DÍA 13
Oraciones Momentáneas
“Entonces oré al Dios de los cielos…”
NEHEMÍAS 2:4
Durante cuatro meses ha orado Nehemías por los arruinados muros de Jerusalén. El nombre de su querida ciudad parece estar escrito en su corazón todo el tiempo, grabado en sus pupilas, día y noche. Un solo pensamiento absorbe a Nehemías, una sola pasión consume su alma, y entonces, Dios le da una oportunidad. Artajerjes le pregunta qué es lo que desea, y antes de responder Nehemías eleva una rápida oración pidiendo la ayuda divina.
No es esta la oración que llama persistente a la puerta de la misericordia, sino la concentración de muchas llamadas en una sola. Ocurrió entre la pregunta del rey y la respuesta de Nehemías.
Probablemente el intérvalo de tiempo no fue suficientemente largo para ser notado por el monarca, pero si lo fue para que Dios lo notara, y suficiente para que Nehemías buscara y obtuviera la guía de Dios en cuanto a la manera en que debía responder la pregunta del rey. “Temiendo en gran manera” (Nehemías 2:2) en ese momento, eleva su oración como un relámpago, en un abrir y cerrar de ojos, intuitivamente, y está demostrando que su oración prevaleció y obtuvo la respuesta de Dios.
Nunca subestime o menosprecie el valor de una oración momentánea.
Sabemos que la suya fue una oración silenciosa. Artajerjes nunca supo que su copero había orado, aunque lo tenía probablemente a una yarda de distancia. Nehemías oró en la parte más profunda del templo –en el lugar Santísimo de su propia alma. Su oración fue corta y silenciosa. Fue una oración en la escena, en el punto de los acontecimientos. No fue a su alcoba ni abrió su ventana al orar, como lo hizo Daniel en otras circunstancias. Daniel obró correctamente pero la ocasión de Nehemías es diferente. Ni siquiera volvió su rostro hacia la pared. No; allí y en ese instante, con la copa del rey en su mano oró al Dios de los cielos, y luego respondió la pregunta del rey. Y su oración fue muy intensa y muy directa. “El Dios de los cielos” era para Nehemías el nombre favorito de Dios. Él sabía a quien le estaba orando. No inclinó su cabeza ni disparó su oración en cualquier dirección, sino que oró directamente a Dios y le pidió exactamente lo que quería.
Nunca subestime o menosprecie el valor de una oración momentánea. La oración de Nehemías –una pequeña porción de oración apretada entre una pregunta y una respuesta, un mero fragmento de devoción- jamás será borrada de la historia bíblica.
Dios de los cielos, gracias te doy porque no existe oración demasiado breve e insignificante que tus atentos oídos no escuchen. Amén.
¡Jesus es el Señor!