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 EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ (3ª semana)

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hgo1939
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MensajeTema: EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ (3ª semana)   EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ  (3ª  semana) I_icon_minitimeMar Mayo 18, 2010 6:34 pm

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ (3ª semana)
Semana 3--- El ministerio de Abraham
Lunes --- Leer con oración: Gn 5:21-24; 29; 6:1-9
“Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (Gn 4:26)
LA PRESENCIA DE DIOS EN CADA GENERACIÓN
Alabamos al Señor, porque Él nos ha hablado acerca de los ministerios que les confió a Sus siervos a lo largo de la Biblia. Hemos visto que algunos de ellos fueron fieles a la carga que recibieron, mientras que otros no lo fueron. Los acontecimientos en cada ministerio, en sus respectivas épocas, deben servirnos como ejemplo y advertencia para que sigamos los modelos positivos, y seamos iluminados para no cometer los errores mostrados en las experiencias negativas (1 Co 10:6, 11).
Como vimos, el ministerio de Adán nos dejó un legado de gran importancia: la práctica de invocar el nombre del Señor. Aunque Adán y Eva habían desobedecido a Dios en el huerto de Edén, ellos se volvieron al Señor, creyendo en Su promesa de salvación, y comenzaron a invocar el nombre del Señor.
Adán sabía que invocar el nombre del Señor era depender totalmente del Él, por eso era muy importante que las generaciones posteriores buscaran la presencia de Dios. Sin embargo, sabemos que esto no sucedió, ya que poco a poco los hombres abandonaron esta práctica. En este aspecto, no fue Adán quien fracasó, sino su descendencia, pero aun así, en medio de ella existieron hombres como Enoc, que caminó con Dios y buscó Su presencia (Gn 5:21-24).
En Génesis 6 encontramos el relato de cómo los hombres perdieron la presencia de Dios y la humanidad fue contaminada. Los ángeles que acompañaron a Satanás en su rebelión y que por ese motivo fueron juzgados por Dios, vieron “que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas” (vs. 1-2). Por el hecho de que estos seres, llamados hijos de Dios, se unieron a las hijas de los hombres, surgieron los gigantes. Esta contaminación acentuó la caída del hombre, pues la maldad se había multiplicado y los designios del corazón de ellos era de continuo el mal (v. 5).
Esto entristeció a Dios a tal punto que Se arrepintió de haber hecho al hombre, y le dolió en Su corazón. Él no abandonó a la humanidad, sino que retiró Su presencia de ella (vs. 3, 6).
Sin embargo, Noé halló gracia ante los ojos del Señor (v. Cool. Por caminar con Dios, Noé daba un testimonio positivo entre sus contemporáneos, incluso viviendo en una tierra maldita (5:29; 6:9). Por eso Dios le dio la incumbencia de salvar a su familia del juicio que ejecutaría sobre toda la creación. Dios “no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos” (2 P 2:5).
Después, Dios estableció un pacto de que no habría más diluvio para destruir la tierra. Él no abandonó al pueblo, pero ya no tendrían Su presencia. Cuando oramos, siempre rogamos por la presencia de Dios, pues sin ella no tenemos paz ni gozo ni sustento. Que en nuestra generación seamos aquellos que andan en la presencia de Dios, que dan atención a Su palabra y alegran Su corazón. ¡Aleluya!
Punto Clave: Buscar la presencia de Dios.
Pregunta: ¿Ha experimentado vivir en la presencia de Dios?



Martes --- Leer con oración: Gn 10:8-10; 11:4-8
“Aunque todos los pueblos anden cada uno en el nombre de su dios, nosotros con todo andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios eternamente y para siempre” (Mi 4:5)
EL FRACASO DE LA DESCENDENCIA DE ADÁN
Al firmar un pacto según el cual no destruiría más la tierra con aguas de juicio, Dios muestra Su disposición de amar a la humanidad, a pesar de todos los problemas que ésta Le produjo. Con todo, sabemos que la tendencia natural del hombre contaminado por el pecado es apartarse, poco a poco, de la presencia de Dios y en consecuencia, exaltar su propio nombre.
Esto fue lo que ocurrió con la descendencia de Noé. Del linaje de uno de sus hijos, llamado Cam, surgió Nimrod, que en su época fue considerado un vigoroso cazador delante del Señor. Debido a su éxito, Nimrod se fue enorgulleciendo de a poco. Al hacerse poderoso en la tierra, siguió el mismo camino de la auto-exaltación que fue recorrido por Lucero (Lucifer). Primeramente, edificó la ciudad de Babel, que fue el comienzo de su reino, y una afrenta al reino de Dios (Gn 10:8-10).
A partir de entonces, el nombre del hombre comenzó a ser exaltado en la tierra y el nombre del Señor fue olvidado. Esto produjo el deseo de edificar la torre de Babel, una torre extremadamente alta, cuyo objetivo era alcanzar los cielos y hacer célebre el nombre del hombre. Podemos decir que, si esto hubiera sucedido, no habría habido restricción para todo lo que intentaban hacer (11:4-6).
Al ver tal situación, Dios restringió la rebelión del pueblo, confundió su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero, y así los esparció desde allí sobre la faz de toda la tierra (vs. 7-Cool.
Entonces, Dios dejó por un periodo de tiempo que los hombres vivieran a su manera, porque, como vimos, la dispersión de los diversos grupos que antes formaban el reino de Babel fue el punto de partida para que surgieran los diferentes pueblos, cada uno con su lengua. Además, puesto que todos los hombres tienen la necesidad de adorar a Dios, por el hecho de no tener más Su presencia, se hicieron sus propios ídolos, a los cuales empezaron a adorar.
De esta manera, la descendencia de Adán fracasó, pasando a vivir para satisfacer sus propios intereses, al punto de ser confundidos y dispersados. Sin embargo, Dios deseaba cumplir Su voluntad, Su propósito. Mañana veremos cómo el Señor obró para proseguir con Su propósito de tener un nuevo comienzo con la humanidad. ¡Aleluya!
Punto Clave: Dios no desiste del hombre.
Pregunta: ¿Qué hizo Dios después de los fracasos de la descendencia de Adán?



Miércoles --- Leer con oración: Hch 7:2-3; Gn 11:31-32; 12:1-3
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gn 12:1)
UN NUEVO COMIENZO Y UN NUEVO MINISTERIO
Por causa del fracaso de la descendencia de Adán, Dios escogió y llamó a Abraham para tener un nuevo comienzo con la humanidad y para darle una comisión, con un nuevo ministerio, para ejecutar Su voluntad en la tierra.
Abraham habitaba en la pequeña ciudad de Ur de los caldeos. Caldea quedaba en Mesopotamia, y fue allí donde se originó el antiguo reino de Babilonia, que geográficamente, es el actual territorio de Irak. Fue allí que Dios comenzó la restauración de Su propósito, llamando a Abraham de en medio de ese pueblo, como Su nuevo ministro: “Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré” (Hch 7:2-3).
El deseo de Dios era que Abraham saliera solo de aquella tierra, sin llevar a sus padres, porque quería hacer de él una gran nación. Era como si Dios le dijera: “Sal de tu tierra, pero no traigas nada de tu antigua manera de vida”. Así que, cuando Dios lo llamó, Abraham aún no tenía fe, por eso permaneció en Ur de los caldeos. Él no entendió inmediatamente cómo debía reaccionar a tal llamamiento. Entonces, Taré, su padre, se dispuso a salir con él de aquel lugar de idolatría (Gn 11:31).
El camino recorrido por Abraham y su padre fue hasta Harán, ciudad situada en la región de Asiria. Allí estaba localizada la ciudad de Nínive, en donde, según el registro del libro de Jonás, predominaba el pecado (Jon 1:2).
Abraham salió de una tierra de idolatría, pero fue a parar a un lugar pecaminoso. Así que, después de la muerte de Taré, su padre, Dios nuevamente lo llamó para llevarlo a la tierra prometida (Gn 12:1-3).
¡Alabamos al Señor! porque Él no desiste de nosotros, siempre nos está llamando para volver a Su presencia. Aunque no comprendamos Su llamamiento, Él aún insiste en hablar con nosotros, y nos alienta a hacer Su voluntad. Mientras más atendamos al llamamiento de Dios, nuestra fe crecerá más y así, Él nos hace Sus ministros competentes.
Punto Clave: Dios siempre nos está llamando para volver a Su presencia.
Pregunta: ¿Cuál fue la reacción de Abraham al llamado de Dios?



Jueves --- Leer con oración: Gn 12:1-3
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (He 11:Cool
VIVIR POR LA FE Y OBEDECER AL ESPÍRITU
Hoy veremos la importancia de la fe para aquellos que son ministros de Dios.
Abraham era joven cuando fue llamado por Dios; todavía dependía de su padre y no tenía una fe propia. Sin embargo, su situación era parte de la experiencia del llamamiento por el cual Dios quería que él pasara. Dios deseaba hacer algo nuevo, por eso lo escogió. Así como Abraham, que dejó su tierra y partió sin saber a dónde iba, cuando el Señor nos llama, también debemos atender Su llamado, dejar las experiencias pasadas y creer que lo que nos falta, Él mismo lo suplirá.
Cuando respondemos al llamado del Señor, confiando en Su palabra, la fe surge en nosotros. Y a medida que proseguimos en nuestras experiencias con Dios, nuestra fe crece poco a poco. Abraham pasó por eso. Dios no le dijo a donde debía ir; sólo le ordenó que saliera de donde estaba. Por tanto, él no sabía a dónde Dios quería llevarlo, pero, aun así, obedeció (He 11:Cool.
Si Abraham hubiera sabido que la tierra a donde se dirigía estaba habitada por otros pueblos, contra los cuales tendría que luchar, es posible que no hubiera tenido la valentía de salir de Ur de los caldeos. El hecho de haber confiado sólo en lo que Dios le dijo, muestra que comenzó su recorrido simplemente andando por la fe. Si en aquel momento alguien le hubiera preguntado a dónde estaba yendo, Abraham probablemente habría respondido: “Yo tampoco lo sé. Dios me está guiando paso a paso”.
Tener fe significa aceptar y recibir con sencillez todo lo que Dios dice. Cuando recibimos Sus promesas, debemos decir “sí” y “amén” a ellas por la fe. El ministerio de Abraham nos enseña muchas lecciones de fe. Cuando andamos de esta manera, no debemos tener miedo a equivocarnos. Pero si lo hacemos, al volvernos al Espíritu, el Señor mismo nos vendrá a corregir.
Antiguamente éramos orientados a seguir determinados métodos y procedimientos para no cometer errores en nuestro servicio al Señor. Hoy, seguimos la orientación del Espíritu. Esto se aplica a la predicación del evangelio, al apacentamiento de los hermanos y a la migración para evangelizar. Necesitamos confiar plenamente en la palabra del Señor y vaciarnos de las opiniones provenientes de nuestra vida del alma, para ser conducidos por el Espíritu en todo lo que hagamos. Esto es vivir por la fe.
Punto Clave: Vivir por la fe es confiar plenamente en el Señor.
Pregunta: ¿Cómo puede crecer la fe en nosotros?



Viernes --- Leer con oración: He 11:9-10, 16a
“Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda (...) y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová” (Gn 12:7-Cool
LA TIENDA, EL ALTAR Y EL NOMBRE DEL SEÑOR
Abraham salió de su tierra, siendo guiado por Dios a un lugar que no conocía: la tierra de Canaán. El Señor se le apareció y le prometió una descendencia, porque quería hacerlo el padre de una gran nación. Al considerar las promesas de Dios, la reacción de Abraham fue la de edificar un altar, y allí invocó el nombre del Señor. ¡Gracias a Dios! Después de un largo periodo de degradación de la humanidad, Dios vino, por medio de Abraham, a restaurar nuevamente en la tierra la práctica de invocar Su nombre. Al invocar el nombre del Señor, Abraham estaba declarando que dependía totalmente de Él. ¡Aleluya!
En el camino a Canaán, Abraham plantó una tienda. En el Antiguo Testamento, el altar era un lugar para adorar a Dios y donde se hacían sacrificios al Señor. Abraham plantó su tienda al lado del altar que había edificado. Esto muestra que su vivir estaba delante de Dios, en Su presencia.
El hecho de que Abraham moraba en tiendas significa que él sabía que su patria definitiva no estaba en esta tierra, sino en los cielos (He 11:16a). Así pues, nosotros tampoco debemos apegarnos a esta tierra, sino esperar la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios, pues nuestra porción es el reino de los cielos (vs. 9-10).
En esto consistía la vida de Abraham: la tienda, el altar y el nombre del Señor. Por tanto, para ser ministros de Dios, necesitamos seguir el modelo de Abraham: invocar el nombre del Señor y poner nuestra “tienda” al lado del “altar”, es decir, tener un vivir cotidiano consagrado al Señor, teniendo como meta la manifestación de Su reino.
Punto Clave: Vivir en la presencia de Dios.
Pregunta: ¿Qué significa para usted tener una vida de altar y tienda e invocar el nombre del Señor?



Sábado --- Leer con oración: Gn 22:1-14
“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito (...) pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (He 11:17, 19a)
EL AUGE DEL MINISTERIO DE LA FE
El ministerio de Abraham es el ministerio de la fe. Sin embargo, la fe de Abraham no existía en el momento en que fue llamado por Dios. Su fe fue creciendo y fortaleciéndose poco a poco, por medio de las experiencias que tuvo al andar con Dios. Las situaciones por las cuales Abraham pasó le hicieron ejercitar su fe al máximo.
Dios siempre lo estaba conduciendo, y lo hizo habitar en las regiones del Neguev. Puesto que allí había hambre, Abraham descendió a Egipto. Él decidió hacer eso por causa de las difíciles circunstancias en las que la tierra se encontraba; pero, como resultado de esa decisión, Abraham y Sara tuvieron problemas con Faraón y fueron obligados a salir de aquel lugar, avergonzados, regresaron a donde estuvieron (Gn 12:10-20). Si Abraham hubiera tenido la fe suficiente para confiar en el cuidado de Dios, no habría descendido a Egipto, sino que habría esperado el sustento proveniente del Señor. Porque, esa era la promesa que el Señor le había hecho.
La otra promesa del Señor a Abraham estaba relacionada con su descendencia. Abraham y Sara no tenían hijos, pero Dios les había dicho que de ellos saldría una gran nación. Finalmente, la promesa de Dios se cumplió con el nacimiento de Isaac.
Isaac era el único hijo de Abraham y Sara. El día en que Isaac fue destetado, Abraham hizo un gran banquete (Gn 21:Cool. Pero Dios aún quería probar la fe de Abraham y le dijo: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (22:2).
En otra época, Abraham seguramente habría rehusado a cumplir la petición de Dios. Sin embargo, en aquella ocasión, su fe ya había crecido al punto de creer que Dios proveería todas las cosas. Esto significa que, aunque ofreciera a Isaac en sacrificio, Abraham tenía la seguridad de que Dios podía resucitarlo. Él no tenía dudas en cuanto al poder de Dios, conforme a lo que leemos en el pasaje bíblico que narra esta experiencia:
“Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchilo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto” (vs. 6-14).
Las experiencias de Abraham muestran que él confiaba completamente en el Señor, de modo que su fe, que antes era insuficiente, llegó al auge de su madurez, así recibió la aprobación de Dios. ¡Alabado sea el Señor!.
Punto Clave: Obedecer al hablar del Señor.
Pregunta: ¿Cómo se produjo el crecimiento de la fe de Abraham?



Domingo --- Leer con oración: Gn 26:1-3; 41:56-57; 42:1-3; 47:27; Ex 1:13-14; 2:23-24
“Los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto” (Ex 2:23b-24a)
EL SUSTENTO QUE VIENE DEL SEÑOR
Como vimos en el transcurso de esta semana, Abraham fue un hombre de fe. Isaac, su hijo, fue el heredero de todas las promesas hechas por Dios a Abraham, por eso habitaba en la tierra de Canaán. En la época de Isaac también hubo un periodo de escasez y hambre, pero Dios tuvo misericordia y no permitió que completara su camino para llegar a Egipto (Gn 26:1-3).
El heredero de Isaac fue Jacob. Él no descendió a Egipto, pero envió a sus hijos para buscar alimentos allí, en la época en que hubo hambre en la tierra de Canaán (41:56-57; 42:1-3). Dios ya había provisto todo, envió a José a Egipto antes. Por medio del arreglo divino, José, que inicialmente había sido vendido como esclavo a Egipto, llegó a convertirse en una autoridad en aquel lugar. Así que, teniendo como objetivo la preservación de la vida, Dios permitió que Su pueblo fuera a Egipto, para morar en una tierra fértil llamada Gosén. Toda la familia de Jacob fue a vivir allí, donde había abundancia de alimentos (47:27).
Durante el tiempo que el pueblo de Dios habitó en la tierra de Egipto, poco a poco se fue olvidando de invocar el nombre del Señor. Esto sucedió debido a las faciidades que tenían en aquel lugar, pues allí había abundancia de agua y alimentos. Entonces, Dios levantó situaciones como la dura servidumbre, para llevarlos al arrepentimiento (Ex 1:13-14; 2:23-24).
Por tanto, en nuestra experiencia, siempre debemos recordar que todo nuestro sustento proviene del Señor, siendo agradecidos a Él. Así, ni la comodidad de la vida secular ni las faciidades que el mundo nos ofrece serán capaces de apartar nuestro corazón del Señor. ¡Amén!
Punto Clave: Nuestro sustento proviene del Señor.
Pregunta: ¿Por qué el pueblo de Dios cuando habitaba en Egipto fue poco a poco olvidándose de invocar el nombre del Señor? ¿Cómo aplicamos esto a nuestra experiencia?
Dong Yu Lan
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Aguas refrescantes 19 de mayo
Con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. Filipenses 2:3.
Una vez se le preguntó a un creyente anciano: "¿Cuál es la virtud cristiana más difícil de lograr? La respuesta fue: "El espíritu de humildad. El grave problema es estimar a los demás como superiores a uno." El interlo¬cutor volvió a preguntar: "¿y cómo se puede lograr?" La respuesta fue: "Hay una sola manera. Cuando me considero a mí mismo, miro a lo que San Pablo llama el 'viejo hombre'. Cuando considero a otra persona, procuro ver en él al 'nuevo hombre' - la nueva creación en Cristo." ¡Con qué facilidad criticamos a otros! Nuestras demandas hacia ellos son más exigentes que las del Señor, quien demanda poco y perdona mucho. Lo que nosotros vemos son sus evidentes fracasos, pero lo que el Señor ve son sus victorias escondidas. Los fracasos de mi hermano están a la vista, pero las victorias que ha logrado en el lugar secreto pueden exceder todas las que yo haya experimentado o aun soñado.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
Literatura disponible en:
corpocri@yahoo.com
laiglesiaenarmenia@yahoo.com
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