“EN SACRIFICIO VIVO”
Hemos notado que hay un aspecto de la muerte de Cristo que se nos presenta en Efesios 5 que en cierto grado difiere del que hemos estudiado en Romanos. Sin embargo, es cierto que ese aspecto es el fin hacia el cual nuestro estudio de Romanos nos lleva pues, como ahora veremos, la redención nos lleva otra vez a la línea original del propósito de Dios.
En el capítulo 8, Pablo nos habla de Cristo como el primogénito Hijo entre muchos hermanos. “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, éstos también glorificó” (Ro. 8:29-30). Aquí se ve que la justificación lleva a la gloria, una gloria manifestada no en individuos por separado, sino en un conjunto: en los muchos que manifiestan la imagen de aquel Uno. Y, como hemos visto, en “el amor de Cristo” hacia los suyos, de que tratan los últimos versículos del capítulo (8:35-39), Este propósito de nuestra redención se revela. Luego lo que se sobreentiende aquí en el capítulo 8, se ve con claridad cuando llegamos al capítulo 12, cuyo tema es el Cuerpo de Cristo.
Después de los primeros ocho capítulos de Romanos, que hemos estudiado, sigue un paréntesis en el cual se trata del proceder soberano de Dios con Israel, antes de volver al tema de los primeros capítulos. Así para nuestro propósito actual, el razonamiento del capítulo 12 sigue al del capítulo 8 y no al del capítulo 11. Podríamos resumir estos capítulos sencillamente de esta manera: Nuestros pecados son perdonados (cp. 5), somos muertos con Cristo (cp. 6), por naturaleza somos completamente impotentes (cp. 7), por lo tanto confiamos en el Espíritu que mora en nosotros (cp.
. Después de esto, y como consecuencia, “somos un cuerpo en Cristo” (cp. 12). Es el resultado lógico de todo lo que antecede y la meta de todo ello.
Romanos 12 y los capítulos siguientes contienen instrucciones muy prácticas para nuestra vida y nuestro andar. Estas se introducen con un nuevo énfasis sobre la consagración. En capítulo 6, verso 1:3, Pablo ha dicho: “Presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”. Sin embargo, aquí en capítulo 12, verso 1, el énfasis es un poco distinto. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Esta nueva exhortación a la consagración se nos hace como a “hermanos”, recordándonos los “muchos hermanos” del capítulo 8, verso 29. Es una llamada a dar un paso de fe juntos, el presentar nuestros cuerpos en un “sacrificio vivo” a Dios.
Esto es algo que sobrepasa lo solamente individual e implica una contribución en conjunto. El “presentar” es personal, pero el sacrificio es colectivo; es un sacrificio. El culto racional, servicio inteligente, es un servicio. Nunca deberíamos pensar que nuestra contribución no se necesita, porque, si en verdad contribuye a aquel servicio, satisface a Dios. Y es por tal servicio que experimentamos “cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (12:2) o, en otras palabras, alcanzamos el eterno propósito de Dios en Cristo Jesús. Así que, la llamada de Pablo “a cada cual que está entre vosotros” (12:3) se hace considerando esta nueva verdad divina de que nosotros, siendo muchos, “somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (12:5) y es sobre esta base que tenemos las instrucciones prácticas que siguen.
El instrumento por el cual el Señor Jesús puede revelarse a esta generación no es el individuo sino el cuerpo. Dios repartió a cada uno una medida de fe (12:3), pero por separado cada miembro nunca puede cumplir el propósito de Dios. Se necesita un cuerpo entero para llegar a ser “un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” y manifestar su gloria. ¡Oh, que en verdad comprendiéramos esto!
De esta manera Romanos 12:3-6 saca de la figura del cuerpo humano la enseñanza de nuestra dependencia mutua. Los creyentes por separado no constituyen el cuerpo, pero los tales son miembros del Cuerpo, y en un cuerpo humano “no todos los miembros tienen la misma función” (12:4). La oreja no debe pensar que es ojo. Ninguna oración, por más persistente que sea, dará vista a la oreja pero todo el cuerpo puede ver por medio del ojo. Del mismo modo (hablando en sentido figurado), aunque tenga sólo el don de oír, puedo ver por medio de otros que tienen el don de la vista; o tal vez puedo caminar pero no trabajar con los pies, y por eso recibo ayuda de las manos. Demasiado común es la actitud en cuanto a las cosas de Dios de que “Sé lo que sé, y lo que no sé, no sé y bien puedo prescindir de ello”. Pero en Cristo las cosas que no sabemos nosotros, otros las saben, y podemos saberlas y llegar a disfrutarlas por medio de ellos.
Séame permitido hacer hincapié en que esto no es meramente un lindo pensamiento. Es un factor vital en la vida del pueblo de Dios. No podemos seguir el uno sin el otro. Es por esto que la comunión en oración tiene tanta importancia. La oración juntos hace valer la ayuda de los demás miembros del Cuerpo, como se ve claramente en Mateo 18:19,20. Confiar en el Señor yo solo tal vez no resultaría suficiente. Debo confiar en El, junto con otros. Debo aprender a orar “Padre nuestro...” sobre la base de nuestra unión con el Cuerpo, porque sin la ayuda del Cuerpo no puedo alcanzar el blanco. En la esfera del servicio, esto se ve aún más claramente. Solo no puedo servir al Señor eficazmente, y Él hará todo lo posible para enseñarme esto. Hará fracasar las cosas, permitiendo que puertas se cierren y dejándome golpear la cabeza inútilmente contra una pared, hasta que me dé cuenta de que necesito la ayuda del Señor por el Cuerpo, además de la que recibo directamente de Él. Porque la vida de Cristo es la vida del Cuerpo, y sus dones nos son dados para la obra que edifica el Cuerpo.
El Cuerpo no es una mera ilustración, sino una realidad. La Biblia no dice que la Iglesia
es parecida al cuerpo, sino que es el Cuerpo de Cristo. “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. Todos los miembros juntos son un cuerpo, porque todos gozan de su vida como si El mismo se distribuyera entre sus miembros. Una vez estuve con un grupo de creyentes que tenían dificultad en entender cómo el Cuerpo pudiera ser uno, siendo los que forman todos hombres y mujeres distintos. Un domingo, estando por partir el pan, les pedí que observaran bien el pan antes que fuera partido. Luego, después que había sido repartido y comido, les hice notar que, aunque se encontraba dentro de cada uno de ellos, todavía era un pan no muchos. El pan se dividió, pero Cristo no es dividido ni aun en ese sentido. El permanece siendo un Espíritu en nosotros, y nosotros todos somos uno en El.
Esto es exactamente lo opuesto a la condición natural del hombre. En Adán tengo la vida de Adán, pero ésa es esencialmente individual. El pecado no trae unión, ni comunión, sino sólo interés propio y desconfianza de otros. A medida que sigo adelante con el Señor, pronto descubro que no sólo hay que resolver el problema del pecado y de mi energía natural, sino también el de mi vida individualista, la vida que cree ser suficiente en sí y que no reconoce su necesidad del Cuerpo ni la verdad de su unión con él. Puede ser que ya haya resuelto los problemas del pecado y de la carne, y que sin embargo siga siendo un decidido individualista. Solamente anhelo la santidad y la victoria y el fruto para mí mismo, aunque por los motivos más sinceros. Pero tal actitud ignora al Cuerpo y por lo tanto no puede satisfacer a Dios. El tiene que hacer algo en mi vida en cuanto a este asunto también, o si no, quedaré en oposición a su propósito. Dios no me culpa por ser un individuo sino por mi individualismo. Su problema más grande no son las divisiones externas y las denominaciones que dividen su Iglesia, sino nuestros propios corazones individualistas.
Sí, la Cruz tiene que hacer su obra aquí, recordándome que en Cristo he muerto a aquella vida vieja de independencia que heredé de Adán y que en la resurrección he llegado a ser, no meramente un creyente individual en Cristo, sino un miembro de su Cuerpo. Hay una diferencia tremenda entre los dos. Cuando vea esto, en seguida dejaré de andar en independencia y buscaré la comunión. La vida de Cristo en mí busca el contacto con la vida de Cristo en otros. Ya no puedo seguir un camino propio y solitario. Los celos ya no existirán. La rivalidad dejará de existir. Obra propia no puede haber. Mis preferencias, mis ambiciones, mis intereses, todos se someterán. Ya no será de importancia cuál de nosotros hace la obra. Sólo será de importancia que el Cuerpo se desarrolle.
Dije: “Cuando vea esto...” Ahí está la gran necesidad: ver el Cuerpo de Cristo como otra verdad grande y divina; que penetre hasta lo íntimo de nuestro corazón por la revelación divina, que “muchos somos un cuerpo en Cristo”. Solamente el Espíritu Santo puede hacernos comprender esto en todo su significado; pero cuando esto suceda, se transformará nuestra vida y servicio.
Tomado de: “La Vida cristiana normal”
W. Nee
Ningún verdadero siervo del Señor debe permitir que sus pensamientos y emociones actúen independientemente. Cuando su hombre interior requiera liberación, el hombre exterior deberá proporcionarle un canal por el cual el espíritu pueda salir y llegar a otros. Si no hemos aprendido esta lección, nuestra efectividad en la obra del Señor será muy limitada.
“Señor, por el bien de la iglesia, por el avance del evangelio, para que Tu tengas libertad de actuar y para que yo mismo pueda avanzar espiritualmente, me entrego a Ti total e incondicionalmente. Señor, con gusto y humildemente me pongo en Tus manos. Estoy dispuesto a que te expreses libremente por medio de mí”.
“Señor, doblega a la iglesia para que salves al mundo” Evan Roberts
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är Herre
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