LA CENA DEL SEÑOR (11)
Cont…. Punto 3
¿Cuál es el significado de la Cena del Señor, y por qué la celebramos semanalmente los Cristianos?
Las personas que no son aptas para participar
Consideremos ahora quiénes son las personas que no deben tomar parte en la Cena del Señor.
Las Santas Escrituras hablan muy claramente acerca de este punto. Aquel que no es miembro de la verdadera Asamblea de Cristo no debería participar. La misma ley que ordenaba a toda la congregación de Israel comer la Pascua, ordenaba a todos los extranjeros incircuncisos no comerla. Nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros, y nadie tiene el derecho de celebrar esta fiesta -la que debe durar todo el tiempo de esta dispensación-, nadie tiene el derecho de partir el pan ni de beber la copa en memoria de Él, excepto aquellos que conocen y que han experimentado por sí mismos el poder purificante y santificante de su preciosa sangre. Comer el pan y beber la copa sin reconocer estas virtudes de su sangre, es, aunque de una manera diferente de los Corintios, comer y beber indignamente, es decir, comer y beber juicio; así ocurrió con la mujer de Números 5, quien debía beber las aguas de los celos a fin de hacer la condenación más manifiesta y terriblemente solemne.
Ahora bien, en este punto la cristiandad es particular y manifiestamente culpable. Al tomar la Cena del Señor, la Iglesia profesante, como Judas, puso su mano con Cristo en la mesa, y le entregó; ella comió con Cristo y, al mismo tiempo, levantó su talón contra Él. ¿Cuál será su fin? El mismo que el de Judas: “Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y -el Espíritu Santo añade con toda solemnidad- era ya de noche” (Juan 13:30). ¡Qué noche terrible! La más fuerte expresión del amor divino no hizo más que despertar el más fuerte odio del corazón humano. Pero tal será el fin de la falsa Iglesia profesante en su conjunto, y también el de cada falso profesante individual. Todos aquellos que, al rechazar el Evangelio y la gracia de Dios, hayan entregado a Cristo (aunque hayan sido bautizados en su Nombre y se hayan sentado a su Mesa para participar de su Cena), serán echados en las tinieblas de afuera -en el seno de una noche que jamás verá el amanecer-, en un abismo de dolores indecibles y sin fin. Aun si pudieren decirle al Señor: “Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste” (Lucas 13:26), Su solemne y desgarradora respuesta será, a la vez que cierra la puerta en sus rostros: “Apartaos de mí; nunca os conocí.” Lector, ¡piensa en esto! Si estás todavía en tus pecados, no se te ocurra participar de una fiesta de la que no tienes derecho ni parte. No ensucies la Mesa del Señor con tu presencia. En lugar de ir allí como un hipócrita, vé a Jesús como un pecador perdido, y busca la reconciliación y la purificación junto a Él, quien derramó su sangre por los pecadores como tú.
¡Jesus es el Senor!