EL QUEBRANTAMIENTO Y LA SEPARACION
El quebrantamiento y la separación son dos experiencias diferentes, aunque existe una estrecha relación entre ambas, y es imposible disociarlas por completo. El hombre exterior debe ser quebrantado para que el espíritu pueda liberarse; pero cuando éste se libera, no debe salir mezclado con los sentimientos ni con ninguna característica del hombre exterior. Tampoco debe contener elementos provenientes del hombre natural. Lo importante no es sólo la liberación del espíritu, sino la pureza y la calidad del espíritu que brota. Muchas veces, cuando un hermano comparte, percibimos, por un lado, la presencia de Dios en su espíritu, y por otro, su yo. Tocamos su característica más notoria. Su espíritu no brota completamente puro. Tal vez pueda motivarnos a alabar, pero al mismo tiempo puede producir en nosotros incomodidad. Lo crítico aquí no es liberar el espíritu, sino que éste brote puro.
Si alguien no ha sido iluminado por Dios con respecto a lo que es su hombre exterior, ni ha sido juzgado por El de una manera profunda, siempre que libere su espíritu, espontáneamente saldrá teñido de su hombre exterior. Cuando personas así hablen, percibiremos su hombre natural. Tal vez liberen su espíritu, pero esta liberación tendrá el matiz de su yo, debido a que éste no ha pasado por el juicio de Dios. Siempre que tienen contacto con otros, les proyectan sus características personales. Si nuestro hombre exterior no ha sido juzgado, lo que expresemos ante otros será el elemento natural característico del hombre exterior. Es imposible ocultar dicho elemento. No debemos esperar ser espirituales cuando hablamos en público, si no lo somos en casa. Esto es imposible. Otros pierden su espiritualidad tan pronto olvidan cómo deben actuar, pues basan su espiritualidad en su memoria. También es imposible llegar a ser espirituales por esta vía. No deberían decir: “Debo tener cuidado con lo que digo hoy, ya que tengo que compartir un mensaje bíblico”. La memoria no podrá salvarlos, pues tan pronto abran su boca quedará al descubierto la clase de persona que son. Por más que traten de aparentar o de disfrazar su yo, su espíritu los pondrá en evidencia tan pronto empiecen a hablar. Un principio infalible es que la clase de espíritu o de mezcla que una persona tenga será evidente en sus palabras, pues en los asuntos espirituales es imposible fingir.
Si uno desea recibir liberación total de parte de Dios, los aspectos naturales más fuertes de uno deben ser quebrantados profundamente, pues un quebrantamiento parcial no bastará. Sólo entonces se podrá trasmitir a otros un espíritu liberado sin ninguna impureza. Pero si Dios no ha eliminado totalmente esos aspectos naturales, será fácil aparentar espiritualidad cuando nos lo propongamos, y siempre que olvidemos “actuar”, nuestro yo quedará al descubierto. De hecho, en ambos casos, sea que lo recordemos o que lo olvidemos, el espíritu que expresemos será el mismo y trasmitirá exactamente lo mismo.
La impureza espiritual es el mayor problema que afrontan los siervos del Señor. Muchas veces cuando nos relacionamos con los hermanos, percibimos a Dios en ellos, pero también percibimos su yo. Vemos en ellos la vida y al mismo tiempo la muerte. Podemos percibir en ellos un espíritu de mansedumbre y también su obstinación. Vemos al Espíritu Santo, pero también encontramos la expresión de su carne. Cuando ellos hablan, los demás perciben un espíritu contaminado. De manera que si Dios desea que le sirvamos en el ministerio de la palabra, esto es, si tenemos que profetizar o hablar Su Palabra, debemos pedir desesperadamente Su gracia, diciéndole: “Dios, obra en mí, quebranta y aniquila mi hombre exterior y sepáralo de una vez por todas de mi hombre interior”. Si esta liberación no se ha llevado a cabo en nosotros, cada vez que hablemos, expresaremos sin darnos cuenta nuestro hombre natural y no podremos ocultarlo. Tan pronto como las palabras surjan, nuestro espíritu, afectado por el hombre natural, brotará y delatará la clase de persona que somos, sin que podamos disimularlo. Si deseamos ser usados por Dios, debemos liberar un espíritu libre de mezclas. Esto sólo es posible si nuestro hombre exterior ha sido eliminado; de no ser así, siempre que participemos en el ministerio de la palabra, trasmitiremos nuestras propias ideas y pondremos en vergüenza el nombre de nuestro Señor, no por causa de nuestra falta de vida, sino debido a nuestra impureza; y tanto el nombre del Señor como la iglesia sufrirán daño.
Ya hablamos detalladamente de la disciplina del Espíritu Santo. Veamos ahora la revelación del Espíritu Santo. Es posible que la disciplina del Espíritu Santo nos llegue antes de la revelación, o puede ser que el orden se invierta. Podemos distinguir su secuencia, pero eso no importa mucho, ya que cuando el Espíritu opera, no en todos los casos lo hace en el mismo orden. Según nuestra experiencia, no encontramos un orden establecido para estos eventos. Algunos perciben primero la disciplina, y otros, la revelación. La experiencia de cada creyente es diferente. En algunos la disciplina puede venir primero, luego la revelación y después más disciplina, pero esto no es una regla. La secuencia puede variar en cada caso. Pero lo que sí es seguro para todos los hijos de Dios es que la disciplina del Espíritu Santo siempre será más abundante que la revelación. Decimos esto basándonos en la experiencia, no en la doctrina, pues hemos observado que en la mayoría de los creyentes, se da más disciplina que revelación. En resumen, Dios logrará invariablemente que el hombre exterior sea quebrantado, anulado y completamente separado del hombre interior, pues sólo de este modo nuestro espíritu será liberado y depurado.
“El quebrantamiento del hombre exterior y la liberación del Espiritu. Pags. 81-83”
Ningún verdadero siervo del Señor debe permitir que sus pensamientos y emociones actúen independientemente. Cuando su hombre interior requiera liberación, el hombre exterior deberá proporcionarle un canal por el cual el espíritu pueda salir y llegar a otros. Si no hemos aprendido esta lección, nuestra efectividad en la obra del Señor será muy limitada.
“Señor, por el bien de la iglesia, por el avance del evangelio, para que Tu tengas libertad de actuar y para que yo mismo pueda avanzar espiritualmente, me entrego a Ti total e incondicionalmente. Señor, con gusto y humildemente me pongo en Tus manos. Estoy dispuesto a que te expreses libremente por medio de mí”.
Watchman Nee
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