EL HOMBRE ESPIRITUAL (Parte 11)
EL ESPIRITU, EL ALMA Y EL CUERPO DEL HOMBRE DESPUES DE LA CAIDA
Adán llegó a existir por el aliento de vida, el espíritu. El espíritu es el órgano que conoce a Dios, oye Su voz, tiene comunión con El y puede conocerle bien. Después de que Adán cayó, su espíritu se adormeció.
Al principio, Dios le dijo a Adán: “Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17). Después de que Adán y Eva comieron del fruto, vivieron algunos cientos de años. Esto muestra que la muerte de la que Dios habló no era sólo la muerte física. La muerte de Adán comenzó en su espíritu. ¿Qué clase de muerte era? La definición científica de la muerte, es la finalización de toda comunicación con el medio ambiente. Cuando el espíritu muere, pierde su comunión con Dios. Cuando el cuerpo muere, el espíritu deja de tener comunicación con el cuerpo. Por lo tanto, el hecho de que el espíritu haya entrado en un estado de muerte no significa que haya abandonado el cuerpo; simplemente significa que perdió su conocimiento de Dios y que estaba muerto para El. La muerte espiritual significa que la comunión con Dios cesa. Por ejemplo, tomemos el caso de una persona muda. Tiene boca y pulmones, pero no puede hablar por algún problema con el sistema del habla. Se puede decir que su boca está muerta para el lenguaje humano. Cuando Adán desobedeció a Dios, su espíritu murió. El espíritu seguía en él, pero estaba muerto para Dios y había perdido sus facultades. El conocimiento intuitivo que el hombre tenía de Dios en su espíritu, se corrompió por el pecado, y el espíritu quedó muerto para las cosas de la esfera espiritual. A partir de entonces, el hombre puede tener religión, moral, educación, aptitud, poder y salud física y mental, pero está muerto para Dios. Puede hablar acerca de Dios, hacer conjeturas acerca de El, y hasta predicar; sin embargo, para Dios está muerto. No puede oír la voz del Espíritu de Dios. Es por eso que muchas veces en el Nuevo Testamento Dios se refiere a quienes viven en la carne como personas muertas.
La muerte espiritual del primer hombre se extendió gradualmente al cuerpo. Aunque después de que el espíritu murió, el hombre siguió vivo por un tiempo largo, durante ese lapso la muerte estaba operando en él hasta que su espíritu, alma y cuerpo quedaron embargados por la muerte. En ese entonces, aquel cuerpo que podía haber sido transformado y glorificado regresó al polvo. Cuando el hombre interior dentro del hombre quedó en caos y caído, su cuerpo físico estaba destinado a la muerte y la destrucción.
De ahí en adelante, el espíritu de Adán (así como el de todos sus descendientes) quedó bajo el dominio del alma. Poco después, el espíritu fue absorbido por el alma, se fusionó con ella, y las dos partes quedaron entretejidas. Por eso el autor de Hebreos dice en 4:12 que la palabra de Dios tiene que penetrar y dividir el espíritu del alma, lo cual es necesario por haberse hecho uno solo. Después de que el espíritu quedó entretejido con el alma, el hombre comenzó a vivir en un mundo conceptual. Empezó a actuar de acuerdo con su intelecto y con sus sentimientos. Para entonces, el espíritu había perdido todo su poder y sus sentidos, y había quedado embotado. Originalmente, el espíritu tenía la facultad de conocer a Dios y servirle. Ahora había perdido sus funciones y había caído en un estado comatoso. Aunque todavía estaba allí, era como si no estuviese. Este es el significado de la expresión que leemos en Judas: “Los anímicos, que no tienen espíritu” (v. 19). (En este versículo no se alude al Espíritu Santo, sino al espíritu humano, ya que la expresión anterior dice “anímicos”. Si el alma es humana, el “espíritu” mencionado a continuación también debe de ser humano. La posición del artículo en el griego también confirma esto). Esto no significa que el espíritu del hombre ya no exista, pues Números 16:22 claramente dice que Dios es “el Dios de los espíritus de toda carne”. Todas las personas del mundo tienen espíritu. Pero éste se halla cubierto completamente por los pecados y no puede tener comunión con Dios.
Aunque este espíritu está muerto para Dios, todavía obra tan activamente como la mente y el cuerpo. De hecho está muerto para Dios, pero sigue activo en otras áreas. En algunos casos un hombre caído puede tener un espíritu más fuerte que su alma y su cuerpo, y puede todavía gobernar sobre todo su ser, pero la mayoría de las personas son anímicas o carnales. No obstante, las personas anteriormente mencionadas son “espirituales”, ya que sus espíritus son más desarrollados que los de otros. Podemos encontrar esa clase de personas entre los que practican el espiritismo, la adivinación, la brujería, etc. Ellos se comunican con la esfera espiritual, no por medio del Espíritu Santo, sino de los espíritus malignos. Los espíritus de los hombres pecaminosos están unidos a Satanás y a los espíritus malignos. Sus espíritus están muertos para Dios, pero vivos para Satanás y receptivos a la operación de los espíritus malignos dentro de ellos.
El alma se sujeta a las exigencias de los sentidos y se convierte en su esclava, así que aun cuando el Espíritu Santo luchara por darle lugar a Dios, el esfuerzo sería inútil. Por eso las Escrituras dicen: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne” (Gn. 6:3). En la Biblia, la carne se refiere a la vida y la naturaleza del alma y del cuerpo del hombre no regenerado. A menudo se refiere a la naturaleza pecaminosa que se halla en el cuerpo. Esta carne es la naturaleza común al hombre y a los animales. Ahora el hombre está completamente bajo el control de la carne y no le es posible escapar. El alma reemplazó al espíritu, que era el que gobernaba, y ahora todo es independiente y centrado en el yo. Ahora el hombre se conduce según los deseos del corazón. Aun en asuntos religiosos y en la búsqueda más celosa de Dios, el hombre se vale del poder de su alma y toma decisiones independientes para buscar a Dios a fin de agradarle, sin la revelación del Espíritu Santo. El alma no sólo se desarrolla de esta manera, sino que además es controlada por el cuerpo. Los deseos del cuerpo, sus sensaciones y exigencias, reclaman la obediencia del alma, para que lleve a cabo sus ordenes y los satisfaga. No sólo están todos los descendientes de Adán muertos en sus espíritus, sino que son “de la tierra, terrenales” (1 Co. 15:47). Están completamente bajo el control de la carne y andan de acuerdo con la vida del alma y en la naturaleza carnal. Tales personas no pueden tener comunión con Dios. Algunas veces expresan su fuerza intelectual, y otras, su lujuria; y frecuentemente expresan las dos cosas. La carne controla todo su ser sin ninguna restricción.
Esta es la clase de personas a las que se alude en Judas 18 y 19: “Burladores, que andarán según sus impías concupiscencias. Estos son los que causan divisiones; los anímicos, que no tienen espíritu”. Ser anímico es lo opuesto a tienen espíritu. El espíritu, que era el más elevado y debía estar unido a Dios y debía gobernar el alma y el cuerpo, quedó rodeado por el alma, cuyos motivos e intenciones son totalmente terrenales. El espíritu perdió su posición original y quedó en una condición anormal. Por eso la Biblia dice que tales personas no tienen espíritu. El resultado de esta condición completamente anímica es que se burlan, actúan de acuerdo con sus propias lujurias y causan divisiones.
En 1 Corintios 2:14 también se habla de las personas anímicas no regeneradas: “Pero el hombre anímico no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Ellas son controladas por sus almas, las cuales dominan sus espíritus; son lo opuesto al hombre espiritual. Aunque puedan ser muy inteligentes y tengan ideas y teorías maravillosas, no pueden decir nada acerca de las cosas del Espíritu de Dios. No pueden recibir la revelación del Espíritu Santo. ¡Qué diferente es esta perspectiva de la del mundo! El mundo piensa que el poder intelectual y la razón del hombre son omnipotentes, y que el hombre puede descubrir toda clase de verdades en el mundo por medio de su mente. Pero la Palabra de Dios considera todo eso como vanidad.
Aunque el hombre sea anímico, se da cuenta de la incertidumbre de esta vida y busca vida eterna en la era venidera. Sin embargo, el hombre nunca encuentra la verdad relacionada con la vida por medio de su mente ni de teorías, ya que éstas no son medios fidedignos. Muchas veces las personas inteligentes sostienen puntos de vista divergentes. Las teorías llevan al hombre al error. Son castillos en el aire y no conducen a nada, salvo a la oscuridad eterna.
De hecho, a menos que el poder intelectual sea dirigido por el Espíritu Santo, no es confiable y es muy peligroso. Puede juzgar correcto lo que en realidad está equivocado, y lo erróneo como correcto. Si no tenemos cuidado, no sólo sufriremos perdida temporal, sino que también podemos sufrir un daño permanente. Los pensamientos oscuros del hombre generalmente lo llevan a la muerte eterna. Sería bueno que el hombre anímico no regenerado tenga esto presente.
Además, cuando un hombre es carnal, no sólo está bajo el gobierno del alma, sino que su alma está íntimamente ligada a su cuerpo. Muchas veces el cuerpo induce al alma a cometer los pecados más viles. El cuerpo de pecado está lleno de deseos y concupiscencias, y sus inclinaciones y motivos son terrenales, lo cual obedece a que fue creado del polvo de la tierra. Desde que el veneno de la serpiente entró en el cuerpo del hombre, sus deseos legítimos se convirtieron en lujuria. Desde que el alma obedeció al cuerpo y se rebeló contra lo ordenado por Dios, quedó sujeta al cuerpo y le obedece. En tales circunstancias, la concupiscencia del cuerpo se expresa en diferentes formas de pecado por medio del alma. La autoridad del cuerpo es tan grande que hace que el alma sea incapaz de resistir y sea una esclava obediente.
El hombre consta de tres partes: el espíritu, el alma y el cuerpo. La intención original de Dios era que el espíritu mantuviera la preeminencia y gobernara el alma. Después de que el hombre se hizo anímico, el espíritu fue subyugado y se convirtió en siervo del alma. Después de que el hombre se hizo carnal, la carne, que ocupaba el lugar más bajo, comenzó a reinar. El hombre dejó de ser gobernado por el espíritu y pasó a ser gobernado por el alma, y ésta a su vez fue regida por el cuerpo. Paso a paso fue cayendo, y la carne tomó el control. ¡Qué lamentable fue esto!
El pecado dio muerte al espíritu, y la muerte espiritual pasó a todos los hombres; de modo que todos están muertos en pecado y en transgresiones. El pecado también hizo que el alma se independizara, de tal manera que la vida anímica se convirtió en una vida independiente y egocéntrica. Además, el pecado le dio al cuerpo poder para que la naturaleza pecaminosa reinase por medio de él.
Continua…
Tomado de “La vida cristiana normal” de W. Nee
¡Jesús es el Señor!