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 LA GUERRA ENTRE LO NUEVO Y LO VIEJO

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MensajeTema: LA GUERRA ENTRE LO NUEVO Y LO VIEJO   LA GUERRA ENTRE LO NUEVO Y LO VIEJO I_icon_minitimeVie Nov 15, 2013 10:12 am

LA GUERRA ENTRE LO NUEVO Y LO VIEJO
Después de que un hombre cree y es regenerado, lo más importante para él es saber todo lo que recibió en su regeneración y cuánto le queda de su talento natural. Saber estas cosas lo mantendrá avanzando en su senda espiritual. Examinemos lo que está incluido en la carne del hombre y cómo el Señor Jesús al redimir al hombre trata los elementos de la carne. En otras palabras, ¿qué recibe el creyente en la regeneración?
Romanos 7:14 dice: “Yo soy carne, vendido al pecado”. Los versículos 17 y 18 dicen: “El pecado... mora en mi ... esto es, en mi carne”. En estos dos versículos vemos que los elementos de la carne son “pecado” y “mi”. Este “pecado” es el poder del pecado; y este “mi” es lo que comúnmente llamamos el yo. Si el creyente desea entender la vida espiritual, no debe confundir estos dos elementos de la carne.
Sabemos que en la cruz el Señor Jesús ya puso fin al pecado de nuestra carne. Por lo tanto, la Biblia nos dice que “nuestro viejo hombre fue crucificado” (Ro. 6:6). Con respecto al problema del pecado, la Biblia no nos dice que debamos ser crucificados, ya que esto fue llevado a cabo por Cristo y se cumplió plenamente; así que, el hombre no tiene que hacer nada. Por eso la Biblia nos insta a considerar este asunto como verdadero (v. 11) para que podamos recibir la eficacia de la muerte de Cristo y ser completamente librados del poder del pecado (v. 14).
Aunque la Biblia no nos dice que seamos crucificados por nuestros pecados, si nos dice que debemos llevar el yo a la cruz. El Señor Jesús dijo en varias ocasiones que debemos negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirlo. Esto se debe a que existe una diferencia entre lo que el Señor hizo con nuestros pecados en la cruz y lo que hace con nuestro yo. Sabemos que el Señor Jesús llevó nuestros pecados en la cruz (El no lo había hecho antes), pero se negó a Su yo toda la vida, no solamente cuando estuvo en la cruz. Por lo tanto, el creyente puede vencer el pecado en un momento, pero necesita toda su vida para negarse a sí mismo.
La epístola a los Gálatas muestra muy claramente la relación entre un creyente y estos dos aspectos de la carne. Nos dice: “Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias” (5:24). Esto significa que el mismo día que una persona se entrega a Jesucristo, su carne es crucificada. Sin la enseñanza del Espíritu Santo, uno pudiera concluir que la carne fue eliminada ya que fue crucificada. Pero por otro lado, la Biblia también nos dice: “Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne” (vs. 16-17). Esto revela claramente que una persona que pertenece a Cristo Jesús y que ya tiene al Espíritu Santo morando en él, todavía tiene la carne, la cual no sólo existe, sino que es especialmente poderosa. ¿Cómo explicamos esto? ¿Hay acaso porciones de la Escritura que se contradicen? ¡No! El versículo 24 recalca el aspecto pecaminoso de la carne, mientras que el versículo 17 da énfasis al yo que mora en la carne. La cruz de Cristo pone fin al pecado, y el Espíritu Santo pone fin al yo por medio de la cruz, mediante la cual Cristo liberó completamente del poder del pecado a los creyentes, para que ya no señoreara sobre ellos. Por medio del Espíritu Santo, Cristo habita en los creyentes para que puedan diariamente vencer su yo y obedecerle a Él. Ya fuimos librados del pecado, pero nos negamos al yo día tras día.
Si un creyente entiende lo que es la salvación completa efectuada en la cruz, entonces en su regeneración (es decir, cuando recibe a Jesús como Salvador) puede, por un lado, ser librado completamente del pecado, y por otro, recibir una nueva vida. Desgraciadamente, muchos obreros no presentan a los pecadores la salvación de una manera completa. Por lo tanto, los pecadores sólo creen en la mitad de la salvación y son salvos a medias. Sus pecados fueron perdonados, pero les falta la fuerza para dejar de pecar. Algunas veces la salvación se predica de una manera completa, pero debido a que a los creyentes sólo les interesa tener la gracia del perdón de pecados y no les interesa realmente ser librados del poder del pecado, sólo reciben una salvación a medias.
Si un creyente cree en una salvación completa cuando es regenerado y recibe por lo tanto esta salvación, experimentará menos derrota al pelear contra el pecado y tendrá más experiencia al pelear contra el yo. Sin embargo, esta clase de creyente es extremadamente raro. Aunque no nos atrevemos a decir cuántos hay, sí podemos decir que hay muy pocos. La mayoría solamente recibe la mitad de la salvación. Por consiguiente, casi todas sus batallas se libran contra el pecado. Además, hay algunos que cuando son regenerados, ni siquiera saben lo que es el yo.
Lo que experimentamos antes de la regeneración también influye en esto. Muchas personas tienden a hacer mucho bien antes de creer. (Por supuesto, no tienen la fuerza ni la capacidad para hacerlo.) Aunque en comparación, sus conciencias son más sensibles, su aptitud para hacer el bien es débil y, en consecuencia, el conflicto es inevitable. Esto es lo que la gente en el mundo llama, el conflicto entre la razón y la lujuria. Cuando estas personas escuchan acerca de la salvación completa, aceptan sinceramente la gracia de la liberación del pecado, de la misma manera en que reciben la gracia para el perdón del pecado. Existe otro grupo de personas cuyas conciencias son insensibles antes de la regeneración. Pecan terriblemente y son extremadamente malvadas; nunca tratan de hacer el bien. Cuando oyen acerca de la salvación completa, espontáneamente reciben de la gracia para el perdón del pecado y descuidan (aunque no rechazan) la gracia para la liberación del pecado. Este tipo de personas tendrán la experiencia de pelear con el pecado en su carne después de ser regeneradas.
¿A que se debe lo anterior? Se debe a que cuando una persona nace de nuevo y recibe una nueva vida, esta nueva vida exige que se aleje del gobierno de la carne y que obedezca a Dios. La vida de Dios es incondicional y debe obtener autoridad completa. Tan pronto como esta vida entra en el espíritu del hombre, le insta a apartarse de su antiguo amo, el pecado, y a obedecer al Espíritu Santo sin reservas. No obstante, el pecado está profundamente arraigado en él. Aunque su voluntad haya sido renovada por causa de la vida regenerada, dicha voluntad sigue unida al pecado y al yo, y muchas veces sigue inclinada hacia el pecado. Debido a esto, es inevitable que surja un gran conflicto entre la vida nueva y la carne. Ya que hay un gran número de personas en esta categoría, quiero prestar atención especial a su experiencia. Pero quiero recordar a mis lectores que el fracaso y lucha prolongada contra el pecado (que es diferente del yo) es innecesaria.
La carne quiere ejercer completo control y procura mantener al hombre siempre sujeto a ella, mientras que la vida espiritual procura llevar al hombre a una obediencia total al Espíritu Santo. La carne y la vida espiritual son diferentes en todo aspecto. La naturaleza de la carne es la del primer Adán, pero la naturaleza de la vida espiritual es la del postrer Adán. Los motivos de la carne son terrenales, pero la intención de la vida espiritual es celestial. La carne se centra en el yo para todo, pero la vida espiritual se centra en Cristo. Ya que son tan diferentes, la persona no puede evitar conflictos constantes con la carne. La carne trata de guiar al hombre al pecado, mas la vida espiritual procura guiarlo a practicar la justicia. Debido a que los creyentes no conocen la salvación completa, en muchos casos, después de ser regenerados, experimentan esta lucha interna.
Cuando los creyentes jóvenes descubren tal conflicto, se confunden. Algunos se desaniman, pensando que son malos y que no pueden avanzar. Algunos hasta dudan si fueron verdaderamente regenerados. Ellos deben saber que es precisamente por haber sido regenerados que tienen tal conflicto. Antes la carne ejercía su control sin ninguna resistencia. Además, ya que el espíritu de ellos estaba muerto, no se daban cuenta de que eran pecaminosos, aun cuando habían pecado mucho. Ahora la nueva vida que recibieron trae consigo el deseo, la luz, el pensamiento y la naturaleza de Dios. Al entrar esta nueva luz en el hombre, le muestra que él es fundamentalmente corrupto y sucio. Naturalmente, el nuevo deseo no quiere permanecer en la corrupción ni en la suciedad y trata de andar según la voluntad de Dios. Entonces la carne desea espontáneamente pelear contra de la vida espiritual, lo cual hace que el creyente sienta que hay dos personas dentro de él. Cada una tiene su propia opinión y poder, y cada una trata de vencer a la otra. Si él sigue la vida espiritual y vence, se regocija grandemente, pero si vence la carne, no podrá evitar sentirse condenado. Este conflicto interno es una prueba de que tal persona nació de nuevo.
El propósito de Dios no es mejorar la carne, sino darle muerte. Dios da Su vida al hombre cuando éste es regenerado, con el fin de poner fin al yo, a la carne con esa vida. Aunque la vida que Dios le da al hombre es muy poderosa, una persona recién regenerada es igual que un recién nacido. Por lo tanto, es todavía muy débil. Pero la carne, por haberle gobernado tanto tiempo, tiene mucho poder. Además, no ha recibido la salvación completa por la fe. Así que, aunque nació de nuevo, le cuesta mucho no ser carnal; es decir, le es muy difícil librarse del gobierno de la carne. Lo más lamentable es que aunque este hombre ha nacido de nuevo y la luz celestial ha resplandecido sobre él, y además se da cuenta de que la carne es horrible y desea con todo su corazón vencerla, es muy débil en sus propias fuerzas y no puede vencerla. Este es un tiempo de muchas lágrimas y mucha tristeza. Más aún, toda persona regenerada tiene el deseo de ser limpia de sus pecados a fin de agradar a Dios; pero su voluntad no es lo suficientemente fuerte, y la mayoría de las veces es vencida por la carne. Consecuentemente, sus victorias son pocas y sus derrotas, muchas. ¿Cómo no ha de aborrecerse a sí misma?
La experiencia de Pablo, mencionada en Romanos 7, describe tal conflicto: “Porque lo que hago, no lo admito; pues no practico lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago... Pues yo se que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico ... Así que yo, queriendo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está conmigo. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que está en guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (vs. 15, 18-19, 21-23). Los corazones de muchos que han tenido la misma experiencia realmente responderán unánimes con el anhelo final de Pablo: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (v. 24).
Entonces, ¿cuál es el significado de esta batalla? Esta batalla también es una especie de disciplina del Espíritu Santo. Dios ya preparó una salvación completa para el hombre, pero éste no la obtiene por no conocerla o por no desearla. Dios sólo puede darle al hombre lo que éste crea, acepte y tome como suyo. Por lo tanto, cuando las personas piden perdón y regeneración, Dios las perdona y las regenera. Mediante esta batalla Dios hace que los creyentes busquen la victoria completa en Cristo y la hagan suya. Si el creyente no ha obtenido esta salvación por no conocerla, procurará descubrirla mediante esa batalla. Entonces, el Espíritu Santo tendrá la oportunidad de revelarle que Cristo en la cruz puso fin al hombre viejo para que pueda creer y obtener la victoria. Si el creyente no ha recibido esta salvación por no desearla, la verdad que él tiene no pasa de ser simple conocimiento. Por medio de tal batalla, él descubrirá que es inútil simplemente tener el conocimiento. Por sus constantes fracasos, surgirá en él un deseo de experimentar la verdad que ya conoce.
Esta batalla se intensifica con el tiempo. Si los creyentes no ceden fácilmente sino que permanecen fieles, tendrán muchas más batallas feroces. Si no obtienen liberación, esta batalla nunca cesará. W. Nee
Tomado de “El Hombre Espiritual”
¡Jesús es el Señor!

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