El ministerio del apostol Juan en su madurez (semana 21)
LUNES
Lectura bíblica:
Mt 13:1-8; Jn 1:13; 3:6; Gá 4:19; 1 P 1:23; 1 Jn 3:2
Leer con oración:
"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva (...) obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas" (1 P l:3a 9).
LA IMPORTANCIA DE LA PRIMERA EPÍSTOLA DE PEDRO
La Primera Epístola de Pedro ocupa un lugar de gran importancia en la Biblia, pues nos habla del plan eterno de Dios, que es dispensarse hacia dentro del hombre tripartito. Esta epístola presenta la salvación completa de Dios para nosotros.
La etapa inicial de la salvación comienza con la regeneración de nuestro espíritu (1 P 1:3). Por la fe fuimos justificados gratuitamente, por Su gracia, mediante la redención que tenemos en Cristo Jesús. Por medio de esa maravillosa redención nos fue abierto un camino para recibir la vida de Dios.
Aunque heredamos la vida humana de nuestros padres, cuando creímos en el Señor, fuimos regenerados, nacimos de nuevo, es decir, nacimos de Dios y llegamos a ser Sus hijos On 1:13; 3:6; Sal 82:6).
En la regeneración, la vida divina que recibimos obedece al mismo principio del nacimiento y crecimiento de la vida humana. Después que el óvulo es fecundado, el embrión se desarrolla, tomando la forma ¬humana, y entonces, después de algún tiempo nace un bebé. Después del nacimiento, en un proceso natural, el bebé crece hasta llegar a ser un niño, un adolescente, después un joven y, finalmente, un adulto.
De la misma manera, la nueva vida que obtuvimos en la regeneración, la cual es Cristo mismo, al principio entra en nosotros como una simiente (1 P 1:23), como un embrión, pero inmediatamente necesita desarrollarse hasta la madurez, es decir, hasta que Cristo sea formado en nosotros (Gá 4:9; Col 3:4). Al igual que un recién nacido necesita alimento y cuidado hasta convertirse en un adulto, necesitamos alimentar la vida divina que está en nosotros hasta alcanzar la medida de la estatura de Cristo, hasta ser iguales a Dios en vida y naturaleza, pero sin la Deidad (Ef 4:13; 1 Jn 3:2).
Sin embargo, el problema es que, a pesar de que tenemos la vida divina en nuestro espíritu, la vida del alma, que también forma parte de nuestro vivir, muchas veces nos impide obtener el crecimiento de la vida divina.
Podemos comparar esta situación con la parábola del sembrador, en la cual Jesús dijo que el sembrador echó la semilla en varios tipos de suelo (Mt 13:1-
. En el primero, la semilla cayó sobre la orilla del camino, pero por no lograr penetrar en la tierra, puesto que estaba dura; las aves, que representan al maligno, arrebataron lo que había sido sembrado. Nosotros, que ya fuimos regenerados, necesitamos permitir que la palabra de Dios penetre en lo más profundo de nuestro ser para que crezcamos espiritualmente.
Jesús también habló sobre un suelo de pedregales, donde había poca tierra. En ese caso la semilla cayó donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero al salir el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. De igual manera, a veces oímos la palabra de Dios y la recibimos con alegría, pero, por el hecho de no quitar las piedras interiores diariamente, esa palabra tiene poca duración y cuando llega la angustia o el sufrimiento, desfallecemos.
El tercer tipo de suelo citado por Jesús estaba lleno de espinos que ahogan la semilla que fue lanzada sobre él. La vida de Dios, que recibimos al creer, está dentro de nosotros y quiere crecer, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. En este caso es necesario quitar los espinos y quemados, es decir, renunciar a las preocupaciones y a la codicia por las cosas materiales, pues esas cosas impiden que la vida de Dios crezca y fructifique en nosotros.
¡Cuán terrible es la vida del alma! Todos los impedimentos para que la vida crezca en nosotros proceden de ella. Podemos decir que la gran mayoría de los cristianos aprecia y valora su vida del alma, por la cual viven regularmente. Por eso difícilmente vemos en esas personas el crecimiento de la vida de Dios. Pero, si negamos la vida del alma, volviéndonos al Espíritu, experimentaremos crecimiento, vida y paz.
Punto clave: Crecer en vida.
Pregunta: ¿Qué es necesario hacer con cada tipo de suelo citado para que llegue a ser una buena tierra?
MARTES
Lectura bíblica:
Mt 16:24-25; Ro 8:23; 1 Co 15:51-53; Ef 2:5,8
Leer con oración:
"Si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego" (1 Co 3:15b).
LA SALVACIÓN COMPLETA DE DIOS
Pedro comienza su primera epístola hablando sobre la regeneración y el crecimiento de la vida divina en nosotros, el cual sólo es posible cuando permitimos que Cristo sea formado en nosotros para ser Su plena expresión. Para eso son necesarias tres etapas de la salvación: la regeneración del espíritu, la transformación del alma y la glorificación del cuerpo. Con la suma de estas tres etapas, obtendremos la salvación completa de Dios.
En cuanto a la salvación de nuestro espíritu, sólo nos bastó creer para obtenerla (Ef 2:5,
. Al creer, recibimos todo lo que el Señor realizó por nosotros. Éramos pecadores, pero creímos en Su sangre que fue derramada por nosotros, entonces obtuvimos el perdón de nuestros pecados y como resultado, recibimos la vida divina, es decir, fuimos regenerados. Ahora Dios puede infundir libremente Su vida y crecer en nosotros para el cumplimiento de Su propósito eterno.
Para la salvación de nuestro cuerpo, tampoco nos será exigido nada, pues el Señor mismo lo redimirá por medio de la transfiguración (Ro 8:23). Cuando Él vuelva, si hubiésemos dormido en el Señor, resucitaremos, y los hijos de Dios que aún estén vivos en la tierra, recibirán un cuerpo transfigurado (1 Co 15:51-53). Así, tanto los muertos en Cristo como los creyentes vivos serán arrebatados para el encuentro con el Señor en el aire (1 Ts 4:16-17).
No obstante, la salvación de nuestra alma depende de cuánto la negamos para hacer la voluntad del Señor (Mt 16:24-25). Para obtener la salvación completa es necesario crecer en la vida divina y llegar a ser un hijo maduro. Mientras eso ocurre, heredaremos toda la herencia del Padre, la cual está en los cielos, que es incorruptible, que no puede ser dañada, que es inmarcesible, sin mancha y está reservada en los cielos para los que crecen en vida.
Usando un ejemplo de nuestra vida humana, para heredar algo del padre, es necesario haber alcanzado la mayoría de edad, que difiere en cuanto a la edad, de acuerdo con la legislación vigente en cada país. Espiritualmente hablando, si obtenemos la mayoría de edad, podremos recibir esa herencia celestial cuando alcancemos la salvación completa.
Todos los redimidos estarán en la Nueva Jerusalén, pero sólo los vencedores, es decir, los que permitieron que la vida divina creciera en ellos, que buscaron al Señor, siguiéndolo y sirviéndolo, recibirán la corona como recompensa (Ap 22:12; 1 Co 3:13-15). Para ellos el disfrute de la Nueva Jerusalén será anticipado, y reinarán con Cristo por mil años. ¡Alabado sea el Señor!
Punto clave: Crecer para recibir el galardón anticipado en la era del reino milenario.
Pregunta: Según las epístolas de Pedro ¿Qué es necesario para ser un heredero?
MIERCOLES
Lectura bíblica:
Mt 16:24; 17:2-5; Jn 13:36-38
Leer con oración:
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese" (1 P 4:12).
UN CAMINO PARA LA SALVAClÓN DE NUESTRA ALMA
Gracias al Señor, recibimos mucha ayuda del ministerio epistolar de Pedro. En sus escritos nos habla de su experiencia personal, alentándonos a buscar la salvación completa de Dios.
Mientras el apóstol Pedro seguía al Señor Jesús, tuvo varias experiencias de tener que negarse a sí mismo y por eso, en su epístola, él nos mostró que los sufrimientos interiores, muchas veces considerados injustos, son grandes oportunidades para que neguemos la vida del alma. Este tipo de sufrimiento es como el quemar del fuego en nuestro interior, en nuestra alma.
En Mateo 16, Pedro y los otros once apóstoles oyeron cuando el Señor Jesús les habló acerca de negar la vida del alma (v. 24). Ellos sabían que necesitaban negarse a sí mismos, pero no tomaron ninguna actitud On 13:36-38). Ellos tenían el conocimiento de la Palabra, pero no la practicaron. Cuando una verdad sólo es conocida, pero no es practicada, ésta se convierte en una doctrina.
Lo que ocurrió con Pedro es lo que sucede con muchos cristianos. A pesar que Pedro oyó con respecto a la necesidad de negarse a sí mismo para salvar el alma, él no sabía cómo practicar eso. Entonces, el Señor mismo, se aprovechó de l s situaciones de la rutina del diario vivir y ayudó a Pedro.
Inmediatamente después de que Jesús les habló a Sus discípulos sobre negar la vida del alma, llevó a tres discípulos, Pedro, Jacobo y Juan, a un monte alto "y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías" (Mt 17:2-4). Esta proposición de Pedro provino de su vida natural, de su vida del alma, porque él tenía antecedentes judíos. Con relación a la ley, Moisés debía ser oído y, con relación a los profetas, a la persona que debían oír era Elías; por tanto, los dos representaban la ley y los profetas y eran muy respetados por los judíos. Este debió haber sido el motivo por el cual Pedro deseó hacer enramadas para Moisés, Elías y para el Señor Jesús.
Mientras Pedro aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd" (v. 5). Era como si el Señor estuviera diciendo: "Elías y Moisés ya pasaron. Sólo Mi Hijo debe ser oído, y nadie más". Al oír esto, Pedro debió haber sido iluminado y recordó que el Señor Jesús ya le había dicho que debía negar su vida del alma, sus opiniones y pensamientos provenientes de su mente natural.
Después que Pablo experimentó ese "quemar", debió haber pensado lo siguiente: "¿Por qué hice eso? sé que debo negar mi vida del alma, pero cuando aparecen situaciones propicias para que la niegue, no permito que eso suceda. No quiero hacer mi voluntad; deseo negar mi vida del alma para hacer la voluntad del Señor. Ahora veo porqué no debo oír a Moisés y a Elías; la ley y los profetas ya pasaron. Debo dar oídos a lo que el Señor dice. Debo arrepentirme".
El Espíritu y el fuego están unidos. Cuando estamos llenos del Espíritu, el fuego que está en nuestro espíritu nos quema para consumir todo lo que es negativo e incluso nuestras justificaciones. Este fuego nos lleva a un arrepentimiento cabal, completo.
En mi experiencia, cuando me arrepiento, siendo un dolor en el corazón. ¿También usted siente un pesar, un dolor? Este dolor que siente en el corazón es el fuego que lo está quemando. Que seamos sensibles siempre al Señor para arrepentimos todas las veces que Él nos ilumine.
Punto clave: El fuego del Espíritu quema nuestro ego.
Pregunta: ¿Cuál ha sido su experiencia de negar la vida del alma?
JUEVES
Lectura bíblica:
Mt 17:24-27; Jn 21:3-6
Leer con oración:
"Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces" (Le 22:61).
EL QUEMAR DEL ESPÍRITU
Cierta vez, habiendo Jesús y Pedro llegado a Capernaum, se acercaron a Pedro los cobradores del impuesto de las dos dracmas y le preguntaron: "¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? El dijo: Sí" (Mt 17:24-25a). Así como sucede muchas veces con nosotros, Pedro también respondió rápidamente, basado sólo en su concepto natural.
Y al entrar Pedro en casa, Jesús le habló primero, diciendo: "¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: de los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos" (vs. 25-26). El Señor Jesús ya sabía lo que había sucedido, por eso le dijo a Pedro: "Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti" (v. 27).
Pedro debió haber sido iluminado, pues su vida del alma fue expuesta. Entonces se fue a pescar y debió haber pensado: "¿sacar un pez con una moneda en la boca?
¿Encontraré ese pez? ¿Por qué no me quedé callado? ¿Por qué no le pregunté al Señor Jesús?.. ¡Nuevamente prevaleció mi vida del alma!".
El Señor quería que él aprendiera la lección para que se arrepintiera. Pedro aprendió a negar su vida del alma de esa manera: cada vez que el Señor lo iluminaba, probaba el fuego del Espíritu quemando su ser natural A medida que seguía al Señor Jesús, Pedro fue siendo transformado: su alma natural, fuerte y precipitada, fue poco a poco siendo subyugada por el Espíritu Santo de Dios.
Las experiencias de Pedro nos muestran cómo podemos practicar Mateo 16:24-25, que dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará".
Después que el Señor Jesús había muerto en la cruz y resucitado, le dijo a Simón Pedro y a algunos discípulos que estaban con él: "Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada" Jn 21:3). Como vemos, Pedro volvió a su vida natural y además llevó a seis discípulos con él, incluso a Juan.
Ellos eran especialistas en la pesca; sólo con mirar el agua ya sabían dónde estaban los peces, y como siempre lo hacían, echaron la red donde pensaban que había peces, pero en toda esa noche no lograron pescar nada.
Al día siguiente, al amanecer, el Señor Jesús estaba en la playa del mar de Tiberias y les dijo: "Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces" (v. 6). Al reconocer al Señor, ellos debieron haberse arrepentido mucho en su interior. El Señor Jesús ya había muerto y resucitado, pero Pedro y los demás salieron a buscar el sustento, contradiciendo así la orden que habían recibido de Él de predicar el evangelio del reino de los cielos.
El Señor Jesús usó todas las circunstancias para tratar con la vida del alma de Pedro y de los demás discípulos. Al llegar a la playa, el Señor mismo ya les había preparado pescado y pan, pero no de los peces que ellos habían pescado. A través de esa experiencia, Pedro debió haberse arrepentido una vez más, dándose cuenta de que su esfuerzo natural para obtener el suplir físico fue inútil, pues el Señor le sirvió pan y pescado asado en la brasa.
Punto clave: El quemar interior del Espíritu.
Pregunta: ¿Cómo ha experimentado el quemar del Espíritu en su vida?
VIERNES
Lectura bíblica:
Jn 2l:15-17.20-22
Leer con oración:
"De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras" Jn 21:18).
LA DISCIPLINA DEL SEÑOR PROVIENE DE SU AMOR
En aquel episodio ocurrido frente al mar de Tiberias, después de que comieron, Jesús le preguntó a Pedro si él Lo amaba más que los demás Gn 21:15). En la mayoría de las versiones, no aparece la palabra "otros". La expresión "éstos", según el texto griego puede referirse no sólo a personas, sino también a cosas, tales como el barco, las redes, los peces, es decir, los medios que le darían la sobrevivencia. Finalmente, Pedro respondió: "Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo".
El Señor le preguntó tres veces, porque quería que él se arrepintiera cabalmente. Al hacer eso, Jesús estaba exponiendo más la vida del alma de Pedro. ¡imagínese el dolor que debe haber sentido al tener que responderle al Señor tres veces!
No sólo eso, el Señor Jesús también le dijo: "Apacienta mis corderos", "Pastorea mis ovejas" y al final "Apacienta mis ovejas" Gn 21:15-17).
Además el Señor Jesús le dijo: "De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras" (v. 18). El Señor quería mostrarle que, cuando era más joven, por vivir en su vida del alma, Pedro se sentía libre para ir donde quería. Sin embargo, en aquel momento, después que el Señor resucitó, él no podía hacer más su voluntad personal y mientras fuere más viejo, más crecido, ya no tendría más libertad para ir donde quisiera, sino que tendría que aprender a coordinar con los demás hermanos y ser conducido para donde el Señor lo quisiera llevar.
Pese a sus experiencias anteriores, aún quedaba algo de su vida del alma que debía ser desenmascarada, porque, inmediatamente después de oír las palabras del Señor, él miró hacia a un lado y vio a Juan, y nuevamente expresó su vida natural, le preguntó al Señor: "¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú" (vs. 21-22). La respuesta del Señor a Pedro es que Él juzgaba a cada uno de manera diferente, así que, no debemos entrometemos en eso.
Por haber pasado por esas y otras experiencias, Pedro aprendió a tratar con su vida del alma. Por eso, en su primera epístola escribió: "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese" (1 P 4:12). Cuando el fuego de prueba llega hasta cada uno de nosotros, no debemos entristecemos, sino gozamos porque al ser probados, nuestro ego, nuestro ser natural, será eliminado poco a poco. Este sufrimiento no proviene del hecho de que hayamos cometido errores, pero es necesario, a fin de que neguemos nuestra vida del alma y crezcamos en la vida divina.
Nosotros no somos diferentes a Pedro; necesitamos negar nuestra vida del alma. Necesitamos tener un arrepentimiento cabal, no superficial. Puesto que Dios nos ama, nuestra vida del alma necesita ser consumida por el fuego. Si usted ama al Señor, así como lo hizo con Pedro, Él comenzará a preocuparse por usted. Aprovechará las situaciones para traer a la luz todo lo que aun hay de la vida del alma en su vivir. No lo dejará de lado. El Señor quiere usamos, pero nuestra vida del alma nos impide ser usados por Él. Por eso Él espera pacientemente que ella sea negada para que Su vida, que está en nuestro espíritu, pueda crecer.
Además Pedro nos dice: "Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno" (v. 15). Este tipo de sufrimiento es merecido, pues si practicamos algunas de esas cosas sufriremos porque tales cosas no agradan a Dios.
Punto clave: El Señor espera pacientemente que neguemos nuestra vida del alma.
Pregunta: ¿Percibe usted que, aún después de pasar por tantas experiencias de negar su vida del alma, ella aún está presente y viva?
SABADO
Lectura bíblica:
1 P 4:12-14
Leer con oración:
"Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" (1 P 4: 13).
NEGAR LA VIDA DEL ALMA PARA CRECER EN LA VIDA DIVINA
Por el hecho de que la vida del alma permanece muy fuerte en nosotros, la vida de Dios no tiene espacio para crecer. A medida que negamos nuestra vida del alma, la vida de Dios encuentra más lugar para crecer en nosotros.
Cuando nuestra vida del alma es traída a la luz por el Señor, necesitamos inmediatamente, arrepentimos. Por ejemplo, los empleados, cuando están en el trabajo y son reprendidos por su jefe, muchas veces se enojan y dicen: "Yo no cometí ningún error; por el contrario, he trabajado mucho para que la empresa gane dinero y encima me hablan de esa manera". Airados y llenos de enojo contra el jefe, al encontrarse con otros compañeros de trabajo o incluso al llegar a la casa, descargan todo su furor sobre los que están a su alrededor.
Este tipo de actitud proviene del ego, de la vida del alma. Hoy, el Señor Jesús no está aquí físicamente para tratar nuestra vida del alma, sino que se hizo el Espíritu para ayudamos a tratar con ella todas las veces en que nos volvamos a ÉL Aunque hayamos tenido varias experiencias de negar nuestra vida del alma, y por tener las impurezas del alma quemadas por el fuego del Espíritu, aún hay momentos en los cuales ésta se manifiesta. Cuando nos enojamos o nos airamos en ciertas ocasiones con nuestros hijos, o cuando en una reunión de la iglesia damos nuestra opinión, pensando que estamos en lo correcto, y ésta es rechazada por los demás; entonces, el Espíritu Santo nos habla, iluminando nuestras impurezas, y hace que nos arrepintamos para que todo sea quemado por el fuego del Espíritu, libertándonos así de nuestro ego.
En los últimos diez años, el Señor nos ha transformado. Por haber recibido el suministro abundante de la palabra de Dios, la transformación ha ocurrido en la mayoría de los hermanos y hermanas. Y este proceso de transformación se aceleró mucho después de haber recibido ayuda de las epístolas de Pedro.
Pedro sabía que, mientras más negara su vida del alma, más la vida de Dios crecería en él. Por eso nos aconsejó a no entristecernos cuando estemos pasando por tales sufrimientos: "Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" (1 P 4:13).
Punto clave: Gozamos en los padecimientos de Cristo.
Pregunta: ¿Ya sufrió por Cristo injustamente?
DOMINGO
Lectura bíblica:
2 Ti 4:8; 1 P 1:5-9; Ap 21:21
Leer con oración:
"Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años" (Ap 20:6).
EL REINO ES EL PROPOSITO FINAL DE DIOS
¡El ministerio epistolar de Pedro es grandioso! Desde su primer capítulo nos lleva a practicar las palabras citadas por Jesús en Mateo 16:24-25: negar la vida del alma. Esa práctica sucede principalmente por medio de los sufrimientos provenientes del quemar interior del Espíritu en nuestro espíritu, para la purificación de nuestra alma. Para nuestro crecimiento espiritual, Pedro nos muestra que el sufrimiento interior es inevitable.
Experimentamos este fuego cuando el Señor nos expone con Su luz, como un fuego que arde dentro de nosotros, las impurezas de nuestra alma. Al ser iluminados por Él, debemos arrepentimos cabalmente, con dolor en el corazón. Este sufrimiento es necesario para que maduremos espiritualmente, pues Dios nos quiere atribuir una incumbencia, un ministerio.
Dios un día nos llamó y salvó por Su gracia, rescatándonos del mundo pecaminoso. Sin embargo, el objetivo de Dios no es sólo salvar pecadores mediante Su gracia. El propósito de Dios es que todos los que fueron salvos y recibieron Su vida divina crezcan y maduren para que en el futuro reinen con Cristo.
La regeneración fue el primer requisito para estar habilitados para reinar con Cristo, pues por medio de ella obtuvimos la vida divina. Ahora, como hijos de Dios, Él tiene la esperanza de que Su vida, que fue plantada en nosotros, crezca hasta alcanzar la madurez. Así, en el día final, estaremos habilitados para reinar con Cristo en la era venidera, ayudándolo a gobernar a las naciones durante el milenio.
Pedro habla de que somos guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para la salvación completa que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero (cfr. 1 P 1:5). Esta salvación incluye la salvación de nuestro espíritu en la regeneración, la salvación de nuestro cuerpo en la segunda venida del Señor Jesús, y principalmente la salvación del alma, que debe ocurrir hoy, mientras estamos en la vida de la iglesia, aprovechando las oportunidades que tenemos para negar nuestra vida del alma.
Pedro también nos muestra que, para que nuestra alma pueda ser salva, es necesario que seamos afligidos por diversas pruebas, para que sometida a prueba nuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo (vs. 7-9). En otras palabras, el mismo proceso que experimenta el oro cuando es purificado por el fuego debe ocurrir en nuestra alma. Cuando el oro es purificado, sus impurezas son retiradas; en las pruebas que nos sobrevienen, cada vez que somos iluminados por el Señor, las impurezas que aparecen en nuestra alma deben ser eliminadas.
Lo que quedará en nosotros después de la purificación por el fuego del Espíritu en nuestro interior, será mucho más precioso que el oro perecedero. No estamos hablando del oro que conocemos. El oro que existe hoyes perecedero, pero el oro en el cual nos convertiremos no lo es, sino que será el material utilizado en la Nueva Jerusalén: un oro transparente (Ap 21:21). Esto redundará en alabanza, gloria y honra en el juicio del tribunal de Cristo, es decir, recibiremos el derecho de entrar en el reino milenario.
¡Cuánta ayuda hemos recibido de Pedro por medio de su ministerio epistolar! En el pasado recibimos mucha ayuda de las epístolas de Pablo, pero por medio de las experiencias de Pedro y de su ministerio epistolar, también hemos sido muy iluminados en nuestro vivir cristiano, principalmente con relación a la importancia de negar nuestra vida del alma. Pablo nos ayudó a ver que tenemos una corona de vida esperándonos (2 Ti 4:
, pero Pedro nos muestra que también hay un trono de honra esperándonos a fin de reinar con el Señor. ¡Aleluya!
Punto clave: Llamados para reinar por medio de la vida divina.
Pregunta: ¿Cómo puede ser salva nuestra alma?
Lectura de apoyo:
"Siervos de Dios - buenos, fieles y prudentes" - cap.
6 - Dong Yu Lan.
"El camino para vivir y reinar con Cristo" - cap. 6 ¬Dong Yu Lan.