fue crucificado, nosotros también; y su crucifixión fue en el pasado y por lo tanto la nuestra; no puede ser futura. Que me muestre alguno un solo versículo en el Nuevo Testamento que diga que la crucifixión es cosa del futuro. Fuimos crucificados cuando lo fue Él, pues Dios nos puso en Él. Que hemos muerto en Cristo no es una mera posición doctrinal,sino una verdad, un hecho eterno. “Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte” (Ro. 6:3). Estar “en Cristo” es equivalente a haber sido identificados con Él en su muerte y resurrección. La Cruz es el poder de Dios que nos traslada de Adán a Cristo.
Tomado de “La vida cristiana normal” de W. Nee
¡Jesús es el Señor!