ANTES Y DESPUES DEL QUEBRANTAMIENTO
El quebrantamiento del hombre exterior es una experiencia básica que todo siervo del Señor debe tener. Dios tiene que quebrantar nuestro hombre exterior para que podamos servirle de manera efectiva.
Todo siervo del Señor tiene dos posibilidades al servirle. La primera es que su hombre exterior nunca sea quebrantado y que su espíritu permanezca adormecido. No puede tener un espíritu liberado ni poderoso; sólo su mente y su parte afectiva están activas. Si es una persona inteligente, su intelecto estará muy activo; y si es muy sentimental, serán sus emociones las que estén activas. Esta clase de actividad no puede conducir a nadie a Dios. En segundo lugar, es posible que su hombre exterior no esté separado de su hombre interior. Cuando su espíritu es liberado, viene mezclado con sus pensamientos y sus emociones, lo cual genera algo impuro. Esta clase de servicio produce en otros experiencias mezcladas e impuras. Estas dos condiciones impiden que el creyente sirva al Señor de una manera apropiada.
“EL ESPIRITU ES EL QUE DA VIDA”
Si deseamos servir al Señor eficazmente, debemos reconocer al menos una vez que “el Espíritu es el que da vida” (Jn. 6:63). Si no lo reconocemos este año, lo tendremos que hacer más adelante. Si no vimos esto claramente desde el primer día que creímos en el Señor, tendremos que verlo con claridad tarde o temprano, aunque tardemos diez años en reconocerlo. Muchos tienen que ser llevados hasta el fin de sí mismos y ver lo vano de sus obras, para que se den cuenta de lo inútil que son sus muchos pensamientos y sentimientos. No importa cuánta gente pueda ser ganada por medio de sus pensamientos y sentimientos, el resultado será vano. Tarde o temprano tenemos que confesar que “el Espíritu es el que da vida”. Sólo el Espíritu puede dar vida; ni siquiera nuestros mejores pensamientos y sentimientos pueden hacer eso. El hombre sólo puede recibir vida por medio del Espíritu. La Palabra del Señor siempre tiene la razón; el que imparte vida es el Espíritu. Muchos obreros del Señor tienen que pasar por sufrimientos y fracasos antes de poder ver este hecho. Ya que es el Espíritu el que da vida, sólo cuando el espíritu es liberado, pueden ser regenerados los pecadores y edificados los creyentes. La regeneración transmite vida y hace que otros reciban vida, así como la edificación transmite vida y hace que los creyentes sean edificados. Sin la intervención del Espíritu no pueden llevarse a cabo ni la regeneración ni la edificación.
Lo interesante es que Dios no tiene la intención de separar Su Espíritu de nuestro espíritu. En muchos pasajes bíblicos es imposible precisar si se hace referencia al Espíritu de Dios o al espíritu humano. Ni aun los expertos en griego pueden determinar la diferencia. A lo largo de los años, los traductores de la Biblia desde Lutero, en Alemania, hasta los traductores de la versión King James, en inglés, han sido incapaces de decir a ciencia cierta de entre la gran cantidad de referencias acerca del espíritu en el Nuevo Testamento, cuáles se refieren al espíritu humano y cuáles al Espíritu divino.
El libro de Romanos es tal vez el que contiene la palabra espíritu un mayor número de veces. ¿Quién puede determinar cuáles se refieren al espíritu humano y cuáles al divino? Cuando los traductores de la Biblia llegan a Romanos 8, dejan la decisión a los lectores. Cuando las diferentes versiones traducen la palabra pneuma, algunas la traducen “Espíritu”, con mayúscula, y otras “espíritu”, con minúscula. Por lo general, todas las versiones difieren en este asunto y ninguna asevera tener la última palabra. En realidad, es imposible diferenciar entre el Espíritu Santo y el espíritu humano. Cuando recibimos un espíritu nuevo, al mismo tiempo recibimos el Espíritu de Dios. Cuando nuestro espíritu humano fue reavivado de su estado amortecido, al mismo tiempo recibimos el Espíritu Santo. El Espíritu Santo reside en nuestro espíritu, pero es difícil decir cuál es el Espíritu Santo y cuál es nuestro espíritu. Entre ambos existe una distinción pero no una separación. Por lo tanto, la liberación del espíritu no es sólo la liberación del espíritu humano, sino la liberación del Espíritu Santo por medio del espíritu humano, ya que ambos espíritus son uno. Entre ellos puede haber una diferencia en cuanto a terminología, pero no en hecho. La liberación del espíritu es tanto la liberación del espíritu humano como del divino. Cuando otros tienen contacto con nuestro espíritu, tocan al mismo tiempo al Espíritu Santo. Si proporcionamos a otros la oportunidad de tocar nuestro espíritu, debemos agradecer al Señor porque al mismo tiempo tienen la oportunidad de tocar al Espíritu de Dios. De hecho, nuestro espíritu es el medio por el cual traemos el Espíritu de Dios al hombre.
Cuando el Espíritu de Dios opera, lo hace por medio del espíritu humano. Tal operación es similar a la electricidad que circula por los aparatos electrodomésticos; no puede viajar en forma de relámpago por el aire, sino por medio de los alambres. No sólo tenemos electricidad, sino también cables conductores. Los alambres conducen la electricidad. En la física existe el fenómeno llamado cargaeléctrica. Estar cargado equivale a llevar un carga. Si tenemos que conducir la electricidad, lo tenemos que hacer por medio de alambres eléctricos. Este mismo principio se aplica en cuanto al Espíritu de Dios. El necesita el espíritu humano como medio que conduce el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo es conducido por el espíritu humano hacia los hombres.
Cuando un hombre recibe la salvación, el Espíritu Santo empieza a residir en su espíritu. Pero este hombre puede ser utilizado por el Señor, dependiendo más de su hombre exterior que de su espíritu. El problema de muchos es que su hombre exterior jamás ha sido quebrantado. No hay un sendero manchado con sangre ni heridas ni cicatrices. La consecuencia de esto es que el Espíritu de Dios se encuentra encarcelado en su espíritu y no puede salir. En ocasiones el hombre exterior se mueve pero el interior no responde. El hombre exterior se libera pero el hombre interior permanece atado.
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