LA CAÍDA DEL HOMBRE
Según lo que hemos visto en el capítulo anterior, la tierra se volvió desordenada y vacía después de ser contaminada por la rebelión de Satanás y sus ángeles. Había tinieblas por toda su superficie, puesto que estaba cubierta por las aguas del juicio de Dios (Gn 1:1-2).
La restauración de la tierra
Para restaurar el daño que Satanás le había causado a la tierra, el Espíritu de Dios, que se movía sobre las aguas de muerte, vino para traerle vida nuevamente. Y dijo Dios: “Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y Fue la tarde y la mañana un día” (vs. 3-5). En este pasaje, vemos la creación de Dios por medio de Su palabra.
En el primer día de la recreación de la tierra, vemos la participación de Dios Padre, pues “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1Jn 1:5), y “porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para ilustración del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co 4:6). Dios es la fuente de la luz (1 Jn 1:5) y de la vida (Jn 8:12; 11:25). Donde hay luz, hay vida. Este fue el primer día.
Aquí es pertinente considerar que los siete días que Dios uso para restaurar la tierra deben ser siete periodos de tiempo; y no necesariamente siete días de veinticuatro horas como lo entendemos hoy. Cada periodo puede haber sido de muchísimos años, no sabemos exactamente cuál fue la duración de cada uno.
EL segundo día, “dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expiación. Y fue así” (Gn 1:6-7). La expansión es el aire de la atmosfera que recibe el vapor de las aguas de la superficie –que en esta porción son las aguas del juicio de Dios- y las convierte en aguas saludables, aguas sobre la expansión. La expansión o el aire prefigura al Espíritu, que es capaz de separar las cosas terrenales de las celestiales, las cosas naturales de las espirituales.
En su epístola a los colosenses, Pablo los alienta a buscar las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios, también a que pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra (3:1-2). Sólo el Espíritu es capaz de separar lo que es celestial de lo que es terrenal.
En el tercer día, Dios junto las aguas en un solo lugar e hizo surgir la porción seca de la tierra. Ésta prefigura a Cristo, que murió por nosotros y al tercer día, resucito como la buena tierra para producir vida. Es maravilloso ver la participación del Dios Triuno en la restauración de la tierra: ¡al Padre, al Espíritu y a Cristo!
En El cuarto día, Dios hizo dos grandes lumbreras: el sol, la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la luna, la lumbrera menor, para que señorease en la noche e hizo también las estrellas (Gn 1:14-18). La luz del primer día era difusa, abstracta, dejaba en evidencia la separación de la oscuridad; pero la luz del cuarto día es una luz concreta, necesaria y decisiva para el crecimiento de las plantas, para que fructifiquen y den semillas.
En el quinto día, Dios pobló las aguas con miles de seres vivientes y determinó que las aves volaran sobre la tierra, bajo la expansión del cielo. También creó a los grandes animales marinos y a todos los seres vivientes que se arrastran.
Los animales domésticos, los animales salvajes y los reptiles fueron creados por Dios en el sexto día, en el cual también creó al hombre, a Su imagen y semejanza, para que señoree sobre todo lo que Dios había creado (v. 26).
El hombre fue creado para gobernar
Después de haber creado al hombre y a la mujer, “los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces de mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (vs. 27-28). La porción bíblica deja en evidencia que Dios creó al hombre con el objetivo de que recobrara Su gobierno en la tierra, que había sido usurpado por Satanás y sus seguidores. El hombre fue creado especialmente para ese fin.
Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y soplo de su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (2:7). En su primera epístola a los corintios dice: “El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales” (15:47-48).
El Cuerpo del hombre fue hecho del polvo de la tierra. Incluso el agua usada para unir, era de un vapor que regaba la tierra, porque hasta ese entonces Dios aún no había hecho llover sobre la tierra (Gn 2:5-7). Esto significa que el hombre es totalmente terrenal. No obstante, el hombre terrenal no es capaz de gobernar por Dios, por eso sopló en su nariz el aliento de vida, el cual llegó a ser el espíritu humano (Pr 20:27). El espíritu del hombre es el vaso para recibir a Dios; lo que es terrenal ahora es capaz de recibir lo que es celestial. Y como resultado de la formación del espíritu humano en el cuerpo hecho del polvo de la tierra, el hombre llegó a ser alma viviente.
Tomado de “La genuina autoridad y sumisión”
¡Jesús es el Señor!