El ministerio del apóstol Juan en su madurez (semana 23)
LUNES
Lectura bíblica:
Mt 4:18-20; Hch 2:38-41; 3:1, 3-4; 18:1-3
Leer con oración:
"Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron" (Mr 1:19-20)
LLAMADO PARA REMENDAR LAS REDES
En esta semana disfrutaremos del último ministerio presentado en el Nuevo Testamento, el cual el Señor usó y que permanecerá hasta Su venida: el ministerio del apóstol Juan en su madurez.
Conforme a lo que ya hemos visto en semanas anteriores, existe una relación entre la profesión y el ministerio de los apóstoles. Pedro era un pescador y, cuando el Señor lo llamó, le dijo que sería un pescador de hombres (Mt 4:18-20). Por medio de Pedro muchos fueron salvos e introducidos en la iglesia (Hch 2:38-41; 4:4).
El trabajo de Pablo era hacer tiendas y su ministerio fue el de edificar las iglesias (Hch 18:1-3; 1 Co 3:10). Pablo trabajó mucho cumpliendo con la comisión que el Señor mismo le dio, sin embargo, a pesar de que las iglesias recibieron muchas verdades, no, lograron practicadas, causando algunos "agujeros" en la obra de edificación.
Entonces, Dios usó a otro apóstol: Juan, el cual, cuando fue llamado, estaba remendando redes (Mr 1:19-20). El Señor llamó a Juan para "remendar los agujeros de las redes", es decir, ayudar a las iglesias a practicar las verdades que habían recibido por medio del apóstol Pablo.
Juan no ejercía el liderazgo en su juventud, pero cooperaba con los demás hermanos en la retaguardia; su obra era "remendar redes" (Hch 3:1,3-4,11; 4: 13,19; 8:14).
Con esto queremos mostrar que Juan tenía un buen carácter y no tenía la ambición de encabezar, de ser visto por los demás, sino que colaboraba ocultamente en la obra de edificación de las iglesias, remendando las redes. Sin embargo, aun siendo una muy buena persona, tuvo que pasar varios años en la prisión hasta alcanzar la madurez espiritual Cuando ese tiempo llegó, Juan fue comisionado por Dios para ejecutar su ministerio. El Señor Jesús, por medio de Su ángel, declaró a Juan las cosas debían suceder, y finalmente, Juan las registró en el libro de Apocalipsis para que esa revelación también llegara a nosotros, los siervos de Dios (1:1). Antes pensábamos que sólo personas especiales o líderes espirituales podían tener acceso a ella, no obstante, el Señor nos ha mostrado que Él desea revelar Su voluntad a todos Sus siervos -hombres, mujeres, jóvenes, niños o ancianos-. ¡Aleluya!
Conforme a la enseñanza del mismo Jesús, un siervo no hace su voluntad personal, sino que se somete a su señor y lo sigue (Mt 16:24). Necesitamos estar en el espíritu, negamos a nosotros mismos y seguir al Señor, pues para eso fuimos puestos en la iglesia, donde tenemos diversas oportunidades de, como siervos de Dios, practicar Su Palabra.
Punto clave: Remendar las redes y colaborar.
Pregunta: ¿Para quién es la revelación de Jesucristo?
MARTES
Lectura bíblica:
Mt 24:7-8,14; Mr 3:13-14; Lc 6:13-16; 2 P 3:12
Leer con oración:
"Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él" (Lc 8:1).
CUMPLIR NUESTRA COMISIÓN
PARA APRESURAR LA VENIDA DEL SEÑOR
De entre Sus discípulos, el Señor escogió a doce para estar con Él para ser enviados a predicar, a los cuales dio también el nombre de apóstoles (Mr 3:13-14; Lc 6: 13-16). Los primeros en ser llamados fueron Pedro y Andrés, Jacobo y Juan; después el Señor llamó a los otros ocho. Él no perfeccionó a Sus discípulos en una escuela o según la manera de un entrenamiento militar, sino que aprovechaba los viajes que hacían y los acontecimientos que surgían en el diario vivir para enseñarles.
En cierta ocasión, al ser interrogado por ellos sobre Su segunda venida y sobre el fin del siglo, les reveló que "se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. y todo esto será principio de dolores" (Mt 24:7-
. Al decir eso Él quería mostrar a los discípulos cuáles serían las señales que indicarían el tiempo de Su segunda venida, que está cada vez más cerca.
Recientemente, grandes terremotos re mecieron a países como Haití, Chile y México. Estos acontecimientos son señales de la venida del Señor, pero aún no es el fin. El fin vendrá cuando el evangelio del reino haya sido predicado en todo el mundo (v. 14).
Alabamos al Señor, porque también recibimos la comisión de predicar el evangelio del reino, dando testimonio a todas las naciones. Cada señal y acontecimiento que indica la venida del Señor debe estimulamos a proseguir en esa carga con más fervor, para buscar el crecimiento de vida y anunciar que el reino está cerca.
Como siervos de Dios, también es necesario cumplir otro requisito: negociar los talentos que recibimos (Mt 25:20-30). Dios nos concedió dones de acuerdo con nuestra capacidad, los cuales son el "capital" que necesitamos negociar, invirtiendo en la iglesia (Ef 4:7). Aunque hayamos recibido dones y capacidades diferentes, necesitamos multiplicar nuestros talentos para que la gracia nos sea cada vez más añadida, haciendo de nuestro don un ministerio.
Así como lo hizo con Juan anteriormente, hoy el Señor nos llama para que desempeñemos nuestro ministerio. Ya estamos en los tiempos finales, en la época que precede a Su venida. Nuestro deseo es que Él nos encuentre sirviendo diligentemente y cumpliendo la comisión que recibimos para apresurar Su venida (2 P 3: 12). ¡Alabado sea el Señor!
Punto clave: Crecer en vida y predicar el evangelio del reino.
Pregunta: En su experiencia ¿Qué ha hecho usted para crecer en vida y apresurar la venida del Señor?
MIERCOLES
Lectura bíblica:
Hch 2:46-47; 8:4; 1 Co 14:31; 16:15; 2 Co 8:1-4
Leer con oración:
"Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: (...) Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado" (Hch 13:1-2).
LA PALABRA, LOS SERVICIOS Y LAS OFRENDAS
Hay tres aspectos del ministerio que necesitamos practicar para obtener el galardón: el de la palabra, los servicios y el de ofrendas de riquezas materiales. Los ministerios vienen de los dones y, mientras más ejercitamos los dones, más gracia recibimos. Así, Cristo es constituido en nosotros (Ef 4:7), y desarrollamos en nuestro vivir diario nuestro ministerio, pues lo que fue trabajado por la vida de Dios en nosotros se hace parte de nuestro ser y servicio.
En la iglesia hay varias maneras de practicar el ministerio de la palabra. Todos nosotros podemos profetizar en las reuniones, leer y orar la Palabra, salir a predicar el evangelio, levantar iglesias, promover estudios bíblicos en pequeñas reuniones familiares etc. (Hch 2:46-47; 8:4; 1 Co 14:31). El Señor nos dio muchos medios y oportunidades para que ejercitemos el ministerio de la palabra.
El ministerio de los servicios, por su parte, es algo muy práctico. Hay muchas actividades en la iglesia por medio de las cuales ejercitamos nuestros dones para ganar más de Cristo. Al servir junto con los hermanos, aprendemos a negar nuestra vida del alma y a depender más del Señor, y de esa manera, Cristo llega a ser nuestra constitución (1 Co 16:15).
Lo mismo se aplica al ministerio de las ofrendas de riquezas materiales. Los que ofrendan el diezmo ejercitan sus dones. Los que ofrendan más que el diezmo, beneficiando a los hermanos que están pasando por dificultades o necesidades especiales en la obra, reciben gracia y, como resultado, Cristo crece más en su ser; y finalmente obtienen el ministerio de las ofrendas de riquezas materiales (2 Co 8:1-4).
Aquellos que desarrollan sus dones y ejercitan normalmente sus ministerios personales en la iglesia pueden ser llamados por Dios para ser útiles en una carga especial, un ministerio especial (Hch 13:1-4). No se trata sólo de ministrar la palabra, de servir y ofrendar en la iglesia, sino que es una comisión específica, determinada de acuerdo con la voluntad de Dios. Quien la recibe debe cumplida cabalmente.
En el Nuevo Testamento, Dios ungió al Señor Jesús con el Espíritu Santo. En aquella ocasión, vimos al Hijo de Dios siendo designado, siendo ungido por el Espíritu que descendió sobre Él, y una voz de los cielos que manifestó la aprobación por parte del Padre (cfr. Mt 3:16-17). El Dios Triuno ungió al Señor Jesús e introdujo el ministerio específico del Nuevo Testamento, a fin de que el Señor saliera para anunciar el evangelio del reino (Le 4:18-19; Mt 9:35).
Punto clave: Desarrollar los dones y ejercitar normalmente los ministerios en la iglesia.
Pregunta: ¿Ha ejecutado su ministerio?
JUEVES
Lectura bíblica:
Mt 1:1; 9:9; Mr 10:45; Lc 1:3; Jn 21:18-25
Leer con oración:
"Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, ya Jesucristo, a quien has enviado" (Jn 14:16-17a; 17:3).
EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN
El último ministerio descrito que observamos en la Biblia es el del apóstol Juan. Después de oír al Señor: "Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras" (Jn 21:18). Pedro, volviéndose, vio que Juan también 1o estaba siguiendo y le preguntó a Jesús: "Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú" (vs. 21-22). Por causa de ese dicho, se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría.
En esta porción bíblica, el mismo Juan intercala una explicación para la frase dicha por el Señor: "Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, Y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero" (vs. 23-24). De esta explicación posterior de Juan podemos inferir que su ministerio de suministrar a los hermanos con el Espíritu y la vida permanecerán hasta la segunda venida del Señor, es decir, será el último ministerio del Nuevo Testamento.
Aunque contengan la inspiración divina, los evangelios fueron escritos según la perspectiva de los que siguieron al Señor Jesús en aquellos años. Por ejemplo, Mateo que era uno de los doce, era un recaudador de impuestos, un funcionario público, él registró su evangelio bajo la perspectiva del reino. Registró la venida del Señor como la venida de un rey (Mt 1:1; 9:9).
Pedro, después de haber sido llamado por el Señor, Lo siguió siempre. Desde su punto de vista, Jesús estaba siempre sirviendo a Dios y a los hombres, nunca esperaba ser servido. Pedro debió haber relatado el vivir de Jesús a Marcos, y él Lo presentó en su evangelio como un siervo, conforme a lo que Jesús mismo dijo: "Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mr 10:45).
Lucas era un médico y no conoció a Jesús personalmente; tampoco fue uno de los doce apóstoles. Él se unió a Pablo en Troas, al comienzo de su segundo viaje (Hch 16:8-10). Lucas debió haber oído que el vivir humano del Señor Jesús era muy maravilloso. Esto seguramente lo inspiró a escribir su evangelio, el cual fue hecho después de "haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen" (Lc 1:3).
Sin embargo, Dios aún no estaba satisfecho con esos tres evangelios escritos hasta aproximadamente el año 50 d. C. Años más tarde, Juan registró en su evangelio que también hay muchas otras cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, ni
aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir (Jn 21:25). Él también relató que el Espíritu de verdad, el Consolador, que el Padre enviaría en Su nombre, haría que ellos recordaran todas las cosas que el Señor les había dicho (14:26).
No hay indicios en la Biblia de que Juan haya sido una persona elocuente, que se ponía de pie para hablar a las multitudes durante el tiempo en que siguió a Jesús; tampoco vemos después, que cuando acompañaba a Pedro, en el libro de los Hechos, que él sea una persona que sepa hablar. Sin embargo, Dios lo preservó para escribir el libro de Apocalipsis, su evangelio y tres epístolas más.
De hecho es maravilloso ver que, aun después de tantos años en la prisión, el Consolador le recordó los hechos que habían sucedido y principalmente, las palabras que el Señor les había hablado, conforme a la riqueza y profundidad registrada en los capítulos 14 al 17 de su evangelio.
Alabado sea el Señor por la fidelidad de Juan en su ministerio y por la carga de llevar el Espíritu Y la vida a los hermanos.
Punto clave: ¡Dios preservó a Juan para mostrar la importancia del Espíritu y la vida! '
Pregunta: ¿Por qué podemos decir que el último ministerio es el del apóstol Juan?
VIERNES
Lectura bíblica:
Jn 1:1, 2-4,14; 14:3; 1 Co 15:45; 2 Co 3:17-18
Leer con oración:
"Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" Gn 14:26).
LA SOBERANÍA DE DIOS
Como vimos ayer, a pesar de que Pedro y Pablo fueron muertos, Juan recibió un castigo menos severo y fue enviado al exilio en Patmos (Ap 1:9). Este fue el arreglo soberano de Dios para preservado, pues quería usado aún posteriormente para dejamos registradas muchas otras cosas preciosas e importantes para el cumplimiento de Su propósito eterno.
En su vejez Juan ya había sido perfeccionado por el Señor, por eso le fue encargado completar lo que aún había quedado pendiente del ministerio de edificación de las iglesias. A los noventa años de edad, después de haber pasado veinte años en la prisión, Juan, por medio del Espíritu, recordó todo lo que el Señor había hablado y de las experiencias que había tenido en aquellos tres años y medio en que estuvo con Él (Jn 14:26). Además, llevó a los hermanos a practicar las palabras de la economía neo-testamentaria de Dios, anteriormente reveladas a Pablo y transmitidas a las iglesias. Este fue su ministerio específico.
En su evangelio, Juan mostró que la persona maravillosa de Jesús no era sólo un hombre, sino también Dios (1:1,14). El Señor Jesús es la Palabra misma, que vino de parte de Dios. Él es el Hijo de Dios. Sin leer el evangelio de Juan, no sería posible conocer completamente la vida del Señor. Él es una persona maravillosa, pues "Este era en el principio con Dios (...) En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (vs. 2-4).
Juan también mostró que, al morir y resucitar, el Señor se hizo el Espíritu, que es Omnipresente, es decir, no sufre la restricción del tiempo ni del espacio (Jn 14:3; cfr. 1 Co 15:45; 2 Co 3:17). Como el Espíritu, pudo entrar en nosotros para estar siempre con nosotros (Jn 14:16-17). Hoy podemos contactar al Señor en todo lugar. En cualquier lugar donde estemos, podemos invocar Su nombre: "¡Oh SeñorJesús!" (Sal 145:18).
Debemos valorar el hecho de poder tener comunión con el Señor cara a cara (2 Co 3: 18). Muchas veces cuando estamos orando, fácilmente nos distraemos con nuestros pensamientos. Sólo cuando nos aquietamos en la presencia del Señor y nos vaciamos de nuestras preocupaciones, podemos orar en el Espíritu y oír Su hablar (Ef 6:18).
Ciertamente, durante el tiempo que Juan estuvo exiliado, su comunión con Dios fue una experiencia personal e íntima. Hoy hemos experimentado que el Espíritu no sólo suple nuestra necesidad individual, sino también, suministra vida para la edificación de todo el Cuerpo de Cristo.
Punto clave: Espíritu y vida.
Pregunta: ¿Cómo está su comunión con Dios?
SABADO
Lectura bíblica:
Mr 3:17; Jn 6:57b, 63b; 1 Co 12:3; Ef 6:17-18ª
Leer con oración:
"Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn 20:30-31).
LA EXPERIENCIA DE JUAN EN LA ISLA DE PATMOS
En Brasil y en toda América del Sur, tenemos la práctica de invocar el nombre del Señor para estar en el Espíritu (1 Co 12:3). Cuando invocamos este nombre, nuestra alma es trasladada de su propio gobierno al gobierno del Espíritu. Así, obtenemos más de la vida divina (Jn 20:31).
Además de invocar el nombre del Señor, para obtener vida, también tomamos la Palabra con oración (Ef 6:17-18a). Desde el principio de la obra del Señor en Brasil, nos hemos alimentado de la Palabra por medio de leer y orar, conforme a lo que escribió Juan: "el que me come, él también vivirá por mí. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (6:57b, 63b).
Aunque no seamos personas cultas o especialistas en el conocimiento literal de la Palabra, fuimos comisionados y ungidos por el Señor para llevar a cabo el último ministerio, el ministerio de Juan, que perdurará hasta la venida del Señor. Así como el Señor escogió a aquellos sencillos pecadores galileos para anunciar el evangelio, también nos comisionó a nosotros con el ministerio de llevar Espíritu y vida a todos, predicando el evangelio del reino de los cielos hasta lo último de la tierra.
En el periodo cuando Juan siguió al Señor, la Biblia lo describe como Boanerges, esto es, Hijo del trueno (Mr 3:17). Después, cuando leímos con respecto a él, vimos que llegó a ser muy humilde y manso. Él no tomaba la delantera, sino que ayudaba a los que estaban al frente (Hch 3:1; 4:19; 8:14). También siguió a los demás discípulos y no hablaba por sí mismo. En esos veinte años de prisión recordó todas las palabras que el Señor les había hablado.
El ministerio de Juan en su madurez llegó hasta nosotros. Nuestra carga es practicar todo lo que nos fue revelado, y para eso invocamos el nombre del Señor y leemos con oración la Palabra a fin de obtener Espíritu y vida. ¡Alabado sea el Señor! ¡Todos fuimos ungidos y este es el ministerio que nos fue dado!
Punto clave: Volverse al Espíritu, donde está el Espíritu vivificante.
Pregunta: ¿Qué sucedió con Juan mientras estuvo exiliado en Patmos?
DOMINGO
Lectura bíblica:
Jn 19:25-27, 33-35; 21:5-7,15-17; Ap 1:19
Leer con oración:
"La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto" (Ap 1:1-2).
LOS ESCRITOS DE JUAN y EL COMPLEMENTO DE LA CARGA DEL ESPÍRITU
Como ya vimos, durante el tiempo en que Juan permaneció en la prisión, Dios trabajó en él y le dio muchas revelaciones. Esas revelaciones no eran sólo para Juan, sino que Dios le dio para mostrar a Sus siervos. El propósito de Dios era que él transmitiera a todos Sus siervos las revelaciones recibidas para que obedezcamos a Su palabra, seamos fieles y hagamos Su voluntad (vs. 1-2).
Cuando Jesús fue crucificado, los demás discípulos debían estar allí, pero sólo Juan, el discípulo amado, estaba junto a la cruz (Jn 19:25-26). Por ejemplo, Pedro Le siguió a la distancia hasta la casa del sumo sacerdote. Al llegar allí, algunas personas lo reconocieron y él negó al Señor tres veces. Cuando el gallo cantó, conforme a lo que el Señor Jesús le había dicho, al darse cuenta, Pedro lloró amargamente, él no estuvo a los pies de la cruz (Mt 26:75).
Los otros discípulos, que habían huido también permanecieron lejos (v. 56). Sólo Juan se quedó cerca (Jn 19:26-27). El hecho de haber descrito minuciosamente ese momento de extrema importancia comprueba que Juan estaba muy cerca de la cruz.
El Señor Jesús fue crucificado un viernes y Juan presenció cuando los soldados vieron que Él ya estaba muerto y no le quebraron las piernas. También vio que, cuando uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, al instante salió sangre yagua (vs. 33-34). La sangre es más fácil de ver porque es roja, pero el agua es traslucida, no se puede ver fácilmente.
Sabemos que la sangre del Señor Jesús, vertida por nosotros en la cruz, fue para tratar con nuestros pecados. La sangre nos purificó y nos redimió, capacitándonos para recibir la vida divina, que es representada por el agua que salió del costado del Señor.
Juan también escribió detalladamente cuando Jesús se manifestó a Sus discípulos junto al mar de Tiberias. Pedro fue a pescar, y otros discípulos, entre ellos Juan, fueron con él. Después de haber pasado toda la madrugada sin pescar nada, el Señor se les apareció en la playa y les preguntó si tenían alguna cosa de comer (21:1-5).
Los discípulos no reconocieron que era Jesús el que les decía: "Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces". Entonces Juan dijo a Pedro: "¡Es el Señor!" (vs. 6-7). Fue Juan, el discípulo amado del Señor, quien Lo reconoció.
Cuando llegaron a la orilla, vieron que el Señor ya había preparado pan y pescado para ellos. Juan registró que, después de haber comido, el Señor le preguntó tres veces a Pedro si él Lo amaba. La pregunta de Jesús a Pedro también debe ser hecha a cada uno de nosotros: "¿Usted ama al Señor o a su medio de sustento? ¿Ama más su casa, su empleo, su posición o al Señor?". Si deseamos ser siervos buenos y fieles, debemos decir: "Señor, Te amo. No quiero amar más esas cosas que a Ti. Te amo Señor".
Juan también vio y testificó la ocasión en que el Señor dijo a Pedro que, cuando él era más joven, andaba por donde quería; pero cuando ya fuera viejo, extendería sus manos, y lo ceñiría otro, y le llevaría a donde no quiera ir. Esto también se refiere a nuestro pasado, cuando nuestra alma era muy fuerte y andábamos y nos movíamos de acuerdo con ella. Después que nacimos de nuevo y recibimos el Espíritu y la vida divina, necesitamos negar nuestro ser natural, nuestra vida del alma, a fin de cooperar con la edificación del Cuerpo de Cristo.
Agradecemos al Señor por haber preservado a Juan, y por haberlo comisionado con el ministerio del Espíritu y la vida, el cual permanece hasta los días de hoy. ¡Aleluya!
Punto clave: Amar al Señor por sobre todas las cosas.
Pregunta: ¿Usted percibe que nosotros somos los siervos llamados para practicar el último ministerio?
Lectura de apoyo:
"La promesa de la vida y el galardón en el reino" - cap. 2 - Dong Yu Lan.