LA ORACIÓN QUE RESISTE A SATANÁS
También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:1-
Los tres aspectos de la oración
Nuestra oración tiene estos tres aspectos: (1) nosotros mismos, (2) el Dios a quien oramos, y (3) nuestro enemigo, Satanás. Toda oración verdadera se relaciona con los tres aspectos. Cuando nos reunimos para orar, naturalmente oramos por nuestro propio beneficio. Tenemos necesidades, deseos y esperanzas, y por lo tanto oramos por todo eso; Oramos para lograr nuestras peticiones. No obstante, en la verdadera oración no debemos pedir simplemente las cosas que se refieren a nuestro bienestar, debemos también orar por la gloria de Dios y por el reinado celestial en la tierra. Aunque al obtener la respuesta a las oraciones, nosotros los que oramos somos los beneficiarios inmediatos, la realidad espiritual muestra también que el Señor alcanza gloria y que su voluntad se realiza. La respuesta a la oración da mucha gloria a Dios, pues revela la inigualable grandeza de su amor y de su poder al cumplir las peticiones de sus hijos.
También indica que su voluntad se realiza, porque el Señor no contesta la oración que no está de acuerdo con su voluntad. Nosotros pedimos y Dios es aquel a quien pedimos.
En la oración lograda se benefician ambos, el que pide y el que otorga la petición. El que pide obtiene el deseo de su corazón, y Dios logra que su voluntad se cumpla. No necesitamos insistir en este punto, puesto que todos los hijos de Dios que tienen algo de experiencia en la oración, saben la relación que existe entre estos dos aspectos de la oración. Pero lo que ahora nos gustaría recordar a los creyentes es el hecho de que si en la oración sólo ponemos atención a estos dos aspectos de Dios y el hombre, nuestra oración todavía es imperfecta. Aunque sea muy efectiva, en el éxito todavía hay derrota, pues aún no hemos llegado a dominar el verdadero significado de la oración. Sin duda que todos los creyentes espirituales conocen la relación absoluta entre la oración, y la gloria y la voluntad de Dios. La oración no es sólo para nuestro propio provecho. Con todo, este conocimiento es incompleto; hemos de tomar en cuenta el tercer aspecto: que cuando oramos al Señor, lo que nosotros pedimos y lo que Dios promete, perjudicará sin duda alguna al enemigo.
Sabemos que Dios rige el universo. Sin embargo Satanás es llamado "el príncipe de este mundo" (Juan 14:30), puesto que "el mundo entero está bajo el maligno" (1 Juan 5:19). Así pues, vemos que en este mundo hay dos fuerzas diametralmente opuestas, buscando ambas la ventaja. Cierto que Dios tiene la última victoria; sin embargo en este nuestro tiempo antes del reino de los mil años, Satanás sigue usurpando poder en este mundo para oponerse a la obra, a la voluntad y al interés de Dios. Los que somos hijos de Dios pertenecemos a Dios. Si bajo su protección ganamos algo, es claro que significa que su enemigo sufre una pérdida. La medida en que nosotros ganamos, corresponde exactamente a la medida de la voluntad de Dios que se realiza. Y la medida de la voluntad de Dios que se realiza, es a su vez la pérdida que Satanás sufre.