La perspectiva correcta de la consagración
Romanos 12:1 “Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional. (2) No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”.
La consagración es el resultado de una salvación genuina. Si una persona considera su fe en el Señor Jesús como un favor al Señor, y su fe en Dios como una cortesía a Él, será inútil hablarle sobre la consagración. Debemos darnos cuenta de que es el Señor quien nos ha concedido Su gracia y Su misericordia, que es Él quien nos ama y nos ha salvado. Esta es la única razón por la cual nos consagramos totalmente a Él.
Para el Señor no hay nada especial en tener siervos como nosotros, pero para nosotros lo más maravilloso es tener al Señor. Debemos ver que la consagración es el resultado de haber sido escogidos, y que servir a Dios es un honor. No estamos elevando a Dios como si estuviéramos sacrificando algo para Él, o como si tuviéramos algo de que gloriarnos. La consagración consiste en que Dios nos conceda al honor de servirle. Debemos postrarnos ante Él y decir: "Gracias Señor porque tengo parte en Tu servicio. Gracias porque entre tantas personas que hay en este mundo, me has escogido a mí como parte de este servicio". La consagración es un honor, no un sacrificio. Es cierto que necesitamos sacrificarnos, pero al consagrarnos no lo sentimos como un sacrificio, sino que tenemos la sensación de la plenitud de la gloria de Dios
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Aguas refrescantes 17 de Enero
“Por fe andamos, no por vista”. 2 Corintios 5: 7.
Sin duda es elemental lo que voy a decir, pero nos ayu¬dará para ver cómo Dios nos libera de andar en base a los sentidos y nos conduce a la experiencia de vivir por la fe.
Cuando recién recibimos al Salvador, no podemos menos que estar alegres. ¡Todo es tan hermoso y tan nuevo! Sin embargo, este sentimiento pasa y ¿cuál es la pregunta que surge en nuestra mente? ¿Hemos perdido en espiritualidad porque no nos sentimos tan gozosos como el primer día?
¡Por supuesto que no! Pensar de esta manera reflejaría una seria incomprensión' de la experiencia cristiana. Una sencilla ilustración nos ayudará. Si yo pierdo un reloj y luego lo encuentro, me siento feliz. Cuando pasan cuatro o cinco días, ya no me siento tan feliz como el día en que lo encontré. Algunos días más tarde habré perdido todo sen¬tido de alegría. ¿Qué ocurrió? Mi reloj no se ha vuelto a perder. Todo lo que perdí es el sentimiento que tuve en el momento de encontrarlo. Así es la vida cristiana.
W. Nee
Jesús es el Señor!
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