DÍA 25
El Dador Generoso
“si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y Él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie” Santiago 1:5
Dios no da como lo hacemos nosotros, una simple limosna al mendigo. Él da su riqueza a manos llenas. Salomón pidió sabiduría: Dios se la concedió y con ella le dio riquezas y poder. En casi todas las ocasiones en que alguien oró en el Antiguo Testamento, Dios dio diez veces más de lo pedido. El Señor hará las cosas “muchísimo más abundante que todo lo que podamos imaginar o pedir” (Efesios 3:20). Ese es el hábito divino. Dios no solamente cumple sus promesas, sino que cuando se ha obligado a pagar con plata, prefiere hacerlo con oro. Él es supremamente generoso. ¿Piensa que empezará a ser tacaño con usted? Si con generosidad y largueza ha perdonado sus pecados, ¿cree que será mezquino con sus bendiciones? (Romanos 8:32) ¿Quiere limpiar todos sus pecados? Hay un rio de gracia en donde puedo hacerlo. ¿Desea agua para refrescar su alma? Él tiene diluvios para enviar sobre la tierra seca. En la escritura leemos de las inescrutables riquezas de Cristo. ¡ja! Ustedes pecadores leviatanes, aquí hay un océano de misericordia para nadar en el. ¡ja! Los elefantes pecadores, aquí tienen un arca lo suficientemente amplia para transportarlos y navegar sobre las aguas del diluvio. Ustedes, cuyo pecado de orgullo llega hasta el cielo, y cuyos pies lujuriosos se hunden en el fango del infierno, el escondite sagrado es suficientemente grande aún para esconderlos a ustedes. El Señor es grande en misericordia. ¿Quién no le pedirá a un Dios tan generoso?
Dios da generosamente y no mancha el brillo de su gracia buscándole faltas al que pide. Estas palabras son dulces. Él lo invita a pedir sabiduría y si lo hace se la concederá. ¿Va usted a añadir a la lista de sus pecados el pensar que Dios es mentiroso? No dude la palabra de Dios, no desconfíe del Señor, venga ya con humildad reverente a los pies del Salvador en la cruz. Véalo clavado en la cruz como el gran sacrificio expiatorio; mire sus heridas sangrantes; observe sus sienes todavía cubiertas con la sangre que mana de las heridas causadas por la corona de espinas. Mírelo y encuentre en Él todo lo que usted necesita.
Señor, ensancha mi visión de tu Hijo y de tu inmensa generosidad. Hecha fuera mis dudas y temores. Amén.
¡Jesus es el Señor!