II. EJEMPLOS DE SIERVOS QUE MADRUGABAN.
En la Biblia encontramos ejemplos de siervos de Dios que madrugaban. He aquí algunos de ellos: 1. Abraham (Gén.19:27;21:14;22:3). 2. Jacob (Gn. 28:18). 3. Moisés (Ex.8:20;9:13; 24: 4;34:4). 4. Josué (Jos.3:1;6:12; 7: 16;8:10). 5. Gedeón (Jue.6:38). 6. Ana (1 Sam.1:19). 7. Samuel (1 Sam. 15:12). 8. David (1 Sam.17:20). 9. Job (Job 1:5). 10. María (Lc.24:22; Mr. 16:9; Jn.20). 11. Los apóstoles (Hch. 5:21).
En todos estos casos vemos que los siervos de Dios solían hablar con Dios y tener comunión con Él en la madrugada. Ellos se levantaban al alba para laborar en los negocios de Dios y para consagrarse. Aunque madrugar no es un mandamiento bíblico, hay suficientes ejemplos que nos muestran que todo siervo de Dios lo hace. Incluso el Señor Jesús madrugaba (Mr.1:35) Cuando escogió a los doce apóstoles, lo hizo temprano en la mañana (Lc.6:13). Si el Señor se levantaba temprano para hacer todo eso, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?
Si queremos seguir al Señor, no debemos pensar que es lo mismo levantarse una hora más temprano o más tarde. Una diferencia de una hora produce un resultado diferente, porque la lectura bíblica y la oración se vuelven ineficaces, aunque dediquemos el tiempo a ellas. Cuando uno madruga recibe grandes bendiciones; por eso deseamos que el recién convertido las disfrute desde el mismo comienzo de su vida cristiana. A un hermano le preguntaron por lo menos cincuenta veces en los primeros años de su vida cristiana: “¿A qué hora se levantó hoy?”. En realidad, madrugar es una bendición, y aquellos que han aprendido a hacerlo, saben lo que significa. Cuando nos levantamos tarde, nos empobrecemos espiritualmente y perdemos muchas bendiciones.
Hay muchos ejemplos en la Biblia de siervos de Dios que madrugaban. Otros siervos de Dios, como George Müller, Juan Wesley y muchos otros que no aparecen en ella también madrugaban. Podemos decir que todos aquellos a quienes conocemos en persona, o por medio de sus libros, y que han sido útiles en las manos de Dios, dieron mucha importancia al asunto de madrugar. Ellos le llamaban “devocional matutino”. Todo siervo de Dios debe practicar esto. Esto es una buena costumbre y nosotros los cristianos debemos cultivarla.
III. QUÉ HACER EN LA MADRUGADA.
No nos levantamos temprano sólo por tener una buena costumbre: lo hacemos como ejercicio del espíritu para tocar asuntos espirituales. Por tanto, en la aurora debemos hacer varias cosas específicas.
a) Tener comunión con Dios. En Cantar de los cantares 7:12 se nos muestra que el mejor momento para tener comunión con el Señor es la madrugada. Tener comunión con Dios es darle a Él cabida en nuestro espíritu y en nuestra mente, permitiendo que nos ilumine, nos hable y nos toque (Sal. 119:105,147). Durante ese tiempo, nuestro corazón se acerca a Dios, y Él se acerca a nosotros.
b) Alabar y cantar. La madrugada es la mejor ocasión para elevar nuestras alabanzas y nuestros cánticos a Dios. Esto hace que nuestro espíritu llegue a la cima.
c) Leer la Biblia. En la madrugada se debe recoger el maná (el cual es Cristo). ¿Qué significa comer el maná? Significa disfrutar a Cristo, la palabra de Dios y su verdad todos los días al amanecer. Después de comer el maná tenemos la fortaleza para andar por el desierto.
En una Biblia (sin notas), nosotros leemos cuidadosamente una pequeña porción de la Palabra, mezclando la lectura con cánticos, comunión y oraciones. Usamos esa porción de la Palabra para hablar con Dios: “Señor, esto es lo que yo necesito. Esta porción, este versículo y esta verdad muestran mi escasez. Señor, llena este vacío.” También debemos confesar nuestros pecados y los de los demás, orar y dar gracias por todo. La lectura bíblica no debe ser muy larga ni abarcar demasiado. Cinco versículos son suficientes. Si permanecemos una hora, leyendo y orando palabra por palabra cada versículo, en dulce comunión con Dios, seremos llenos interiormente.
En la Biblia aparecen muchas personas que tuvieron comunión con Dios de esta manera. Conocían a Dios y tenían una amistad íntima con Él. Esta comunión llegó a formar parte de sus vidas.
En los salmos, David intercambia los pronombres tú y Él; de tal manera que, mientras hablaba con el hombre, de repente dirigía su conversación a Dios. Esto nos muestra que David vivía en constante comunión con Dios. Nehemías mezclaba trabajo con la oración. Pablo escribió el libro de Romanos a aquellos que se encontraban en Roma. Sin embargo, algunas veces parecía olvidar que estaba escribiendo a los romanos; porque de repente empezaba a hablar con Dios. Esto también sucede en sus otras epístolas. A esto llamamos comunión. Es difícil saber donde comienza la comunión con Dios y dónde termina.
En la madrugada, cuando recogemos el maná, debemos aprender a mezclar la Palabra de Dios con la oración, la alabanza y la comunión. Entonces tendremos la experiencia de estar en la tierra y de repente en los cielos; en un momento estaremos en nosotros mismos, y al instante en Dios. Si continuamos practicando esto todas las mañanas, después de algún tiempo seremos llenos del Espíritu, y la Palabra de Dios morará en nosotros ricamente.
d) Orar. En los salmos 63:1 y 78:34 se nos muestra que debemos buscar al Señor de madrugada. La oración de la que hablamos en el párrafo anterior es una oración combinada, pero la oración a la que nos referimos ahora es más específica. Después de tener comunión, de alabar y comer el maná, uno es fortalecido, y puede expresar a Dios su sentir en oración. Ahora podemos orar durante media hora por las necesidades más urgentes, por nosotros mismos, por la iglesia y por el mundo. Por supuesto, también podemos orar en la tarde o en la noche, pero si aprovechamos la frescura que tenemos en la madrugada, cuando tenemos comunión con Dios y comemos el maná, la provisión que recibiremos será incalculable. El resultado de esto se manifestará en nuestro diario vivir.
George Müller afirmaba que su condición espiritual durante el día dependía exclusivamente de la alimentación que recibía del Señor por la mañana. Muchos cristianos son débiles durante el transcurso del día, porque desperdician las mañanas. Los creyentes nuevos deben aprender a madrugar, porque si no son fieles en esto, no lo serán en ninguna cosa; además de que nada les saldrá igual.
Un músico famoso dijo una vez: “Si dejo de ensayar por un día, yo lo notaré; si dejo de hacerlos por dos días, mis amigos lo notarán; y si no lo hago por tres días, el público lo notará.” Si no practicamos la devoción matutina en la presencia de Dios, nosotros lo sabremos, y todos aquellos que son experimentados espiritualmente, también lo sabrán.
IV. LA PRÁCTICA DE MADRUGAR.
¿Cómo podemos poner en práctica el madrugar? ¿Qué podemos hacer para madrugar? Debemos poner atención a algunos consejos.
Primero que todo, debemos acostarnos temprano. Esta costumbre se debe adquirir, ya que es muy difícil madrugar cuando uno se acuesta tarde. Acostarse tarde y levantarse temprano es como quemar una vela por ambos extremos.
No se imponga una meta demasiado elevada. La hora más apropiada para levantarse es a las cinco o seis de la mañana, cuando el sol está a punto de salir o acaba de salir. Si uno trata de levantarse más temprano, no perseverará por mucho tiempo. Aparte de que fijarse una meta tan elevada hace que la conciencia nos acuse. Para establecer la hora adecuada de levantarse, debemos tomar con consideración nuestras limitaciones físicas y nuestras circunstancias. Una vez que establezcamos el horario, seamos fieles en mantenerlo.
Adquirir un nuevo hábito toma mucho tiempo, especialmente si uno está acostumbrado a acostarse tarde. Al principio necesitamos forzarnos un poco para madrugar, pidiéndole al Señor que nos conceda su gracia, y debemos continuar haciéndolo hasta que se vuelva un hábito. Entonces madrugaremos espontáneamente. Nuestra esperanza es que toda la iglesia se levante al alba para recibir la gracia y las riquezas de Dios. Si aprendemos a madrugar y mantenemos esta costumbre, nuestro fruto espiritual será muy prometedor.