Confesar el nombre más elevado
Filipenses 2:9-11 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
El Señor se humilló a Sí mismo hasta lo sumo, pero Dios lo exaltó hasta la cumbre más alta. Según lo indica el versículo siguiente, el nombre al cual se refiere este versículo es el nombre de Jesús. Desde la ascensión del Señor no ha habido sobre la tierra ningún otro nombre que esté por encima del nombre de Jesús. Dios exaltó a Jesús, quien era un hombre auténtico, para que fuese hecho Señor de todos. Por tanto, es correcto clamar: “¡Oh, Señor Jesús!” Debemos confesar el nombre del Señor públicamente. ¡Cuán glorioso es adorar al Señor invocando Su nombre! De hecho, el Nuevo Testamento no nos exhorta a adorar a Cristo, pero sí nos da una clara indicación de que debemos invocar Su nombre.
Cuando Pablo aún era Saulo de Tarso, él recibió autoridad de parte de los principales sacerdotes para encarcelar a los que invocaban el nombre de Jesús. Cuando el Señor Jesús fue exaltado, Él recibió un nombre que es sobre todo nombre. En la historia de la humanidad no ha existido ningún otro nombre que esté por encima del nombre del Señor Jesús. El nombre de Jesús es el nombre más elevado del universo.
En el versículo 10 vemos que hay tres niveles en el universo: los cielos, la tierra y el lugar debajo de la tierra. Los que están en los cielos son los ángeles; los que están en la tierra son los hombres; y los que están debajo de la tierra son los muertos. Llegará el día en que todos los que moran en estos tres lugares doblarán sus rodillas y confesarán que Jesucristo es el Señor. Confesar públicamente que Jesucristo es el Señor equivale a invocar al Señor (Ro. 10:9-10, 12-13). En Su ascensión, Dios hizo Señor a Jesús como hombre (Hch. 2:36). Por consiguiente, toda lengua debe confesar que Él es el Señor. Esta confesión es para la gloria de Dios Padre. La preposición griega traducida “para” significa “dando por resultado”. Por lo tanto, confesar que Jesús es el Señor da por resultado que Dios el Padre sea glorificado. Esta es la excelente culminación de todo lo que Cristo es y ha hecho, en Su persona y Su obra (1 Co. 15:24-28).
Las "Palabras del ministerio" provienen de Estudio-vida de Filipenses, escrito por Witness Lee, págs. 97-98. Ambos son publicados por Living Stream Ministry, Anaheim, CA.
Desatando al pollino
---El Señor está viviendo sus últimos días como siervo en la tierra. Se acerca a Jerusalén, y envía a dos discípulos a una aldea cercana para que le traigan un pollino. El Señor les da instrucciones precisas: "Si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? Decid que el Señor lo necesita..." (Marcos 11:3)
---¡Es tan curioso y aleccionador el hecho que el Señor haya necesitado de un pollino! Por unas horas, ese animal "hijo de animal de carga" cumplió una función importante en el ministerio del Señor.
---¡Jesús necesitó de un pollino!... Un animal común y sin atractivo alguno. Un animal que ningún general hubiera usado para una revista militar, fue requerido por el Señor de señores.
---Este pollino tenía, además, toda la pujanza y el brío del que nunca había sido montado. Pudo haber resistido. Pero él se dejó llevar, y aceptó. Toda su belicosidad desapareció al sentir al Señor sobre sus lomos. La criatura reconoció a su Creador y se inclinó, dócil, ante él.
---Nosotros tenemos más de alguna semejanza con este pollino. Al igual que él, somos hijos de animal de carga, pues procedemos de una raza caída, cansada y trabajada, sin horizonte, pues el pecado nos separó de Dios. Al igual que él, también estuvimos mucho tiempo atados, sin ninguna posibilidad de prestar servicio alguno, ni menos ser considerados para servir a Dios.
---Sin embargo, el Señor un día dijo: "Desatad el pollino", y luego agregó: "Decid que el Señor lo necesita". Esas palabras no sólo fueron dichas para referirse a aquél pollino: también nos alcanzaron a nosotros, y entonces quedamos libres. ¡Qué honra más grande! Tan insólito es que podamos servirle como insólito fue el que un pollino pudiera servir al Señor aquel día en Jerusalén.
---Si algún hijo de Dios está todavía atado, sepa que el Señor ya lo hizo libre y que Él lo requiere. El tiempo de la esclavitud ya pasó, ahora es tiempo de ponerse a disposición para que el Rey lo ocupe.
Sin embargo, hay una lección más que el pollino aquel nos entrega. A la hora de servir al Señor, cuando él nos concede el privilegio de llevarlo a cuestas, suelen suceder cosas extrañas.
---Cuando entraba el Señor en Jerusalén, la Biblia dice que a su paso tendían los mantos, que cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino. La gente, alborozada, aclamaba diciendo: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!". Ante esa manifestación tan eufórica, ¿pudiera haber pensado el pollino -si es que hubiera podido pensar- que tales expresiones eran en su honor? ¿Podemos imaginarnos al pollino hablar con Jesús de esta manera: "¿Oyes lo que dicen? Realmente soy magnífico". Con tristeza debemos reconocer que muchos siervos de Dios llegamos a pensar que los aplausos y los vítores son para nosotros, y entonces tal vez seamos más necios que el pollino.
---Sin embargo, gracias a Dios, pese a esto y corriendo un gran riesgo, el Señor Jesús desea ser llevado por nosotros. ¿Nos negaremos? ¡Es toda nuestra gloria!
Jesus es el Señor!
La iglesia en Armenia