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 El ministerio del apóstol Juan en su madurez (semana 9)

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hgo1939
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MensajeTema: El ministerio del apóstol Juan en su madurez (semana 9)   El ministerio del apóstol Juan en su madurez (semana 9) I_icon_minitimeDom Jul 04, 2010 3:59 pm

El ministerio del apóstol Juan en su madurez (semana 9)
LUNES
Lectura bíblica:
Is 14:13-14; Ez 28:12-15
Leer con oración:
“Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre, y antes de la honra es el abatimiento" (Pr 18:12) .
EL ORGULLO PRECEDE A LA CAÍDA
En el primer tomo de esta serie del Alimento Diario fueron presentados varios ministerios del pasado, y percibimos que éstos tienen una estrecha relación con el actual ministerio neo-testamentario.
Las palabras y acontecimientos narrados en el Antiguo Testamento nos sirven como un espejo para que veamos nuestra actual condición, por eso, durante esta semana, haremos una revisión de los principales ministerios de este periodo, a fin de extraer lecciones provechosas para nuestro vivir y servicio a Dios.
El primer ministerio fue el que Dios le concedió a Lucero o Lucifer (en latín). Esto sucedió antes de llegar a ser Satanás, el enemigo de Dios. Cuando Dios escoge a una persona para darle una responsabilidad o incumbencia, desea que ésta Le sea útil, por eso la equipa y habilita como lo hizo con Lucero. Todos los adornos que estaban sobre Lucero indican cuán útil debió haber sido para Dios. Éstos representaban las habilidades que Dios le había dado para que desempeñara el ministerio que le fuera encomendado (Ez 28:12b-14).
Al principio, no fue el adversario de Dios, Lucero era llamado el hijo de la mañana. Fue creado por Dios
con el propósito de gobernar toda la primera creación. Al recibir tal responsabilidad o incumbencia, Lucero, que era muy hábil y capaz, comenzó a demostrar todo su poder y sabiduría, y poco a poco, comenzó a destacarse entre los ángeles (v.15). Él fue perfecto en todos sus caminos y subió de posición, hasta que se halló maldad en él, pues llegó a decir: "Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo" (ls 14:13-14).
Por un lado, Dios quería que tuviera una posición elevada. En principio, no hay nada de malo en eso, pero el ascender de posición despertó el orgullo en Lucero, y ese fue su gran problema.
Cuando nuestra utilidad aumenta en función de nuestra capacidad y habilidad que recibimos del Señor, es normal que subamos de posición. Por ejemplo, entre los hermanos que sirven a Dios, existen algunos que reciben habilidades especiales, llegando a ser aptos para ser comisionados para una determinada responsabilidad en la iglesia. Sin embargo, cuando eso sucede, se corre el riesgo de que surja el orgullo y la ambición de querer subir cada vez más.
Por tanto, debemos siempre vaciarnos y rechazar cualquier tipo de manifestación de orgullo, porque el orgullo precede a la caída.
Punto clave: Vaciarse y rechazar cualquier tipo de manifestación de orgullo.
Pregunta: ¿Qué lección importante aprendimos hoy?


MARTES
Lectura bíblica:
Gn 2:15,17; 3:6, 22-23; 4:26; 1 Co 11:3
Leer con oración:
“En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios. Él oyó desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos (Sal 18:6). Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas" (Lm 3:57).
RESTAURADOS POR INVOCAR
Después de la caída de Lucero, que ocurrió debido a su orgullo, Dios estableció a otro ministro para que Le sirviera: Adán. La finalidad principal de su ministerio era que fuera fructífero, se multiplicara, llenara la tierra y la señoreara. Adán representaría a Dios, y Dios gobernaría la tierra a través del hombre.
Dios puso a Adán en el huerto de Edén para que aprendiera a ejercer su ministerio. Su primera función era labrar la vida vegetal que existía en el huerto, es decir, hacer que las diferentes especies de vida vegetal crecieran.
La otra función del ministerio de Adán era guardar los límites del huerto, no permitiendo que nada injusto, impuro o sin la gloria de Dios entraran allí. Así que, Adán debía velar por el crecimiento de la vida y guardar el huerto de Edén, y a medida que fuera cumpliendo lo que Dios había establecido, Él. Aumentaría responsabilidad o la incumbencia de su ministerio.
No obstante, Adán fracasó, porque prefirió dar atención a las palabras de su esposa, y por comer del fruto del conocimiento del bien y del mal que Dios le había prohibido, desobedeciendo así a la orden de Dios (Gn 3:6; cfr. 2:16-17). De acuerdo con 1 Corintios, Dios estableció un orden en el universo, según el cual Cristo es "la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo" (11:3). Este orden fue establecido por Dios desde la creación; esto muestra que la mujer no debe encabezar las decisiones ni tomar el liderazgo, antes bien, debe aprender a estar en sumisión, como ayuda idónea del marido.
Adán dio más importancia a las palabras de su esposa, probablemente porque la amaba mucho. Cuando el amor natural por la esposa está por encima de Dios, el marido puede confundirse y olvidar las palabras de Dios. Todo marido debe amar a su esposa con sobriedad en el espíritu y en la mente, pero debe, en primer lugar, obedecer a la palabra de Dios, sometiéndose al Señor, poniendo Sus palabras por encima de las de su esposa.
Adán no desobedeció a Dios a propósito, pues, en el momento en que aceptó las palabras de Eva, es probable que por la emoción, haya olvidado la orden de Dios. Esta fue su debilidad: por dar oídos a las palabras de su esposa, no prestó atención a la orden dada por Dios de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, incluso, sabía que el día que comiera de él, ciertamente moriría.
Cuando Adán fracasó, desobedeciendo a Dios; fue expulsado del huerto. El deseo de Dios era que el hombre comiera del fruto del árbol de la vida y comenzara a alimentarse de él continuamente. Si hubiera hecho eso, el hombre habría recibido la vida de Dios y hubiera obtenido el crecimiento de la vida divina, para llenar la tierra y gobernarla. Sin embargo, al oír las palabras de su esposa y comer del fruto del árbol del conocimiento, Adán no pudo cumplir más el plan original de Dios (Gn 3:22-23).
Adán fue echado por haber fracasado en el ministerio que Dios le había comisionado, pero eso resultó en el principio de su caída. Cuando vivía en el huerto de Edén, Adán no se esforzaba por el sustento, pues Dios había preparado los frutos de los árboles para que se alimentara de ellos. Asimismo, puesto que siempre estaba en la presencia de Dios, Adán tenía satisfacción y gozo, se sentía seguro, pues Dios era su protección contra Satanás, contra las bestias del campo o contra cualquier otro enemigo. En el huerto de Edén, Adán estaba protegido de todas esas cosas, por eso tenía paz y seguridad, gozo y sustento.
Al ser echado del huerto perdió la presencia de Dios, perdió el sustento, el gozo y la paz que antes disfrutaba. Él tuvo que comenzar a trabajar, labrando la tierra, entonces se dio cuenta de cuán frágil y mortal era sin la presencia de Dios. Cuando nació su nieto Enós, Adán debió haber pensado: "¡Mi vida es tan frágil! Sin Dios no tengo nada. ¿Qué voy a hacer? ¡Oh Jehová!".
Adán empezó a invocar el nombre de Jehová para recuperar la paz y el gozo que tuvo en Su presencia. ¡Gracias al Señor! Esta práctica muy saludable no quedó limitada a Adán, porque la Biblia dice que desde entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová (Gn 4:26).
La práctica de clamar o invocar el nombre del Señor significa la dependencia vital que todos los hombres tienen de Dios, así como necesitamos del aire que respiramos para vivir. Un ser humano, en una condición normal, es alguien que invoca el nombre del Señor porque depende siempre de Él.
Hoy también tenemos esta gran carga de llevar a nuestros parientes y amigos a reconocer que necesitan a Dios, y en consecuencia, tenemos que enseñarles a invocar el nombre del Señor Jesús. Por tanto, invocar el nombre del Señor ha llegado a ser parte de nuestro vivir. Al invocar el nombre del Señor, tenemos 'Su presencia. Por esa razón, como el pueblo neo-testamentario de Dios, tenemos a Dios como nuestro sustento, paz y gozo. ¡Alabado sea el Señor!

Punto clave: Labrar y guardar el huerto de Dios.
Pregunta: ¿Cuál fue la victoria alcanzada por Adán después de haber fracasado en su ministerio?


MIERCOLES
Lectura bíblica:
Gn 10:8-10; 11:4; 12:1-2,7-8; 13:1-4; Ro4:11, 16
Leer con oración:
"Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba" (He 11:Cool.
UN MINISTERIO DE FE
Ayer vimos la reacción positiva de Adán al reconocer su dependencia de Dios, era alguien que invocaba el nombre del Señor. Sin embargo, poco a poco, sus descendientes olvidaron esta práctica y comenzaron a exaltar el nombre del hombre (Gn 10:8-10; 11:4).
Dios no permitió que esa situación persistiera, confundió la lengua del pueblo y los esparció por toda la faz de la tierra. Así, cada nación llegó a buscar a sus propios dioses, se convirtieron en idólatras.
En medio de esas circunstancias, Dios llamó a Abraham que vivía en Ur de los caldeos, una tierra llena de idolatría, para recobrar Su propósito. Inicialmente, Abraham no tenía fe, fue su padre Taré quien lo llevó a Harán, que pertenecía a Asiria, cuya ciudad principal era Nínive, un lugar lleno de pecado. Dios no quería que Abraham se quedara en Harán, por eso no sólo lo sacó de la tierra de idolatría, sino que también lo llamó hacia fuera del pecado, prometiéndole la buena tierra de Canaán: "Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré; y haré de ti una nación grande y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición" (12:1b-2).
Abraham no sabía en qué dirección quedaba Canaán, sin embargo, simplemente por la fe, obedeció la orden que Dios le había dado y partió. Al llegar a Canaán, edificó un altar, junto al cual plantó su tienda e invocó el nombre de Jehová. La lección que aprendemos de Abraham es que necesitamos invocar el nombre del Señor, pues donde está el altar y el nombre del Señor, allí estará nuestra "tienda", es decir, nuestro vivir.
Puesto que el ministerio de Abraham era un ministerio de fe, Dios todavía necesitaba enseñarle muchas lecciones, por eso permitió que sobreviniera el hambre a la tierra de Canaán, durante un gran periodo de sequía. Ante esa situación, Abraham no tuvo la fe suficiente para permanecer allí y descendió a Egipto en busca de alimento.
En una situación normal de fe, Abraham debió haber recordado: "Yo fui llamado por Dios para estar en Canaán. Aunque no hay lluvias, fue Dios quien me trajo aquí y ciertamente Él es soberano en esta situación. Aunque falten alimentos, yo esperaré; Dios me va a cuidar". Si él hubiera hecho eso, habría ejercitado su fe, pues Dios quería fortalecerla.
Cuando Abraham descendió a Egipto, debido a la gran hambre que existía en Canaán, pasó por una vergonzosa situación delante de Faraón, juntamente con Sara, su esposa. Después, Abraham obtuvo riquezas, pero volvió al mismo lugar donde había estado. Entonces se acordó de Dios, edificó nuevamente un altar y, una vez más, invocó el nombre de Jehová. Así que, su fe fue fortalecida porque él continuamente invocaba el nombre del Señor (13:1,4).
Cuando perdemos la fe, sólo nos queda un camino: invocar el nombre del Señor. Al invocar el nombre del Señor, estamos en el espíritu y así, nuestra fe es fortalecida. Cuando Dios le pidió a Abraham su hijo Isaac como sacrificio, él simplemente obedeció, porque ya tenía la seguridad de que Dios le proveería todo. Por eso Abraham pasó a llamarse el "padre de la fe" (Ro 4:11, 16).
Abraham llegó a ser un ejemplo para nosotros que también fuimos llamados para ser ministros de Dios. No debemos temer en cuanto a lo que hemos de comer o beber; antes bien, debemos ejercitar nuestra fe y esperar en el Señor. Incluso frente a las circunstancias más difíciles, necesitamos confiar en el Señor. Debemos tener fe y no tratar de solucionar los problemas que se nos presentan por nuestra cuenta. Todo lo que necesitamos hacer es permanecer junto al altar de Dios, invocando el nombre del Señor ¡Aleluya!
Punto clave: Fortalecer la fe invocando el nombre del Señor.
Pregunta: ¿Percibe usted, en su vivir diario, que Dios ha usado cada situación para fortalecer su fe?


JUEVES
Lectura bíblica:
Gn 15:12-14; 45:26-28; 46:1-4
Leer con oración:
"Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor" (Ef 5:1 7).
DISCERNIR LA VOLUNTAD DE DIOS
Como vimos ayer, Dios probó la fe de Abraham, dejó que pasara hambre en la tierra prometida de Canaán. Por esa misma prueba también pasaron Isaac y Jacob, cada uno en su época.
En cuanto a Isaac, Dios no permitió que completara el camino hasta Egipto. Jacob, por su parte, no descendió a Egipto primeramente, sino que envió a sus hijos para que comprar víveres de allá. Conforme a las circunstancias preparadas por Dios, uno de ellos, José, se convirtió en un gobernador de Egipto. Al recibir a sus hermanos, José invitó a toda su familia a vivir en la tierra de Gosén. Fue en esa ocasión que Jacob se debilitó en la fe, dejó la tierra de Canaán con su familia y todo lo que poseía y partió a Egipto (Gn 45:26-28; 46:1).
La importante lección que extraemos de este relato es que no debemos olvidarnos de la comisión que recibimos de Dios en el lugar que vivimos. Algunos cristianos van a otros países buscando mejores oportunidades de empleo y dinero, sin preocuparse del cumplimiento del propósito del Señor en su vida. Es como si descendieran a la tierra de Egipto y abandonaran la comisión que recibieron del Señor. Necesitamos ser fieles a la porción que el Señor nos dio, creyendo que en todo, Él mismo nos suplirá.
Permanecer bajo la bendición y el suplir de Dios implica valorar siempre el derecho de la primogenitura. Para Jacob, este derecho incluía toda la bendición de Dios prometida a Abraham y la buena tierra de Canaán. Únicamente el primogénito tenía derecho a heredar la bendición, y desde el vientre materno Jacob luchó por ese derecho de la primogenitura, por la herencia de la buena tierra.
Aunque Esaú había nacido primero, Jacob no se conformó, sino que luchó para obtener la primogenitura. Cuando tenía cuarenta años de edad, compró la primogenitura de su hermano Esaú, que la cambió por un plato de guisado de lentejas. Jacob también usó una artimaña para usurpar la bendición de Dios se hizo pasar por Esaú delante de su padre Isaac. Esto muestra cuánto Jacob valoraba la primogenitura y la bendición de Dios. No obstante, después de haber heredado la tierra de Canaán, en su vejez, Jacob abandonó su herencia y se fue a vivir a Egipto con su hijo José, llevándose todo lo que tenía.
Cuando Jacob descendió a Egipto, olvidó que Dios le había entregado la buena tierra de Canaán a Abraham y a su descendencia. Abraham e Isaac ya habían muerto, de manera que, a partir de entonces, la herencia, es decir, la tierra de Canaán y la bendición, le pertenecían a Jacob. Cuando descendió a Egipto en busca del sustento y la comodidad, la tierra de Canaán quedó abandonada.
No era la voluntad de Dios que Jacob descendiera a Egipto, aunque ya le había profetizado a Abraham que eso sucedería: "Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él. Entones Jehová dijo a Abram: ten por cierto que tu descendencia morará en tierra lejana, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza" (15:12-14).
En esta porción bíblica, Dios dijo que trataría con los otros pueblos en favor de la descendencia de Abraham y le reveló eso con el objetivo de consolarlo. Aunque Dios permitió que Jacob descendiera a Egipto, eso no formaba parte de Su intención original. Dios nunca quiso que Su pueblo fuera peregrino en tierra ajena ni fuera afligido con la esclavitud, pero, como Jacob descendió a Egipto, Dios permitió que eso sucediera. Dios no desea ni determina que descendamos al mundo para luchar por nuestra sobrevivencia. Por el contrario, Él desea que permanezcamos bajo Su bendición, que es nuestra herencia.
Cuando el Señor le dijo: "Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos" (46:3A). Vemos el gran amor que Dios tenía por Jacob. A pesar de que Dios no le había ordenado a Jacob que descendiera a Egipto, aun así iría con él e incluso lo traería de vuelta a la buena tierra.
Ante esta experiencia de Jacob, aprendamos a discernir si nuestras decisiones forman parte de la voluntad de Dios. Algunas veces queremos ir a cierto lugar, y pese a que eso no fue determinado por Dios, Él nos acompaña, sólo porque somos Sus hijos. Si el Señor nos está ayudando, Él puede estar haciendo eso por causa de Su voluntad permisiva, es decir, tan sólo por cuidamos, como lo hizo con Jacob.
Hoy, el ministerio del Nuevo Testamento es el ministerio del Espíritu. Por eso necesitamos discernir si lo que hacemos es por la voluntad soberana de Dios o sólo por Su permisión (Ef 5:17). ¡Alabado sea el Señor! porque la luz de la Palabra ha sido más intensa en nuestra experiencia actual. Que seamos sensibles al Espíritu de Dios, para someternos a Su voluntad en todas las circunstancias. ¡Amén!
Punto clave: Valorar el derecho de primogenitura.
Pregunta: ¿Qué lección desea usted aplicar en su vida al ver la experiencia de Jacob al descender a Egipto?

VIERNES
Lectura bíblica:
Ex 3:7-8; Nm 13:32-33; Jos 1:9; He 3:16-19
Leer con oración:
"Y Josué dijo a los hijos de Israel: ¿hasta cuándo seréis negligentes para venir a poseer la tierra que os ha dado Jehová el Dios de vuestros padres?" (Jos I8:3).
LUCHAR POR LA HERENCIA QUE EL SEÑOR NOS DIO
Cuando dependemos del Señor, espontáneamente invocamos Su nombre. En cambio, cuando nos olvidamos de Él, dejamos de llamarlo para tener comunión. Entonces Dios, por amor a nosotros, prepara una situación para que nuevamente nos acordemos de Él y clamemos Su nombre.
Esto fue lo que sucedió con el pueblo de Israel. Después de vivir muchos años en Egipto, donde había abundancia de víveres y una vida cómoda, poco a poco, los israelitas se olvidaron de Dios, y durante cuatrocientos años, el Señor ya no formaba parte de la memoria de Israel.
Aunque la descendencia de Jacob se había olvidado de Dios, Él jamás se olvidó de Su promesa. La buena tierra de Canaán ya había sido dada como herencia a Abraham; Isaac también ya la había recibido; Jacob luchó mucho y obtuvo la herencia de la primogenitura. Sin embargo, cuando toda la tierra de Canaán le pertenecía, Jacob la abandonó y fue para disfrutar de la comodidad que existía en la casa de su hijo José, en Egipto.
Alrededor de cuatrocientos años después, Dios levantó circunstancias para que el pueblo volviera a la tierra de Canaán. Los hijos de Israel fueron fructíferos, se multiplicaron y se fortalecieron en aquella tierra hasta que surgió un Faraón que no conocía a José. Éste comenzó a subyugar al pueblo de Israel con trabajos forzados. Por causa del sufrimiento, el pueblo que le encargó a Moisés clamó al Señor, para que los liberara y condujera de regreso a la buena tierra de Canaán (Ex 3:7,Cool.
Moisés condujo al pueblo por el desierto durante cuarenta años. Dios no permitió que aquella generación, que había nacido en Egipto, entrara a la buena tierra por causa de su incredulidad (He 3: 16, 19). Ellos se habían olvidado del Señor y buscaron únicamente sus intereses personales, excepto Josué y Caleb, a quienes Dios les permitió tomar posesión de Canaán. Sin embargo, la nueva generación, nacida en el desierto, entró en Canaán, conducida por Josué en su ministerio conquistador.
Cuando entraron a Canaán, después de los cuatrocientos años de abandono, la tierra fue habitada por otros pueblos más numerosos y más poderosos que el pueblo de Israel, por eso la nueva generación necesitaría luchar para conquistarla nuevamente. Para esa conquista, Dios le incumbió a Josué que eliminara a esos pueblos, principalmente a los gigantes que habitaban en ella (cfr. Nm 13:32,33); eran razas anormales: los hijos de Anac, mencionados en Génesis 6.
El ministerio de Josué fue un ministerio de coraje y valentía. Logró conquistar la tierra y eliminar a la mayoría de los pueblos que habitaban como intrusos en ella. Actualmente el Señor nos comisionó a predicar el evangelio en toda la tierra habitada. En esta obra, Dios desea que seamos fuertes y valientes. Así como lo fue Josué, necesitamos luchar para conquistar la herencia que el Señor nos dio, recobrando en cada ciudad el gobierno del reino de los cielos.
Para ejercer este ministerio conquistador, necesitamos tener el mismo coraje y valentía que el Señor le comisionó a Josué: "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" (Jos 1:9). ¡Esforcémonos y seamos valientes! La misma palabra que Josué recibió en aquella época es la que estamos recibiendo hoy. ¡Aleluya!
Punto clave: Luchar para conquistar la herencia.
Pregunta: ¿Cuál es la comisión de Dios para nosotros hoy?


SABADO
Lectura bíblica:
Jos 24:15,31; Jue 21:25
Leer con oración:
"Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Ti 2:1-2).
CONDUCIR A OTROS A AMAR Y SEGUIR AL SEÑOR
Después de la muerte de Josué, no hubo gobierno en Israel, cada israelita hacia lo que bien le parecía. En otras palabras, Josué sabía guerrear, pero no supo enseñar a la siguiente generación cómo servir a Dios. Este fue su fracaso: no haber preparado a un sucesor que condujera al pueblo de Israel a amar y seguir al Señor.
El pueblo no fue enseñado a ser una nación de sacerdotes, como Dios anhelaba. El resultado de eso fue que hubo desorden en medio del pueblo, porque después que murieron todos los ancianos que conocían al Señor y Sus obras hechas a Israel, por no tener un líder, cada uno hacia lo que bien le parecía Que 21:25).
Adoptemos en nuestro Vivir los puntos positivos del ministerio conquistador de Josué, saliendo a predicar el evangelio del reino por todo el mundo, para testimonio a todas las naciones. Las ciudades donde aún no tienen el testimonio del Señor necesitan ser conquistadas, recibiendo el evangelio del reino de los cielos. ¡Aleluya! Debemos ser conquistadores esforzados y valientes, tal como lo fue Josué, hasta que los reinos de este mundo lleguen a ser de nuestro Señor Jesucristo, para que Él reine por los siglos de los siglos. ¡Amen!
Punto clave: Conquistadores valientes y de coraje.
Pregunta: ¿Cómo podemos aplicar los puntos positivos del ministerio de Josué en nuestro vivir práctico como Cuerpo de Cristo?


DOMINGO
Lectura bíblica:
1 S 2:18; 3:21; 15:9-11,22-23; 24:4-6; 26:7-9
Leer con oración:
"¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros" (1 S 15:22).
OBEDECER LA PALABRA DEL SEÑOR Y NO LEVANTARSE CONTRA SU UNGIDO
Por causa de la situación negativa en la que se encontraba Israel, Dios levantó jueces para que gobernaran al pueblo. Como eso no fue suficiente, Dios preparó a Samuel como sacerdote y de manera especial lo introdujo en el templo, donde sirvió al Señor desde su infancia. Él era fiel a Dios, y durante el tiempo en que vivió en el templo, no adquirió ningún mal hábito de los que los hijos de Elí tenían.
Dios también le había incumbido gobernar al pueblo de Israel. Por un lado, Samuel era un sacerdote, que llevaba a los israelitas a la presencia de Dios; por otro, él también tenía el ministerio de juez, para solucionar las causas del pueblo. Además, Samuel hablaba por Dios, desempeñando el ministerio de profeta en Israel.
El fracaso de Samuel no sucedió en el ejercicio de su ministerio, sino en su vejez y en la crianza de sus dos hijos. Cuando los ancianos del pueblo de Israel clamaron para tener un rey, estaban rechazando a los hijos de Samuel como jueces, pues ellos eran corruptos, aceptaban sobornos y pervertían el derecho. Este problema reveló la debilidad de Samuel, y por eso, el pueblo pidió un rey.
Puesto que Dios permitió que el pueblo de Israel tuviera rey, Samuel fue a buscarlo para ungirlo. El primer rey de Israel fue Saúl, que era alto y distinguido, pero también humilde y capaz. Dios lo escogió y fue ungido rey.
No obstante, Saúl fracasó: Dios le había ordenado que eliminara a todos los amalecitas, incluso al rey y a los animales, aunque Saúl exterminó a todos los hombres, le perdonó la vida al rey Agag y también a muchos rebaños. Él no obedeció la orden de Dios. Como resultado, Dios lo destituyó de la posición de rey y le dijo: "Obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros" (1 S 15:22).
Después, el Señor ungió a David como rey. Antes de asumir la posición de rey, David fue escudero de Saúl y también le tocaba el arpa. El Espíritu de Dios ya no operaba en Saúl, sino que estaba en David. Dios permitió que un espíritu maligno atormentara a Saúl, que por causa de los celos que sentía de David, intentó matarlo varias veces.
David, por su parte, tenía una gran virtud. Aunque había sido ungido como rey por Samuel, no osó hacerle mal a Saúl, el primer ungido por Dios. Si bien Saúl había desobedecido a Dios, haciendo las cosas por su cuenta, David no usurpó su reino, por temor a Dios y reverencia al ungido ¡del Señor.
Durante la persecución que sufrió por parte de Saúl, David tuvo dos oportunidades para matarlo, pero no lo hizo. Es como si David hubiera pensado: "Saúl es el ungido de Dios. No puedo tocar su vida, a no ser que Dios mismo levante circunstancias para que él caiga. Yo jamás le haré ningún mal al ungido de Dios".
Debemos percibir la importancia de aquellos que son ungidos por Dios para ser Sus siervos. Los siervos de Dios son aquellos que transmiten a otros lo que Dios les reveló. Dios quiere revelar a Sus muchos siervos las cosas que deben suceder pronto (Ap 1:1). Todos los que reciben el llamamiento de Dios para ser Sus siervos deben atenderlo. Dios también utiliza a un siervo más maduro, así como usó al apóstol Juan, para transmitir Su revelación a los otros siervos.
Aquellos cuyos ministerios vimos esta semana fueron siervos de Dios. Algunos fueron ungidos de manera especial y cada uno tuvo su ministerio. Los éxitos y los fracasos de todos ellos deben servimos de ejemplo a cada uno de nosotros, que también somos siervos de Dios en el Nuevo Testamento, en el ministerio del Espíritu. No sigamos el camino del fracaso, sino recibamos la advertencia y adoptemos los modelos positivos en nuestro vivir cristiano. ¡Amén! ¡Alabado sea el Señor!
Punto clave: Fuimos ungidos por Dios.
Pregunta: ¿Cuáles fueron las principales lecciones que aprendió con los ministerios presentados esta semana?
Lectura de apoyo:
Alimento Diario - Serie: "El ministerio del apóstol Juan en su madurez" - Tomo 1 - Lecciones extraídas de los primeros ministros del pasado, Dong Yu Lan
Aguas refrescantes 5 de julio
¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
Gálatas 3: 3.
En su carta a los Romanos Pablo establece con claridad que el pecador depende de la gracia de Dios para su sal¬vación. En la carta a los Gálatas nos demuestra que el creyente igualmente depende de la gracia para su conti¬nuidad en la vida cristiana. Nunca hicimos algo, ni le dimos algo a Dios a cambio de nuestra salvación, y ésta debe ser la base de nuestro andar con El.
Dios comienza dándonos una nueva posición para que tengamos un nuevo comienzo. Si estoy en el fondo de un pozo, permaneceré allí hasta que Dios me levante y me coloque sobre una roca. El lo hace colocándome en Cristo. Al hacerlo resuelve todo mi pasado. Además, ha colocado la vida de Cristo dentro dl'i mí, dándome así todo lo que requiero para el presente y para el futuro. De manera que el progreso espiritual no se logra por medio de una agónica lucha, sino por mirar confiadamente. a la gracia de Dios y continuar recibiendo la plenitud de Cristo.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
Literatura disponible en:
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El ministerio del apóstol Juan en su madurez (semana 9)
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