LA VERDADERA ADORACIÓN DEMANDA EL NUEVO NACIMIENTO
CAPITULO 2
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.
En los cuales anduvisteis en otro tiempo, si¬guiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia.
Entre los cuales también todos nosotros nos movíamos en otro tiempo al impulso de los deseos de nuestra carne, satisfaciendo las tendencias de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó.
Aun estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), Y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.
Para mostrar en los siglos venideros las sobre¬abundantes riquezas de su gracia en su benignidad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe; y esto no proviene de vosotros, pues es don de Dios; No a base de obras, para que nadie se gloríe.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano, para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:1-10
HAY MUCHAS ideas extrañas acerca de Dios en nuestro tiempo, y por ello hay todo tipo de sustitutivos de la verdadera adoración. A menudo he oído a una u otra persona dentro de la iglesia cristiana confesar con tristeza: -Me parece que no sabemos demasiado acerca de Dios»
Si ésta es una verdadera confesión, aquella persona debería ser entonces lo suficientemente honrada para hacer una necesaria confesión paralela: -Me parece que no sabemos demasiado acerca de la adoración.»
En realidad, las creencias básicas acerca de la Persona y naturaleza de Dios han cambiado tanto que hay entre nosotros hombres y mujeres que encuentran fácil jactarse acerca de los beneficios que reciben de Dios, ¡sin un sólo pensamiento o deseo de conocer el verdadero significado de la adoración!
Mis reacciones ante una mala comprensión tan extrema de la verdadera naturaleza de un Dios santo y soberano son inmediatas.
La primera es que creo que lo último que Dios pueda desear es tener cristianos superficiales y mundanos que se jacten acerca de Él.
Mi segunda reacción es que no me parece suficien¬temente bien reconocido que el más elevado deseo de
Dios es que cada uno de Sus hijos creyentes le ame y adore de tal manera que estemos de continuo en Su presencia, en Espíritu y en verdad. Ésta es la verdadera adoración. Algo maravilloso y milagroso y cambiador de la vida tiene lugar dentro del alma humana cuando Jesucristo es invitado a tomar el lugar que le corresponde. Esto es exactamente lo que Dios anticipó cuando obró el plan de la salvación. Él quería hacer adoradores de unos rebeldes Él quería restaurar a los hombres y mujeres al lugar de adoración que nuestros primeros padres conocían cuando fueron creados.
Si conocemos este resultado como una bendita reali¬dad en nuestras propias vidas y experiencias, entonces es evidente que no esperaremos a que llegue el domingo para poder «ir a la iglesia y adorar».
La verdadera adoración de Dios tiene que ser una actitud o estado mental constante dentro del creyente. Siempre será un sostenido y bendito reconocimiento de amor y adoración, sometido en esta vida a grados de perfección e intensidad.
Ahora bien, se tiene que exponer el lado negativo del enfoque usual a la adoración. En contra de lo que se está diciendo y practicando en las iglesias, ¡la verdadera adoración de Dios no es algo que «hacemos» con la esperanza de parecer ser religiosos! Nadie puede discutir con verdad que muchas per¬sonas cuyo más profundo deseo es simplemente el de encontrarse entre aquellos que son «sensibles a la reli¬gión» ponen su énfasis semanal en asistir al «servicio de adoración».
¿Qué nos dicen las Escrituras cristianas en este Punto al considerar la realidad de la comunión entre Otros y Sus hijos redimidos? Lo que aprendemos es muy llano y alentador. Habiendo sido hechos a Su imagen, tenemos dentro de nosotros la capacidad de conocer a Dios y el instinto de que debemos adorarle. En el mismo momento en que el espíritu de Dios nos ha vivificado en Su vida en regeneración, ¡todo nuestro ser siente su parentesco con Dios salta en gozoso reconocimiento!
Aquella respuesta dentro de nuestros seres, una res¬puesta al perdón y a la regeneración, señala el milagro del nacimiento celestial, sin el que no podemos ver el reino de Dios.
Sí, Dios desea y está complacido en comunicar con nosotros a través de los caminos de nuestras mentes, nuestras voluntades y nuestras emociones. El continua¬do intercambio sin obstáculos de amor y pensamiento entre Dios y las almas redimidas de hombres y mujeres es el palpitante corazón de la religión del Nuevo Testamento.
En realidad, es imposible considerar esta nueva rela¬ción sin confesar que la obra primaria del Espíritu santo es restaurar el alma perdida a una intima comunión con Dios por medio del lavamiento de la regeneración.
Para cumplir esto. Él primero revela Cristo al corazón arrepentido: -Por tanto os hago saber, que nadie que hable por Espíritu de Dios, llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por Espíritu Santo. (1 Corintios 12:3, RV).
Luego considera las propias palabras de Cristo a Sus discípulos acerca de los rayos más resplandecientes de Su propio ser que iluminarán al alma nacida de nuevo: «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas. y os recordará todo lo que yo os he dicho* (Juan 14:26). Recordemos, conocemos a Cristo sólo hasta allí donde nos capacita el Espíritu Santo. ¡Cuan agradecidos deberíamos sentirnos por descubrir que es el deseo de Dios conducir a cada corazón dispuesto a las profundidades y alturas del conocimiento y de la comunión divinos! Tan pronto como Dios envía el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, decimos «Abba", y estamos adoran¬do, pero probablemente no en el sentido plenamente neotestamentario de la palabra.
Dios desea tomarnos más profundamente a Sí mismo. Tenemos mucho que aprender en la escuela del Espíritu.
Él quiere conducirnos en nuestro amor por Aquel que nos amó primero. Él quiere que cultivemos dentro de nosotros la adoración y admiración de la que Él es digno. El quiere revelarnos a cada uno de nosotros el bendito elemento de la fascinación espiritual en la verdadera adoración. Él quiere enseñarnos la maravilla de quedar llenos con entusiasmo moral en nuestra adoración, en éxtasis con el conocimiento de quién es Dios. ¡Él quiere que quedemos asombrados ante la inconcebible ele¬vación y magnitud y esplendor del Dios omnipotente'
No puede haber sustitutivo humano para esta clase de adoración y para esta clase de respuesta dada por el Espíritu al Dios que es nuestro Creador, Redentor y Señor.
Pero hay a todo nuestro alrededor un sustitutivo muy evidente y persistente para la adoración. Me refiero a la constante tentación entre los creyentes cristianos de estar dedicados, en todo momento que están despiertos, a una actividad religiosa.
No podemos negar que ésta es de una manera deci¬dida una idea eclesial de servicio. Muchos de nuestros sermones y mucha de nuestra actual enseñanza ecle¬siástica contemporánea se inclinan a la idea de que el plan de Dios para nosotros es que estemos ocupados, ocupados, ocupados... porque ésta es la mejor causa en el mundo en la que nos hemos involucrado.
Pero si nos queda algo de honradez en nosotros, tene¬mos la persuasión en nuestros momentos de mayor quietud de que la verdadera adoración espiritual está en un punto desalentadoramente bajo entre los cristianos Profesantes.
¿Nos atreveremos a preguntar cómo hemos llegado a tal estado? Si estás dispuesto a preguntarlo, yo estoy dispuesto a dar la respuesta.
En realidad, responderé haciendo otra pregunta obvia. ¿Como puede nuestro acercamiento a la adoración ser mas vital de lo que es cuando tantos que nos con¬ducen, tanto desde el pulpito como en los bancos dan poca indicación de que la comunión con Dios es deleitosa hasta más allá de lo que se pueda expresar?
Volvamos por un momento a vuestro conocimiento del Nuevo Testamento, y tendréis que estar de acuerdo en que éste es precisamente el argumento que Jesús les estaba haciendo a los duros y pretenciosos fariseos acerca de la verdadera adoración en sus tiempos.
Ellos eran religiosos en su vida diaria. Eran externa¬mente piadosos y estaban bien familiarizados con las formas de adoración, pero dentro de sus corazones había actitudes, faltas e hipocresías que llevaron a Jesús a describirlos como «sepulcros blanqueados».
Las únicas justicias que ellos conocían y comprendían eran su propia forma externa de justicia basada en el mantenimiento de un nivel bastante elevado de mora¬lidad exterior, Pero, por cuanto pensaban que Dios era tan duro y austero e implacable como lo eran ellos, su concepto de adoración era necesariamente mezquino e indigno. Cont…
¡Jesús es el Señor!