“GRACIAS A DIOS”
Romanos 6 trata del “cuerpo de pecado” (6:6); Romanos 7 trata del “cuerpo de muerte” (7:21). En el capítulo 6, todo el tema que nos presenta es el “pecado”: en el capítulo 7 nos presenta la “muerte”. ¿Cuál es la diferencia entre cuerpo de pecado y cuerpo de muerte? Mi actividad respecto al pecado hace de mi cuerpo un cuerpo de pecado: mi inactividad con respecto a la voluntad de Dios lo hace un cuerpo de muerte.
¿Has descubierto la verdad de esto en tu vida? No basta haberla descubierto en Romanos 6 y 7. ¿Has descubierto que estás llevando el peso muerto de un cadáver en relación a la voluntad de Dios'? No tienes dificultad en hablar acerca de las cosas terrenas, pero cuando tratas de hablar para el Señor tienes impedimento en el habla; cuando tratas de orar, te sientes medio dormido; cuando tratas de hacer algo para el Señor, te sientes indispuesto. Puedes hacer cualquier cosa salvo aquellas que se relacionan a la voluntad divina. Hay algo en este cuerpo que no armoniza con la voluntad de Dios.
¿Qué significa muerte? Muerte es la debilidad en su punto extremo -debilidad, enfermedad, muerte. La muerte significa total debilidad, débil hasta tal grado que no podrá ser peor. Que yo tenga un cuerpo de muerte en relación con la voluntad de Dios significa que soy tan débil con relación a servir a Dios, tan completamente débil, que soy reducido a un grado de lamentable desamparo. “Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte'?”, clamó Pablo (Ro. 7:24). Es bueno cuando alguien clama como hizo él. No hay nada más melodioso en los oídos del Señor. Este clamor es el más espiritual y el más escritural que puede un hombre articular. Sólo lo hace cuando sabe que nada puede hacer y deja de hacer nuevas resoluciones. Hasta este punto, cada vez que fracasa, hace una nueva resolución y dobla y redobla la fuerza de voluntad. A la larga descubre que no hay posibilidad de hacer más determinaciones y clama cn su desesperación: “Miserable de mí!” Ha llegado a un grado donde desespera de sí mismo.
¿Has desesperado de ti mismo o todavía esperas que si leyeras u oraras más serás mejor cristiano'? El leer y el orar no son cosas equivocadas, pero la equivocación es confiar en ellos para la victoria. Nuestra confianza debe estar en Cristo sólo. Felizmente el “miserable hombre” no meramente deplora su miseria, sino hace una pregunta excelente, a saber: “¿Quién me librará'?” “¿.Quién?” Hasta aquí ha buscado un 'algo', ahora busca un 'quien'. Hasta aquí ha mirado adentro por la solución de su problema: ahora busca un Salvador fuera de sí mismo. No pone más en juego el esfuerzo propio; toda su expectativa está ahora en Otro.
¿Cómo obtuvimos el perdón de los pecados'? ¿Fue por la lectura, la oración, las caridades, etc.? No, miramos a la Cruz, confiando en lo que el Señor había hecho, y la liberación del pecado opera exactamente sobre el mismo principio que el perdón de pecados. En el asunto del perdón miramos a Él sobre la Cruz: en el asunto de la liberación miramos a Él en nosotros. Acerca del perdón dependemos de aquello que Él ha hecho: en relación a la liberación dependemos de lo que Él hará en nosotros. Pero en relación tanto al perdón como a la liberación, nuestra dependencia será de Él sólo. Él es quien hace todo.
En el tiempo cuando fue escrita la epístola a los Romanos, era castigado un asesino en una manera rarísima y terrible. El cadáver del muerto era atado al cuerpo viviente del asesino; cara a cara, mano a mano, pie a pie; y el viviente quedaba ligado al muerto hasta la muerte. Estaba libre el asesino de ir donde quisiera, pero por doquier tenía que arrastrar el cadáver del muerto. Pablo se sintió ligado a un cuerpo muerto e incapaz de librarse. Donde quiera que fuera, fue impedido por esta carga terrible. A la larga no pudo aguantar más y clamó: “Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” Pero su grito desesperado es seguido inmediatamente por un canto de alabanza. Esta es la contestación a su pregunta. “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Ro. 7:25).
Sabemos que la justificación es por medio del Señor Jesús y que no requiere obra de nuestra parte; pero creemos que la santificación depende de nuestros esfuerzos. Creemos que solamente obtenemos el perdón por confianza completa en el Señor; pero creemos que sólo podemos obtener liberación con hacer algo nosotros. Tememos que si no hacemos nada, nada sucederá. Después de la salvación, la vieja costumbre de hacer algo se afirma de nuevo y comenzamos otra vez nuestros esfuerzos propios. Entonces la Palabra de Dios se oye de nuevo: “Consumado es”. Él ha hecho todo en la Cruz para mi perdón y va a hacer todo en mí para mi liberación. En ambos casos, Él es el Hacedor. “Dios es el que en vosotros produce el querer como el hacer” (Fil. 2: 13).
Las primeras palabras del hombre liberado son muy preciosas: “Gracias doy a Dios”. Si
alguien te da un vaso de agua, le agradeces a él, no a ningún otro. ¿Por qué dijo Pablo: “Gracias doy a Dios”? Porque Dios era el que hizo todo. Si hubiera sido Pablo quien lo hiciera, habría dicho: “Gracias doy a Pablo”; pero él vio que Pablo era un “miserable” y que sólo Dios podía atender a su necesidad. Así que él dijo: “Gracias doy a Dios”. Dios quiere hacer todo porque Él quiere toda la gloria. Si nosotros hiciéramos parte de la obra entonces nos tocaría algo de la gloria; pero Dios la quiere toda, así que Él hace toda la obra del comienzo hasta el fin.
Lo que hemos dicho en este capítulo podría parecer negativo y no muy práctico si quedásemos aquí, como si la vida cristiana consistiera en sentarnos y esperar que algo suceda. Por supuesto, es cosa muy distinta. Todos los que la viven, saben que es asunto de una fe en Cristo muy positiva y activa, y en un nuevo principio de vida: la ley del Espíritu de vida. Pablo explica en los primeros nueve versículos del capítulo 8 cómo obtenemos la liberación y cómo somos capacitados para vivir una vida santa en el mundo. Él muestra que es todo por el Espíritu Santo. Veremos ahora los efectos en nosotros de este nuevo principio de vida.
Tomado de: “La Vida cristiana normal”
W. Nee
Ningún verdadero siervo del Señor debe permitir que sus pensamientos y emociones actúen independientemente. Cuando su hombre interior requiera liberación, el hombre exterior deberá proporcionarle un canal por el cual el espíritu pueda salir y llegar a otros. Si no hemos aprendido esta lección, nuestra efectividad en la obra del Señor será muy limitada.
“Señor, por el bien de la iglesia, por el avance del evangelio, para que Tu tengas libertad de actuar y para que yo mismo pueda avanzar espiritualmente, me entrego a Ti total e incondicionalmente. Señor, con gusto y humildemente me pongo en Tus manos. Estoy dispuesto a que te expreses libremente por medio de mí”.
“Señor, doblega a la iglesia para que salves al mundo” Evan Roberts
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är Herre
Literatura disponible en:
corpocri@yahoo.com
laiglesiaenarmenia@yahoo.com