Las respuestas a las oraciones
Debemos mirar, no sólo a los fenómenos objetivos, sino también a nuestra experiencia subjetiva. Sabemos que Dios responde las oraciones. Una vez hablé a alguien que resueltamente negaba la existencia de Dios: La historia de la humanidad tiene entre cinco mil y seis mil años. En ese período hubo incontables personas, en el cristianismo y fuera de él, que oraban a Dios. ¿Quién puede probar que ninguna de esas muchas oraciones fue respondida? ¿Será usted tan osado al punto de despreciar la validez de todas las respuestas a las oraciones? Déjeme testificarle que no sólo ha habido respuestas, sino que ellas han sido firmes y precisas. Puedo darle muchos casos, aunque bastaría con uno solo de ellos para probar la existencia de Dios. Personalmente tuve dos a tres mil oraciones respondidas. ¿Será concebible considerarlas meras coincidencias? Muchas personas también obtuvieron respuesta a sus oraciones, ¿Serán todas ellas coincidencias también?
Un predicador estaba viajando por el océano Atlántico cuando, repentinamente, una espesa niebla envolvió el navío. El navío no podía proseguir y tuvo que ser anclado en alta mar. Aquel hombre fue al capitán y le dijo: «Usted tiene que zarpar nuevamente; tengo el compromiso de predicar en Londres el martes». El capitán respondió: «¿Ve esa espesa niebla? Es imposible que el navío prosiga. Si usted ora para que la niebla se disipe, yo levaré las anclas». El predicador respondió: «Muy bien. ¡Puede levar las anclas! Voy a orar aquí mismo. No hay tiempo que perder». Se arrodilló, el ancla fue levada y la niebla se disipó. El navío logró llegar a tiempo. ¿Será eso coincidencia?
Fui a predicar a una aldea con algunos hermanos. Muchas personas decían: «Nuestro Dios es el más poderoso; él es llamado Tá-Uam (el Gran Rey). Una vez al año hacemos una procesión para él y, durante muchos años ha hecho un excelente tiempo ese día. Impulsado por Dios, uno de nosotros dijo: «Mañana, cuando salga la procesión, ciertamente lloverá». Al día siguiente, a partir de las nueve horas de la mañana, comenzó a llover fuertemente. La procesión fue suspendida. Después de mucha discusión fue anunciado que, como resultado de cálculos cuidadosos, descubrieron que el día fue escogido erróneamente; debería ser día 14 y no día 11. Declaramos osadamente que ciertamente llovería nuevamente el día 14. Llegó el día y llovió nuevamente. Sin elección, las personas llevaron la estatua de Tá-Uam a la procesión. Los cargadores resbalaron más de una vez y Tá-Uam cayó y se quebró en pedazos. ¿Será eso coincidencia?
Hay incontables hechos de esa misma naturaleza. Eso es sólo una pequeña parte de la experiencia cristiana. Si todas las respuestas a la oración fueran relatadas, nadie sabe cuán gran volumen exigiría. Las respuestas a las oraciones son una fuerte prueba de la existencia de Dios.
Cuando joven, yo tenía una mentalidad muy obstinada. No sólo rehusaba creer en Dios, sino que rehusaba creer incluso en los Estados Unidos. Aun después de ver el mapa de Estados Unidos, todavía no creía que existiese tal lugar. Un día, cuando mi padre compró algunas cosas de allá, fortuitamente coloqué también un pedido de un par de zapatos y un barquito de juguete. Más tarde, cuando llegó el paquete y me dio los zapatos y el barco de juguete, comencé a creer en la realidad de Estados Unidos. Años después, cuando estaba en Chicago, visité a propósito aquella tienda donde compré mi juguete. Apuntando con el dedo hacia el edificio, me dije a mí mismo que eso fue lo que me hizo creer en Estados Unidos.
No puedo darle una prueba directa de la existencia de Dios, pero puedo presentarle todos estos testimonios de respuestas a las oraciones. Usted no debería ser tan osado en hacer una negación radical de Dios y un rechazo categórico de la credibilidad de las oraciones.
Cierta vez conocí un alumno de la Universidad de Yentchin. Él me confesó: «Cuando estaba en el colegio, tanto el capellán como los profesores me enseñaron que hay un Dios y yo creí en él. Más tarde, fui a la universidad y todos dicen que Dios no existe. El mundo, dicen ellos, vino a la existencia por medio de una evolución natural y el universo fue formado al azar. Quedé confuso. Durante muchos meses ese problema me incomodó. Yo tenía que elegir una de dos alternativas. ¿Existe Dios o no? Inicialmente, ponderé la teoría de la evolución. ¿Sería concebible que varias cosas amontonadas, agitadas y mezcladas resultasen en un organismo vivo? ¿Y sería posible que todo el universo fuese formado de esa manera? No pude llegar a ninguna conclusión con ese tipo de hipótesis. Por fin, no pude dejar de arrodillarme, diciendo: «Oh Dios, no sé si tú existes. Cuando pienso en eso quedo más confuso. Revélate a mí, por favor.» Dos semanas después de esta oración, tuve claro que hay un Creador. No puedo decirle por qué tomé esa decisión; pero creo que Dios respondió mi oración.»
Este es otro caso de oración respondida. Conozco muy bien a Dios, pues he tenido mucha relación con él y muchas veces he hecho transacciones con él. Si usted ya tocó a Dios alguna vez, entenderá lo que estoy diciendo.
No podemos ser irresponsables
Ahora, ¿qué dirá usted? Después de contemplar la naturaleza y el universo, cotejar con su sentimiento interior y oír las declaraciones de tantos testimonios, ahora depende de usted decidir si Dios existe o no. Pero no debemos ser irresponsables; nuestra actitud debe ser sobria, pues en breve todos tendremos que encontrarnos con Dios. Un día todos estaremos delante de él. Todo lo que se refiere a nosotros será expuesto. En aquel día todos conocerán a Dios. Pero hoy es el tiempo para que usted se prepare.
W. Nee.
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¡¡¡Jesus es el Señor!!!