La mente no renovada en relación con nosotros mismos
Incapaz de controlar los pensamientos
Una persona cuya mente no ha sido renovada, es absolutamente incapaz de controlar sus pensamientos. La energía mental de muchos creyentes es desperdiciada. Si nuestras manos sólo trabajan ocho horas al día, y lo que hacemos durante esas ocho horas es inapropiado, aquello será un desperdicio de energía y nos impedirá trabajar en algo correcto. De la misma manera, sólo podemos usar nuestra mente cierta medida de tiempo al día; pero si desperdiciamos nuestros pensamientos en cosas impropias y sin sentido, no podremos pensar de manera apropiada. Un hermano preguntó en cierta ocasión: “¿Por qué no me puedo concentrar? Después de orar por cinco minutos, mi mente empieza a vagar”. Yo le pregunté: “¿Su mente vaga todo el día o sólo en el momento de orar?” Le demostré que sus pensamientos nunca estaban concentrados durante el día, pues se volvían siempre hacia el mundo y estaban en completo desorden. Si nuestra mente está en desorden doce horas al día, ¿cómo podremos concentrarnos mientras oramos? Si no podemos concentrarnos durante todo el día, ¿por qué nos extrañamos de no poderlo hacer mientras leemos la Biblia u oramos? Así que, si nuestra mente no es renovada, no podremos controlar nuestros pensamientos. Debo subrayar nuevamente que si no podemos controlar nuestros pensamientos, no podremos ser útiles en las manos de Dios.
Se ha dicho que si la energía generada por el sol en un día se pudiera almacenar, sería suficiente para que todas las fábricas de la tierra pudieran funcionar por diez millones de años. Pero no podemos usar energía solar, por la sencilla razón de que no la podemos almacenar, mas si usamos una lupa para concentrar los rayos del sol, el calor quemará cualquier objeto que pongamos debajo de la lupa. Es una lástima que muchos creyentes desperdicien su tiempo en cosas vanas. Ellos piensan día y noche, sin generar nada productivo; desperdician sus días enteros en sus pensamientos caóticos. No es de extrañar, entonces, que Dios no pueda usarlos. Ellos podrán ser creyentes útiles sólo cuando su mente sea renovada.
Examinar el pasado
El peor error que un creyente pueda cometer es tratar de examinar su pasado. Muchos creyentes piensan que la introspección es positiva, pero ésta no puede proporcionarnos un conocimiento exacto de nosotros mimos. No existe un solo creyente que pueda conocerse a sí mismo sólo por medio de la reflexión. El verdadero conocimiento de uno mismo proviene de la luz de Dios. (Véase “El conocimiento de sí mismo y la luz de Dios”, publicado por Living Stream Ministry). La autocrítica, el autoanálisis, o cualquier pensamiento que se centre en el yo, sea bueno o malo, hace que la mente pierda la paz. No debemos compararnos secretamente con nadie. Cuando un creyente se mira a sí mismo, deja de progresar. Examine el caso de una persona que camina por una carretera: si se mira a sí misma, se tendrá que detener. No puede mirarse a sí misma y seguir caminando hacia adelante. Así que, cuando uno se mire a sí mismo, retrocederá o se detendrá. Lo mismo ocurre en la esfera espiritual. Si uno se examina a sí mismo continuamente, se desanimará. Si nadie lo guía a uno a seguir adelante, se hallará en una posición bastante peligrosa y llegará a pensar que no es salvo, que ha cometido un pecado imperdonable o que Dios lo abandonó. Todo esto proviene de la introspección. Esta es la condición de una persona cuya mente no ha sido renovada.
Incapaz de ministrar bien la Palabra de Dios
Si nuestra mente no ha sido renovada, no podremos ministrar lo que Dios nos ha dado. Algunos creyentes son muy hábiles para hablar. Independientemente de cuántos temas puedan abordar, ellos pueden relacionarlos entre sí con bastante lógica, pero cuando se les pide que hablen de temas espirituales o de la verdad, no pueden explicar claramente ni siquiera un tema. La razón es que sus mentes no son aptas para ser usadas por Dios. Su mente es débil como el brazo de un niño, que no puede cargar ningún objeto que pese más de cinco kilos. Aunque ellos puedan tener muchos pensamientos, todos ellos se hallan en desorden y no pueden entender lo que proviene de Dios. Entienden lo que reciben con su intuición, pero no pueden convertirlo en una enseñanza coherente que puedan compartir con otros. Esto se debe a que su mente no ha sido renovada. Si Dios quiere que hablemos su Palabra, con certeza, El nos dará las palabras; sin embargo, aunque esto es necesario, si la persona no tiene una mente renovada, no podrá expresar lo que ha recibido. Supongamos que un creyente tiene una mente iluminada pero no renovada completamente; tal persona no podrá presentar la Palabra de Dios de una manera ordenada, y tampoco podremos tomarla como nuestro modelo. No pensemos que basta con recibir iluminación una sola vez. Deberíamos tener un entendimiento claro día tras día y deberíamos usar palabras que expresen lo que sabemos interiormente, de tal manera que otros puedan entenderlo.
El creyente necesita una mente renovada para poder ser guiado todos sus días sobre la tierra; de lo contrario, sufrirá daño y pérdida. El tendrá conceptos erróneos acerca de otros y no podrá entender la voluntad de Dios; también tendrá ideas equívocas de sí mismo, y no podrá vivir como es debido. Por eso es necesario que cada uno de nosotros procure la renovación de su mente de una manera específica. Existen dos clases de personas en el mundo: los salvos, regenerados y que están en Cristo, y los que se pierden, los que no son regenerados y están en Adán. Estas son dos condiciones absolutamente diferentes. De igual modo, al referirnos a los creyentes, tenemos aquellos cuyas mentes han sido renovadas y aquellos cuyas mentes no lo han sido. Existe una barrera entre estos dos tipos de mentes. Si somos salvos, nuestra mente deben ser renovada. Esta renovación no se produce una sola vez, sino diariamente. Si ésta es nuestra condición, podremos entender claramente la voluntad de Dios.
Una vez el señor Moody caminaba por la calle y se dirigió a la casa de uno de sus vecinos; le preguntó si podía subir al segundo piso a hacer algo. El dueño de la casa se lo permitió. Así que subió y oró a Dios así: “Oh, Dios, debes detener Tu mano; es demasiado pesada y no puedo soportarla”. Si uno mantiene diariamente una mente renovada, verá que no puede soportar lo que Dios le muestra de usted mismo por medio de su mente. Repito que uno debe hacer esto de todo corazón, así como actuó en el momento de la regeneración. Si su regeneración ha producido un cambio en su vida, su mente también debe ser iluminada de una manera específica y renovada diariamente.
Uno no debe pensar que su mente es torpe. No crea que aquellos que son inteligentes por naturaleza crecerán rápidamente y entenderán la verdad de Dios, pues esto no se cumple. Si el crecimiento en la verdad, fuera determinado por la inteligencia natural del individuo, sería un asunto de la carne. El crecimiento personal no tiene nada que ver con la capacidad intelectual de la persona. Si tiene una mente renovada, podrá entender a Dios y conocer lo relativo a El. La persona que está a su lado puede ser la más sabia e inteligente, pero no podrá entender estas cosas que usted comprende. Por lo tanto, usted debe pedirle específicamente a Dios que renueve su mente. De lo contrario, no podrá avanzar. Quiero recalcar que uno debe acudir a Dios y procurar esto de una manera específica.
Antes de que usted creyera en el Señor, usted no amaba al prójimo. Después de que creer en el Señor, comenzó a amar más al prójimo. Si no hubo tal cambio en usted, me temo que todavía no ha sido salvo. Si usted es salvo, habrá espontáneamente un cambio en su corazón y amará al hombre, será tolerante y servicial. Antes, usted amaba para sentirse bien, pero ahora usted prefiere sufrir, sobrellevar el agravio y tolerar. Esto se debe a que tiene un corazón nuevo. Otros verán el cambio en usted y le dirán que antes era diferente y que ha cambiado. Pero yo preguntaría: “¿Ha habido alguna mejoría en sus pensamientos? ¿Ha habido alguna mejora en sus facultades mentales? ¿Sus pensamientos están más ordenados y se puede concentrar? ¿O todavía son los mismos que tenía antes de ser salvo? Si es así, su mente no ha sido renovada.
Independientemente de lo sabio o necio que sea un creyente, debe saber que tanto sus pensamientos como su corazón deben ser rectos. Además, su mente también debe haber cambiado. Dios no hace acepción de personas. El destruye la sabiduría de los sabios y el entendimiento de los prudentes. Dios pone a los sabios y a los necios en el mismo nivel. La mente de los necios necesita ser renovada tanto como la de los sabios. Sólo cuando la mente de uno es renovada, puede conocer a Dios, entender Su voluntad, y percibir, analizar y asimilar lo que Dios le ha dado. Esta es la razón por la cual usted antes no entendía estas cosas ni las veía ni las podía analizar ni expresar. Ahora usted puede correr la carrera que tiene por delante.
En verdad, la diferencia entre una mente renovada y una no renovada es como la diferencia entre una ventana limpia y clara y otra sucia y opaca. Si un creyente no tiene una mente renovada, no puede pensar ni actuar como uno cuya mente sí ha sido renovada. Pero si su mente es renovada, su habilidad intelectual y su poder mental aumentarán (hasta diez veces). Pero si sus pensamientos no son renovados, su manera de pensar no mejorará porque sus pensamientos están muertos. Así como hay una gran diferencia entre la vida y la muerte y entre los cielos y la tierra, hay una gran diferencia entre la mente renovada y la mente no renovada. Si nos ocupamos de nuestra mente con la insistencia con que nos ocupamos de nuestra salvación, nuestro cielo siempre estará despejado. Continua…
Tomado de: La renovación de la mente W. Nee