El ministerio del apostol Juan en su madurez (semana 22)

El ministerio del apostol Juan en su madurez (semana 22)
LUNES
Lectura bíblica:
Mt 28:20; Jn 7:38-39; 14: 16, 19-20; 16:13-15; Gá 3:14
Leer con oración:
"Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la Piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas" (2 P 1:3-4a).
EL DISPENSAR DEL DIOS TRIUNO
En esta semana, trataremos la segunda epístola escrita por el apóstol Pedro.
En la medida que buscamos al Señor y nos alimentamos de Él, dos vidas -la humana y la divina- se van mezclando hasta que la naturaleza de Dios se expresa en nosotros. Esto fue lo que el apóstol Pedro, estando en una edad avanzada, registró de manera muy especial.
Cuando Pedro habla sobre este asunto usa las palabras "vida" y "piedad" refiriéndose al Padre, pues esa vida es la vida divina que recibimos al creer, y la piedad está relacionada con ser semejantes a Dios, expresado y manifestado (2 P -1:3). .
La segunda parte del versículo 3 (VR) menciona "gloria" y "virtud", que se refieren al Hijo. El Señor Jesús expresa totalmente la gloria y la virtud de Dios (He 1:3) y como el Hijo, Él es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de Su sustancia. Él expresó completamente la vida y la naturaleza divinas (Col 2:9).
El Señor Jesús probó muchos aspectos de la experiencia humana: el perdón, la longanimidad, la ira, el amor, los sufrimientos. Además, vemos en los evangelios que las virtudes humanas, tales como la humanidad, la paciencia, la mansedumbre, la compasión, el dominio propio, tuvieron en Él una plena expresión.
Por otra parte, en la experiencia de Pedro, podemos ver cómo las cualidades humanas que heredamos de Adán son limitadas. Aunque él consideraba suficiente perdonar a alguien hasta siete veces, el Señor le respondió que debía hacerlo setenta veces siete (Mt 18:21-22). Así pues, el Señor demostró que deseaba trabajar la naturaleza divina en la naturaleza humana, aumentando infinitamente la virtud humana de perdonar.
En 2 Pedro 1:4 son mencionadas las preciosas y grandísimas promesas de Dios, las cuales Él nos garantizó para alentarnos y fortalecernos, a fin de llevarnos a ser participantes de la naturaleza divina (Mt 28:20; Jn 7:38-39; 14:16, 19-20). La mayor y más grande de todas las promesas es el Espíritu Jn 16:13-15; Gá 3:14).
Así, la Segunda Epístola de Pedro nos muestra la naturaleza de Dios que está siendo trabajada en nuestra naturaleza humana, por medio de la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nosotros.
Punto clave: Ser lleno con la vida y la naturaleza divinas.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Es usted capaz de relacionar al Dios Triuno con los atributos presentados en 2 Pedro 1:3-4?
 
MARTES
Lectura bíblica:
2 P 1:5-7; Ro 5:8, 10; 1 Co 2:6-16; Ef 4:26
Leer con oración:
"Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos (...) y orad por los que os (...) persiguen (...) Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mt 5:44, 48).
CRECER HASTA ALCANZAR EL AMOR ÁGAPE
Tanto Pedro como Pablo hablaron sobre el Dios Triuno en sus epístolas y nos mostraron que el Padre, el Hijo y el Espíritu quieren trabajar en nosotros (Ef 1:3-14; 2 P 1:3-4).
Lo que Dios quiere hacer es infundir la naturaleza divina en nuestra naturaleza humana. Por eso, en su segunda epístola, Pedro dijo: "Para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia" (1:4b). Por eso, mientras más nos negamos a nosotros mismos, más la vida de Dios crece en nosotros y más de la naturaleza divina nos es añadida. Así, somos librados de la corrupción que hay en el mundo y también de nuestro propio ego.
Los versículos del 5 a1 7 hablan de las cosas que están relacionadas con Dios: la fe, la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la perseverancia, la piedad, el afecto fraternal y el amor.
La palabra "amor", en este versículo, se refiere al amor ágape, que es la expresión máxima de la naturaleza divina. Cuando usted tenga la vida de Dios en plenitud, expresará la naturaleza de Dios absolutamente, por medio del amor ágape, el amor que ama incluso a los enemigos (Mt 5:44; Ro 5:8, 10). Cuando lleguemos a este punto, nuestra vida estará totalmente madura y la naturaleza divina estará completamente mezclada con la naturaleza humana (Mt 5:48).
El Señor ya nos dio Sus preciosas y grandísimas promesas; ahora Él Se trabaja en nosotros por medio del Espíritu que mora en nosotros. Cuando vivimos en el espíritu, podemos expresar la naturaleza de Dios en toda situación. Por medio de esa experiencia, el Espíritu mismo nos hace participantes de la naturaleza divina. ¡Aleluya!
En 2 Pedro 1:5 somos orientados a poner toda nuestra diligencia a fin de obtener cada vez más de la naturaleza divina, hasta que ésta sea totalmente trabajada en nosotros. Todo comienza con la fe y es a partir de ella que Dios comienza a trabajar en nosotros. No importa si somos fuertes o débiles, si permanecemos de pié o caemos, desde el día que recibimos al Señor Jesús, la fe permanece en nosotros. ¡Es por eso que ella es tan preciosa!
Pedro continúa: "Desarrollad abundantemente en vuestra fe virtud". El Señor tiene la gloria y la virtud (He 1:3a). En Él está la gloria, porque Él es el resplandor de la gloria de Dios, y posee también la virtud, que significa expresar los atributos divinos como: la luz, el amor, la justicia, la santidad, entre otros.
El apóstol prosigue: "En la virtud, conocimiento" (v. 5). El conocimiento mencionado aquí se refiere a la sabiduría, no a la sabiduría de este mundo (1 Co 3:19; Stg 3:15), sino a la sabiduría que es de lo alto (v. 17). ¡Aleluya! No nos basamos más en el simple conocimiento humano, pues ahora tenemos la sabiduría de Dios, que es celestial. Esta sabiduría está descrita en 1 Corintios 2:6-16 y sólo puede ser experimentada en nuestro espíritu por el Espíritu, pues se discierne espiritualmente.
Segunda de Pedro 1:6 dice: "en el conocimiento, dominio propio". Además de la fe, de la virtud y del conocimiento, necesitamos desarrollar el dominio propio, pues está presente en la naturaleza de Dios. Hebreos 12:18-21 y Éxodo 32:14 nos muestran que Dios se aíra, pero Él siempre se domina (ls 12:1). Cuando el Señor Jesús fue crucificado, los cielos se oscurecieron y hubo un gran terremoto (Mt 27:45, 51-52), esto demuestra que Dios estaba airado, pues en la cruz ya no estaba sólo el Señor Jesús, sino todos nosotros, los pecadores. En realidad, la ira de Dios estaba sobre el pecado de toda la humanidad.
La Biblia no dice que está prohibido airarse. En Efesios 4:26 leemos: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo". Podemos airarnos, pero no podemos pecar. El sentimiento debe ser limitado a un breve periodo, esto indica que debe estar bajo el control del dominio propio, que es un fruto del Espíritu (Gá 5:22-23 VR).

Punto clave: Disfrutar del infundir de la naturaleza divina en la naturaleza humana.
Pregunta: ¿Qué debemos hacer para que de la preciosa fe, la vida de Dios crezca en nosotros hasta la plena expresión que es el amor ágape?



MIERCOLES
Lectura bíblica:
2 Ts 3:5; 2 P 1:6-7; 1 Jn 3:16
Leer con oración:
"Mas el fruto del EsPíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley" (Gá 5:22-23).

EXPRESAR LOS ATRIBUTOS DIVINOS EN LAS VIRTUDES HUMANAS
Todos los puntos citados en Gálatas 5:22-23 provienen del Espíritu, están relacionados a las virtudes de Cristo y deben igualmente, formar parte de las virtudes humanas. Cuando estamos en el espíritu, somos guiados por el Espíritu y tenemos dominio propio. Aunque en algunos momentos nos molestemos con determinadas situaciones, cuando nos volvemos a nuestro espíritu, experimentamos la naturaleza divina que está en nosotros, la cual nos lleva a tener dominio propio. Así, Dios es manifestado a través de nosotros.
Además del dominio propio, necesitamos de la perseverancia (2 P 1:6b), que es una virtud que exige paciencia. Es común que apliquemos la palabra "paciencia" a las pequeñas cosas del diario vivir, no obstante, la paciencia es más que eso. Practicar la paciencia no es tan fácil, pero necesitamos ejercitar nuestro espíritu para que aumente en nosotros, principalmente cuando apacentamos a los nuevos. Sólo por el Espíritu podemos experimentar la naturaleza divina que nos satura con sus virtudes.
Aparte de la paciencia y la perseverancia, aun tenemos que desarrollar la piedad (v. 6), pues cada uno de nosotros debe expresar la vida divina que recibió en la regeneración.
A partir de la preciosa fe, debemos desarrollar el crecimiento espiritual hasta alcanzar el afecto fraternal y, finalmente, el amor ágape.
Cierto himno dice: "La vida de iglesia, camino excelente el amor, manifestación de la vida de Dios" y "Nos amamos en el amor fraternal". Por ser hijos de Dios, nos amamos los unos a los otros en el amor que procede de la vida de nuestro Padre. Este amor es como el fuego, pues, cuando es practicado, quema todas las divisiones y barreras que hay entre nosotros. Por eso, si tenemos algún problema con algún hermano o hermana, debemos confesado y buscar reconciliarnos. Este es el amor fraternal que es practicado como lo hacía la iglesia en Filadelfia. Puesto que invocamos el nombre del Señor, leemos y oramos la Palabra; entonces, la vida de Dios, que es amor, crece en nosotros y nos lleva a amar a todos los hermanos (1 Jn 3: 16). Sin embargo, aún tenemos que proseguir hasta llegar al amor ágape.
El amor ágape es el punto culminante de las virtudes de Cristo vividas en nuestra vida humana. Este amor no es limitado, sino amplio, e incluye y acoge a todas las personas. Que el Señor conduzca nuestro corazón a este amor (2 Ts 3:5). ¡Amén!
Punto clave: Desarrollar la fe hasta que llegue a ser el amor ágape.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Cómo podemos tener una vida normal, llena de la expresión de Dios?



JUEVES
Lectura bíblica:
Jn 3:16; 2 P 1:9-11; 1 Jn 4:8, 9-11,16,19
Leer con oración:
"Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo" (2 P 1:.
NOS ES OTORGADA
UNA AMPLIA ENTRADA EN EL REINO
La Segunda Epístola de Pedro también nos habla de nuestra entrada en el gozo del reino milenario. Como ya vimos esta semana, si crecemos en la vida divina, permitiendo que el Dios Triuno trabaje en nosotros, seremos librados de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia (2 P 1:3-4), estaremos en la condición de madurez para reinar con Cristo en Su reino.
Mientras más la vida de Dios crece en nosotros, más la expresamos. El proceso del crecimiento de la vida comienza con la fe preciosa (1:1), a la cual necesitamos sumar toda nuestra diligencia a fin de que desarrollemos la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la perseverancia, la piedad, el afecto fraternal y el amor (vs. 5-7). Este es un proceso gradual, pues cada día la naturaleza divina es más desarrollada en nosotros. En consecuencia, llegaremos al afecto fraternal y, finalmente, al amor de Dios.
El apóstol Juan escribió que el amor es Dios mismo (1 Jn 4:8,16). Dios es amor, y ese amor ágape es la expresión máxima de Su naturaleza. Él nos ama con el amor más sublime On 3:16). Asimismo, necesitamos amar a nuestros hermanos con ese amor (1 Jn 3:16). Esto es posible porque la vida divina que recibimos nos dio la naturaleza de Dios, que se expresa en nosotros por medio de las virtudes, entre las cuales está el amor (1 Jn 4:9-11).
Además, el amor ágape trae consigo la capacidad de fructificar: "Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo" (2 P 1 :. Fructificar es una acción orgánica y espontanea, resultado del crecimiento de la vida y la naturaleza divinas en nosotros. La proporción que tenemos de la vida divina y de la naturaleza de Dios determina cuantos frutos tendremos. Aquel que tiene más vida da más frutos y aquel que tiene poca vida produce pocos frutos.
Cuando la vida divina crece en nosotros, los frutos aparecen. Muchas iglesias nuevas han sido engendradas, esto es una prueba de que esta vida está creciendo en nuestro medio. Sin embargo, no podemos afirmar que las nuevas iglesias estén totalmente crecidas, pero todos nosotros estamos creciendo gradualmente en la vida de Dios y así, Su naturaleza está siendo añadida a nosotros para Su plena expresión.
Continuando en 2 Pedro 1:9: "Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados". No podemos medir el nivel de la naturaleza divina en cada uno de los hermanos, pues sólo Dios puede hacer eso. Sin embargo, la condición de cada uno puede ser manifestada por la existencia o la ausencia de esas virtudes o frutos.
En 2 Pedro 1:10 leemos: "Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás". Aunque ya estemos poniendo toda diligencia, en este versículo vemos que ella debe ser cada vez mayor, y de la misma manera, todo lo que ya fue añadido a nuestra fe preciosa debe aumentar: "Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (v. 11).
Dios desea que Su reino esté en toda la tierra y sea manifestado aquí. Para que haya un reino es necesario que haya un pueblo, por eso Dios espera que en la tierra haya hombres que se conviertan en Su pueblo y Lo expresen. La entrada al reino es directamente proporcional con cuánto de la vida y la naturaleza de Dios existe en nosotros y cuánto Le expresamos. Mientras más crecidos en vida seamos, más calificados estaremos para heredar las riquezas de Dios que constituyen nuestra herencia.
Punto clave: Buscar con una diligencia cada vez mayor.
Pregunta: ¿Cuál es la manera como nos será otorgada una amplia y generosa entrada en el reino eterno?



VIERNES
Lectura bíblica:
Mt 16:16-18; 17:1-8; 1:19-1; 2 P 1:10-11; 3:12-13
Leer con oración:
"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones" (2 P 1:19).

LA IGLESIA ES EL AMBIENTE NORMAL
PARA QUE LA VIDA DE DIOS CREZCA EN NOSOTROS
En su segunda epístola, Pedro nos muestra que los que serán calificados para entrar en la manifestación del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, son aquellos que permitieron que la vida de Dios creciera en ellos y buscaron tener un vivir piadoso, expresando al Señor (2 P 1:5-11). Serán personas que permitieron ser conformadas a la imagen de Cristo, a fin de expresar Su gloria y virtud.
En 2 Pedro 1:12 leemos: "Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente". El apóstol nos dirigió estas palabras, recordándonos, amonestándonos y advirtiéndonos a fin de dejarnos el ejemplo de una persona madura, que repite lo que cree que es importante (v. 15).
En el versículo 16 el apóstol explica que había hablado del poder y de la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas artificiosas, sino porque él Y otros apóstoles habían sido testigos oculares de la majestad del Señor cuando estaba en el monte de la transfiguración (Mt 17:1-. Este episodio ocurrió inmediatamente después de que el Señor Jesús reveló la iglesia.
En Mateo 16 el misterio de Dios, que es Cristo, fue revelado por el Padre mismo (vs. 16-17). Después, tenemos otra revelación concerniente a la iglesia como el misterio de Cristo (v. 18). En este pasaje la iglesia fue mencionada por primera vez. El término iglesia significa la asamblea de los llamados. Esta revelación evidencia que la voluntad de Dios es que los que nacieron de nuevo estén juntos, congregados.
Luego, el Señor Jesús habló de las llaves del reino de los cielos (v. 19). La expresión: "reino de los cielos" en el versículo 19 es usada con relación a la iglesia mencionada en el versículo 18, indicando que la iglesia y el reino son lo mismo. Por tanto, la iglesia es la realidad del reino de los cielos en esta era. Así que, es por medio de la iglesia que somos introducidos en el reino.
Para entrar en la manifestación del reino -el reino milenario venidero-, es necesario que hoy pasemos por la fase de la iglesia. En otras palabras, la vida de la iglesia es un ambiente propicio para llegar a ser vencedores. Sin embargo esto requiere de nuestra parte una diligencia cada vez mayor en practicar la Palabra, negarnos a nosotros mismos y hacer la voluntad de Dios, teniendo un vivir íntegro y justo (2 P 1:10). Esto nos introducirá en la manifestación del reino de los cielos en la era venidera.
La revelación que Pedro recibió se extiende más allá de la manifestación del reino en el milenio, hasta nuestra entrada en los cielos nuevos y tierra nueva (3:13). Los cielos nuevos y la tierra nueva, mencionados por él en su segunda epístola, se refieren a la nueva Jerusalén (Ap 21:1-2).
Todas las cosas de la vieja creación serán exterminadas por el fuego (2 P 3:12). Dios purificará toda la tierra y quemará todas las cosas anormales. Por eso Pedro nos advirtió, recordándonos el juicio de Dios sobre la tierra. Él dice: "Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones" (1:19).
El apóstol aun complementó: "Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (vs. 20-21).
En la época en la que el apóstol escribió su segunda epístola, la iglesia se estaba degradando; había falsos profetas y falsos maestros, personas que intentaban engañar a los hijos de Dios (2:1-3). Por tanto, Pedro se esforzó diligentemente, advirtiéndoles de antemano Y haciéndoles recordar todas las cosas que consideraba importantes para que pudieran crecer y no ser engañados. Tales advertencias sirven para que todos nosotros estemos preparados para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Punto clave: Vivir la vida cristiana normal con los demás hermanos.
Pregunta: ¿Cuál es el camino para entrar en la manifestación del reino?




SABADO
Lectura bíblica:
2 P 2:4-9,10-22; 3:11; 1Jn 1:7, 9; 3 Jn 3-4
Leer con oración:
"El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 P 3:9).

EL SEÑOR ES LONGÁNIMO Y ESPERA QUE CREZCAMOS
Además de alentarnos a buscar el crecimiento en vida y a desarrollar la naturaleza divina en nosotros, Pedro escribió su segunda epístola a fin de advertir a los cristianos en cuanto al juicio de los falsos profetas y los falsos maestros.
Dios juzgará a tales personas, poniéndolas como ejemplo, tal como lo hizo con los ángeles que se revelaron, con los que estaban en fornicación, en la generación de Noé, y con los habitantes de Sodoma y Gomorra que, con sus procedimientos de libertinaje, afligían al justo Lot (2 P 2:4-.
El Día del Juicio al que Pedro se refiere es el Día del Señor (v. 9; cfr. 3:10). El Día del Señor será un tiempo de juicio, en el que Dios juzgará todas las cosas. Entre los versículos 10 y 22 del capítulo 2, Pedro continúa dando más detalles con relación a los falsos maestros, que serán castigados por el Señor en aquel Día.
Si somos sabios, tomaremos las palabras de advertencia del apóstol Pedro a fin de ser guardados del Día del Juicio. En el capítulo 3 versículos 3 y 4 leemos: "Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, Y diciendo: ¿Dónde está la promesa de
su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación". Un futuro vencedor debe considerar hoy todas las cosas de las cuales los apóstoles nos advirtieron. No sólo debemos apartamos de ellas, sino también debemos recordárselas a los demás para que no cometan los mismos pecados.
Dios está preocupado con lo que está sucediendo en el mundo y con nosotros, en la iglesia (vs. 5-7). No es necesario que mencionemos la cantidad de cosas inicuas de este mundo maligno. Sin embargo, en la iglesia, también hay cosas que desagradan al Señor, de las cuales la principal es la falta de disposición para practicar la Palabra, y el dar demasiado énfasis a estudiarla bajo el punto de vista doctrinario.
Principalmente después que recibimos ayuda del ministerio del apóstol Juan, fuimos alertados de que no es suficiente sólo conocer las verdades, sino que debemos practicarlas Jn 13:17). Debemos dar atención a la palabra de Dios y ser fieles a Su voluntad.
Dios simplemente desea qué practiquemos las verdades, como Juan lo escribió: "Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad. No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad" (3 Jn 3-4). A muchos les gusta oír la verdad, pero no se disponen a practicarla. Quien está en la esfera anímica no logra practicar la verdad; solamente quien está en el espíritu puede hacerla. Los hijos de Dios que practican la verdad se convierten en motivo de gozo para los demás.
El Señor es longánimo para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 P 3:8-9). Su longanimidad tiene como meta ganarlos a todos. Cuando nos arrepentimos, todas las cosas son purificadas por la sangre del Señor Jesús. Si nos arrepentimos genuina y cabalmente, las cosas de las cuales nos arrepentimos jamás serán mencionadas en el tribunal de Cristo (1 Jn 1:7,9).
Nuestro deseo debe ser cooperar con Dios para que Su naturaleza divina sea trabajada en nuestra naturaleza humana, a fin de que andemos en una santa y piadosa manera de vivir, que Él sea plenamente expresado en nosotros, y que podamos, en el Día del Señor, ser libres de la prueba (2 P 3:9,11).
Punto clave: Tener disposición para practicar la Palabra.
Pregunta: ¿Qué es lo que le desagrada al Señor en la iglesia?








DOMINGO
Lectura bíblica:
Mt 22: 13; 25:30; 2 Ts 2; 2 P 3: 11-15
Leer con oración:
"Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén" (2 P 3:17-18).

DIOS ES EXPRESADO PLENAMENTE EN EL HOMBRE
El Señor Jesús desea que, antes de Su venida, ya hayamos solucionado todas las cosas pendientes por medio del arrepentimiento. De lo contrario, perderemos el galardón y seremos echados afuera, a las tinieblas, donde será el lloro y el crujir de dientes (Mt 22:13; 25:30). Cuando nos arrepentimos, somos purificados por la sangre preciosa del Señor, y es como si jamás hubiéramos cometido pecados (Mi 7:18).
El Día del Señor es también el Día de Dios (2 P 3:10,12). Conforme hemos visto, en ese día el Señor juzgará todas las cosas. Después de Su juicio seremos introducidos en los cielos nuevos y la tierra nueva: "Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (v. 13). Las naciones -que son las ovejas mencionadas por el Señor en Mateo 25- serán trasladadas a los cielos nuevos y a la tierra nueva, donde serán las naciones (Ap 22:2).
Continuando en 2 Pedro 3:14 leemos: "Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz". Por tanto, esta, debe ser nuestra meta: ser aprobados en el tribunal de Cristo. Por eso Pedro nos advirtió cuidadosamente que seamos precavidos (2 P 3:17).
Debemos ser justos no sólo en cuanto a hacer cosas consideradas correctas por las personas con relación a no pecar, sino principalmente en cuanto a hacer totalmente la voluntad de Dios. Así seremos trasladados a los cielos nuevos y la tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por tanto, ese es el resultado del mezclar de la naturaleza divina con la naturaleza humana: Dios expresado plenamente en el hombre. Debemos tomar hoy la carga de las epístolas de Pedro y practicar sus palabras.
“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén" (2 P 3:18). ¡Jesús es el Señor! ¡Amén!
Punto clave: ¡Solucionar todas las cosas pendientes hoy!
Pregunta: En su experiencia ¿ha percibido el mezclar de Dios en su naturaleza?
Lectura de apoyo:
"Siervos de Dios - buenos, fieles y prudentes" - cap. 6 - Dong Yu Lan.
"Ser como Dios es en vida y en naturaleza" - cap. 1 y 5 - Dong Yu Lan.
Dong Yu Lan
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
Literatura disponible en:
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