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 LA JACTANCIA DE LA CARNE EL OTRO ASPECTO DE LA CARNE

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MensajeTema: LA JACTANCIA DE LA CARNE EL OTRO ASPECTO DE LA CARNE   LA JACTANCIA DE LA CARNE EL OTRO ASPECTO DE LA CARNE I_icon_minitimeMar Nov 26, 2013 11:56 am

LA JACTANCIA DE LA CARNE EL OTRO ASPECTO DE LA CARNE
Los aspectos antes mencionados ¿incluyen todas las obras de la carne? Aparte de ellos, ¿existen otras obras de la carne? ¿Deja la carne de estar activa bajo el poder de la cruz? Lo que se dijo anteriormente principalmente recalca el aspecto de los pecados de la carne, es decir, la lujuria del cuerpo humano, pero no el otro aspecto de la carne. Ya dijimos que la carne incluye las obras del alma y la concupiscencia del cuerpo. Examinamos al cuerpo en detalle; pero no hemos hablado específicamente con respecto al alma. En cuanto al cuerpo, el creyente debe deshacerse de todos sus pecados y corrupción; del mismo modo, el creyente debe rechazar las obras del alma, las cuales ante Dios no son menos corruptas que las del cuerpo.
La Biblia dice que las obras de la carne son de dos clases (aunque ambas son de la carne): las obras injustas y las que la carne considera justas. La carne no solamente engendra pecados sino también justicia. No solamente es vil, ya que también puede ser noble. No sólo tiene lujuria, sino también buenos pensamientos. Todo esto estudiaremos más adelante.
La Biblia utiliza la palabra carne para designar la vida y la naturaleza corrupta del hombre, es decir, el alma y el cuerpo. Cuando Dios creó al hombre, puso su alma entre el espíritu y el cuerpo, es decir, entre lo que es divino y espiritual y lo sensual y físico. La tarea del alma es vincular el espíritu y el cuerpo, dándole a cada uno su lugar correspondiente, capacitándolos para comunicarse entre sí y para que mediante esta armonía el hombre pueda obtener la unidad del espíritu y el cuerpo. Pero el alma cede a las tentaciones que se suscitan en los sentidos, escapa de la autoridad del espíritu y se somete al control del cuerpo. El alma y el cuerpo unidos constituyen “la carne”, la cual no sólo carece de espíritu, sino que además se opone al espíritu. La Biblia dice: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu” (Gá. 5:17).
La oposición de la carne contra el espíritu y contra el Espíritu Santo tiene dos aspectos. Cuando la carne peca, se rebela contra Dios e infringe Su ley y se opone abiertamente al espíritu. Pero cuando la carne hace el bien, obedece a Dios y hace la voluntad de Dios, también lo hace en enemistad contra el espíritu. El cuerpo, como parte de la carne, está lleno de pecado y de lujuria; así que, cuando se expresa a sí mismo, comete multitud de pecados, contristando al Espíritu Santo. Sin embargo, el alma, como parte de la carne, no es tan corrupta como el cuerpo. El alma es el principio de vida del hombre; es su yo y consta de las facultades de la voluntad, la mente y la parte emotiva. Desde el punto de vista del hombre, no todas las obras del alma son corruptas, pues ella se centra solamente en los pensamientos, las ideas y las preferencias de la persona. Aunque estos pecados giran en torno al yo, no son necesariamente viles. Lo que caracteriza las obras del alma es la independencia la dependencia de uno mismo. Aunque la conducta de esta parte de la carne no es tan vergonzosa como la otra, de todos modos es enemiga del Espíritu Santo. Debido a que la carne se centra en el yo, la voluntad propia se levanta por encima de la voluntad de Dios. Aunque sirve a Dios, no lo hace según El, sino según sus propias ideas. Hace lo que es bueno a sus propios ojos y toda su conducta se origina en el yo. Aunque la carne no haya cometido nada que el hombre considere pecaminoso; incluso pudo tratar de cumplir los mandamientos de Dios, en todo caso el yo es el centro de todas sus actividades. El engaño y la fuerza del yo, van más allá de lo que el hombre puede imaginar. La carne es enemiga del Espíritu Santo, no sólo cuando peca contra Dios, sino también al servirle y complacerle, ya que todo lo que hace se basa en sus propios esfuerzos, en vez de ser guiada exclusivamente por el Espíritu, dependiendo por completo de la gracia de Dios. Por eso es enemiga del Espíritu Santo y lo apaga.
Podemos encontrar muchas personas a nuestro alrededor que por naturaleza son buenas, pacientes y afectuosas. Ahora bien, el creyente aborrece el pecado; así que, si puede librarse de él y de las obras de la carne descritas en Gálatas 5:19-21, se siente satisfecho. Lo que realmente anhela es la justicia, por eso se esforzará por actuar rectamente anhelando poseer los frutos mencionados en Gálatas 5:22-23. Pero he aquí el peligro. Los creyentes no han aprendido a aborrecer su carne en su totalidad; desean solamente librarse de los pecados que ella comete. Saben rechazar las obras de la carne, pero no saben que la carne misma debe ser destruida. Lo importante es que la carne no solamente comete pecados, sino que también puede hacer buenas obras. Si la carne aún hace el bien es evidente que está viva. Si un hombre muere, su capacidad para hacer el bien, o hacer el mal, muere con él. Si todavía puede hacer el bien, indudablemente no ha muerto.
Sabemos que todos los hombres son carne. La Biblia enseña que no hay nadie en el mundo que no sea de carne, ya que todo pecador nació de la carne. Pero sabemos que muchos antes de ser regenerados e incluso muchos que jamás han creído en el Señor y nunca han sido regenerados han hecho muchas obras loables. Son verdaderamente afectuosos, pacientes y buenos; parece que han sido así desde que nacieron. Ellos pueden ser muy buenos, pero basándonos en lo que el Señor Jesús le dijo a Nicodemo en Juan 3:6, vemos que ellos siguen siendo carne. Esto confirma el hecho de que la carne puede hacer el bien.
Pablo dijo a los Gálatas: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?” (3:3). Estas palabras nos muestran que la carne puede hacer el bien. Los creyentes de Galacia habían caído en el error de hacer el bien valiéndose de la carne. Habían empezado por el Espíritu Santo, pero no continuaron en ese camino para ser perfeccionados. En lugar de eso, trataron de perfeccionarse por medio de su propia justicia, inclusive por la justicia según la ley. Por eso el apóstol les hizo esa pregunta. Vemos, entonces, que la carne puede hacer buenas obras. Si la carne de los gálatas sólo hubiera podido hacer el mal, Pablo no habría tenido que hacer aquella pregunta, puesto que sería obvio que los pecados de la carne no pueden perfeccionar de ninguna manera lo que empieza el Espíritu Santo. Vemos que ellos querían alcanzar una posición de perfección mediante los hechos justos de su carne, pues deseaban perfeccionar con su carne lo que había iniciado el Espíritu Santo. Realmente intentaron con todas sus fuerzas hacer el bien, pero el apóstol nos muestra aquí que los hechos justos de la carne y las obras del Espíritu Santo son completamente diferentes. Lo que una persona hace con la carne lo hace ella misma, y tales obras no pueden perfeccionar lo que inició el Espíritu Santo.
En el capítulo anterior, el apóstol dio un mensaje sólido: “Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor demuestro ser” (Gá. 2:18). Esto se refiere a aquellos que habiendo sido salvos y habiendo recibido el Espíritu Santo, dependen de la carne, el yo, para obrar con justicia según la ley (vs. 16-17, 21). “Las cosas que destruí” indica que el apóstol consideraba al hombre un ser incapaz de salvarse por sus propias obras. Siempre derribó las obras de los pecadores, pues sabía que no los podían salvar. “Las mismas vuelvo a edificar” alude a edificar de nuevo ahora. El apóstol parecía decir: “No podéis ser salvos por vuestras propias obras, pues fuisteis justificados al creer en el Señor”. Si volvemos a edificar las obras de justicia que ya derribamos, pensando que ahora las debemos hacer por nuestro esfuerzo, demostramos que somos transgresores. Siendo pecadores no podemos recibir la vida por medio de las obras de la ley; del mismo modo, después de haber recibido la vida, no podemos ser perfeccionados por medio de las buenas obras de nuestra carne. Si así fuera, esto probaría que el apóstol era un transgresor. En realidad, ¡qué vanas son las obras justas de la carne!
En Romanos 8 también vemos que “los que están en la carne no pueden agradar a Dios” (v. Cool. Esto implica que las personas carnales también tratan de agradar a Dios. Obviamente, tratar de agradar a Dios también es una buena obra de la carne, excepto que esto no puede agradar a Dios. Debemos tener una comprensión profunda de que la carne sí puede hacer obras justas. De hecho, es experta en hacerlas. Por lo general, pensamos que la carne sólo significa lujuria y pensamos que es completamente corrupta como la concupiscencia. En cuanto al cuerpo se refiere, la carne incluye la lujuria, pero en cuanto al alma, las actividades de la voluntad, la mente y la parte emotiva, no son necesariamente tan corruptas como las lujurias. Además, en la Biblia el término deseo no se utiliza sólo para referirse a algo corrupto, como en Gálatas 5:17 donde dice: “El [deseo] del Espíritu es contra la carne”. Aquí el deseo del Espíritu Santo se opone al de la carne. Por lo tanto, deseo en la Biblia no siempre es corrupto; significa tener un fuerte anhelo.
Todo lo que una persona puede hacer antes de ser regenerada es simplemente el resultado de los esfuerzos de la carne. Por eso puede hacer tanto el bien como el mal. El error del creyente radica precisamente en que sólo sabe que lo malo de la carne debe ser destruido, pero ignora que tiene que hacerse lo mismo con lo bueno de la carne; desconoce que así como las malas obras de la carne pertenecen a la carne, también las buenas obras le pertenecen. La carne es carne y sigue siéndolo ya sea que haga el bien o el mal. Lo que pone en peligro a un cristiano es su ignorancia o su rechazo a enfrentar la necesidad de desprenderse del todo de la carne, incluyendo lo que es bueno; él solamente sabe o acepta que debe deshacerse de lo malo de la carne. La lección que debe aprender ahora es que lo bueno de la carne no es menos carnal que lo malo. Ambos pertenecen a la carne. Si la bondad de la carne no es erradicada, no importa lo que haga el creyente, no podrá ser librado del poder de la carne. Además, ya que la carne puede hacer el bien, si el creyente se lo permite, pronto verá que la carne también hace el mal. Si la justicia propia no es erradicada, pronto la seguirá la injusticia.
“El Hombre Espiritual” (tomo 1) W. Nee.
¡Jesús es el Señor!

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