DOS CONDICIONES
¿Cómo podemos entrar en estas bendiciones? Hay dos puntos muy importantes. El primero se menciona en el versículo 11: “Así también vosotros, consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús”. He aquí una descripción de la fe. Dios declara que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo, y nosotros creemos Su Palabra y nos damos por muertos. ¿Cómo morimos? “Consideraos muertos al pecado”. Dios declara resucitamos juntamente con Cristo; así que creemos Su Palabra y nos consideramos vivos. ¿Cómo vivimos? “Consideraos .... vivos para Dios”.
Este reconocimiento no es otra cosa que creer en Dios según Su Palabra. El dice que nuestro viejo hombre fue crucificado, y nosotros reconocemos que nuestro viejo hombre ya murió. Dios dice que estamos vivos, así que nosotros nos consideramos vivos. El error de muchos es que quieren sentir, ver y experimentar, antes de creer la Palabra de Dios; sólo después de sentir o ver o experimentar algo entonces creerán que es cierto lo que Dios dijo de la crucifixión del viejo hombre. No saben que lo que Dios hizo ya está hecho en Cristo. Mientras creamos Su Palabra y demos por hecho que lo que El hizo es verdadero, el Espíritu Santo nos conducirá a la experiencia. Su Espíritu hará que lo que está en Cristo fluya en nosotros.
En el versículo 13 se menciona otro punto: “Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como armas de injusticia, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como armas de justicia”. He aquí una descripción de la consagración, lo cual también es una parte muy importante. Si tenemos algo y no queremos soltarlo, aunque Dios desea que lo soltemos, el pecado tendrá dominio sobre nosotros; y nuestro “reconocimiento” será inútil. Si Dios quiere que hagamos algo, que vayamos a algún lugar o que hablemos de El, pero no queremos presentar nuestros miembros como armas de la justicia de Dios, no podemos ser liberados del pecado. Si no queremos abandonar algo y nos resistimos, es posible que el pecado vuelva a gobernarnos. Naturalmente, en tal condición, no tendremos poder para creer en la Palabra de Dios y considerarnos muertos. Si no nos damos por muertos, y nuestra fe se detiene, aunque estemos en Cristo en posición, nuestra conducta no estará en Cristo ni permaneceremos en el Señor como se describe en Juan 15, y tampoco experimentaremos el hecho de que ya fuimos crucificados, puesto que esto sólo es posible en Cristo.
Considerarse muerto y consagrarse deben ser experiencias específicas. Deben ser tan específicas como recibir al Señor Jesús como nuestro Salvador. Si no pasa de ser un entendimiento mental, sin la fe y sin la consagración específicas, entonces no es posible tener tal conducta.
Siempre que somos derrotados, indiscutiblemente podemos decir que se debe a que no tuvimos fe o a que no obedecimos. Fuera de estas dos, no hay otra razón. Si tenemos un fracaso, el problema radica en una de estas o en ambas. Debemos aprender a vivir por la fe en Cristo, sin mirarnos a nosotros mismos, ni pensar en nosotros mismos, ni ocuparnos en nada que no sea Cristo. Debemos aprender constantemente a creer que estamos en Cristo y que todos los hechos que hay en Cristo son verdaderos. Al mismo tiempo, debemos mantener nuestra consagración mediante el poder de Dios. Debemos contar todas las cosas como basura. No existe nada sobre la tierra que no podamos abandonar por causa del Señor. No hay nada que debamos reservar para nosotros mismos. Todo lo que Dios pida de mí, no importa cuán difícil sea, ni cuánto esté en contra de la carne, mi corazón siempre estará dispuesto. Ningún precio es demasiado alto cuando se trata de Dios. No me preocupa ningún sacrificio, mientras pueda agradarlo. Cada día aprenderé a ser un hijo obediente.
Si tenemos esta fe y esta consagración, ¿cuál será el resultado? La Palabra de Dios es muy clara y nos lo dice en el versículo 14: “El pecado no se enseñoreará de vosotros”.
Tomado de “El Hombre Espiritual” W. Nee
¡Jesus es el Señor!