COMO CONOCER AL HOMBRE: EN CUANTO A NOSOTROS MISMOS
Lectura bíblica: Jn. 12:24; He. 4:12-13; 1 Co. 2:11-14; 2 Co. 3:6; Ro. 1:9; 7:6; 8:4-8; Gá. 5:16, 22-23, 25
¿Qué debemos hacer para conocer la condición del espíritu del hombre? Debemos prestar especial atención a la disciplina del Espíritu Santo como lecciones que provienen de Dios. Cuando el Espíritu Santo nos disciplina, lo que busca es quebrantarnos; cuanto más nos disciplina, más nos quebranta. Toda área de nuestra vida que el Espíritu toque, será quebrantada. Esta disciplina y quebrantamiento no sucede de una vez por todas, pues hay muchas áreas de nuestra vida que requieren disciplina y quebrantamiento progresivo, para que lleguemos a ser útiles al Señor. Cuando hablamos de tocar a un hermano con nuestro espíritu, no nos referimos a que debamos tocar todos los aspectos espirituales de cada hermano. Lo que queremos decir es que el Espíritu Santo nos ha disciplinado en cierto aspecto, y por ende, podemos tocar ese aspecto de un hermano. Si el Señor no nos ha quebrantado ni ha tocado nuestro espíritu en cierta área, no podremos ayudar a nadie que tenga una necesidad específica en dicha área. En otras palabras, la disciplina que recibimos del Espíritu Santo es proporcional a nuestra percepción espiritual. Cuanto más quebrantamiento recibamos, más se liberará nuestro espíritu. Este es un hecho espiritual que nunca puede ser falsificado; o se tiene o no se tiene. Esta es la razón por la cual debemos aceptar la disciplina y el quebrantamiento del Espíritu Santo. El que tenga mucha experiencia, podrá brindar mucha ayuda. Sólo los que han recibido mucho quebrantamiento tienen mucha sensibilidad, y aquellos que han sufrido mucha pérdida, tienen mucho que dar. Si tratamos de salvarnos en cierto asunto, perderemos nuestra utilidad espiritual en ello. Y si nos tratamos de proteger o excusar en algún aspecto, perderemos nuestra sensibilidad y nuestra provisión espiritual en ese aspecto. Este es un principio básico.
Sólo quienes han aprendido estas lecciones pueden participar en el servicio del Señor. Un hermano puede aprender en un año lo que se llevaría diez años, o puede extender la lección de un año a veinte o treinta. Cuando alguien demora su aprendizaje, retrasa su servicio. Si Dios nos ha dado un corazón para servirle, debemos estar decididos acerca de nuestro camino. El camino de nuestro servicio es el camino del quebrantamiento; es un camino que se adquiere por medio de mucha disciplina del Espíritu Santo. Los que nunca han experimentado esta disciplina y nunca han sido quebrantados no son aptos para participar en este servicio. La medida de disciplina y de quebrantamiento que recibamos del Espíritu determinará nuestro servicio. Nadie puede modificar este principio. El afecto y la sabiduría humana no caben aquí. El grado al que Dios obra en nosotros determina la medida de nuestro servicio. Cuanto más El nos adiestre, más conoceremos a la gente, y cuanto más experimentemos la sabiduría del Espíritu Santo, más podremos tocar a otros con nuestro espíritu.
Me aflige mucho ver que tantos hermanos estén escasos de discernimiento en muchos aspectos. No pueden discernir si algo es del Señor o del hombre natural, ni pueden reconocer cuando una persona está valiéndose de su fuerza mental o cuando es guiada por sus emociones. No tienen discernimiento debido a que su aprendizaje es deficiente. Dios nos dio Su Espíritu una vez y para siempre, pero tenemos que esforzarnos por aprender las lecciones que se nos presentan a lo largo de nuestra vida. Cuanto más aprendamos, más veremos. Si el Señor nos da un fuerte golpe en cierto asunto, reaccionaremos cuando veamos brotes de este mismo asunto en otros hermanos, no esperaremos a que eso crezca y dé fruto, sino que actuaremos de inmediato al detectar el más mínimo indicio de propagación de ese problema. El grado en el que el Señor obra en nosotros está en relación directa al grado de discernimiento que tengamos. La sensibilidad espiritual se adquiere poco a poco. A medida que Dios nos adiestre, obtendremos esta sensibilidad. Suponga que un hermano condena en su mente el orgullo; tal vez pueda predicar al respecto, pero en su espíritu realmente no percibe cuán maligno es el orgullo. Cuando otras personas actúan orgullosamente, él no sentirá desagrado; por el contrario, tal vez hasta sea solidario con ellos. Pero cuando el espíritu de Dios opere en él, se dará cuenta de lo negativo que es el orgullo, y el orgullo que hay en él será consumido. Cuando vuelva a predicar en contra del orgullo, tal vez la enseñanza sea la misma, pero habrá una gran diferencia. Tan pronto detecte un espíritu orgulloso en algún hermano, sentirá que algo está mal y sentirá aversión. Esta sensación de desagrado será producida por lo que ha aprendido de Dios. Creo que la palabra aversión describe bien esta sensación. De ahí en adelante, él será apto para ayudar a cualquier hermano, pues conoce bien esa enfermedad, ya que él mismo la padeció y fue sanado de ella. Tal vez no pueda asegurar que está totalmente sano, pero sí puede afirmar que ha sido librado de ella por lo menos en cierta medida. Esta es la manera en que adquirimos la sabiduría espiritual.
El don del Espíritu Santo nos es dado una vez y para siempre, pero la adquisición de la sensibilidad espiritual es un proceso. Cuanto más aprendemos, más sensibilidad adquirimos, y viceversa. ¿De qué nos sirve tratar de preservar o salvar nuestro yo? Aquellos que salven la vida de su alma, la perderán. Si en alguna situación tratamos de salvar nuestro yo, perderemos la oportunidad de obtener el beneficio que el Señor procuraba para nosotros. Debemos pedir al Señor que no detenga Su disciplina y que continúe adiestrándonos. No hay nada más desalentador que ver que el Señor nos da una lección tras otra sin obtener ningún resultado. Debemos entender que Su mano está obrando en nosotros, y no rebelarnos ante Su disciplina. Cuando un cristiano carece de discernimiento, ello se debe a su falta de aprendizaje espiritual. Que el Señor nos dé entendimiento para ver que cuanto más nos discipline, más podremos conocer al hombre, y más tendremos que ofrecer a los demás. Cuanto más se amplíe la esfera del adiestramiento de Dios, más se ensanchará la esfera de nuestro servicio. Esta no se aplicará mientras no se expanda la esfera del quebrantamiento.
Watchman Nee
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