La vida eterna
¿Cuál es el significado de vida eterna? Simplemente significa una vida de eternidad. La vida del hombre es transitoria; no sobrevivirá en la eternidad. Sólo la vida del Hijo de Dios puede existir allí. Si pongo mi propia vida en la eternidad, se consumiría inmediatamente. ¡No duraría! Perecería como un pez en el aire o un ave en el agua. La vida del hombre sólo le puede llevar por una existencia temporal sobre esta tierra. No sobreviviría por la eternidad. Sólo una vida eterna puede sobrevivir por la eternidad.
En 1 Juan 5:11-12 dice: “Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. Aquí se nos dice que esta vida de eternidad está en el Hijo. No se puede hallar en otro lugar. El que no tenga esta vida que está en el Hijo es simplemente un ser humano; sólo puede existir en la tierra, pero no puede sobrevivir en la eternidad. Este no tiene esa vida que le califica para la eternidad.
Después que el Hijo de Dios pasó por la muerte y la resurrección y se hizo el Espíritu Santo, ya no está limitado ni por el tiempo ni por el espacio. Ahora podemos recibirle en cualquier tiempo y lugar. De aquí en adelante, el que recibe al Hijo de Dios recibe a Dios. De la misma manera, el que recibe al Espíritu Santo recibe al Hijo. En 1 Corintios 15:45b dice: “El postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante”. Esto capacita a todos aquellos que han recibido a Cristo para obtener una vida nueva. No sólo son perdonados sus pecados, sino que igualmente heredan la vida eterna de Dios.
LA REGENERACION
Juan 3:7 dice: “Os es necesario nacer de nuevo”. Esta vida nueva es una necesidad básica. Es la esencia de nuestra fe cristiana. Esta es la diferencia entre un cristiano falso y un cristiano genuino. En 1 Juan 5:12 dice: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. El versículo 13 continúa diciendo: “Estas cosas os he escrito a vosotros los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. Esto no es un asunto de doctrinas, obras o comportamiento moral; más bien, es algo de tener o no tener al Hijo de Dios.
La solución de Dios para la vida humana no es corrección, sino crucifixión. Dios clavó a nuestro viejo hombre con Cristo en la cruz; está terminado. Ahora estamos vivos juntamente con Cristo; Cristo ha llegado a ser nuestra vida nueva. Somos un nuevo hombre; tenemos un nuevo comienzo, y podemos conducirnos en una nueva forma de vivir. Todo esto son obras consumadas de Dios en Cristo.
El hombre aquí no puede hacer nada. Todo lo que puede hacer es creer y aceptar. Sólo la religión común le pide al hombre que mejore, obre y se mortifique a sí mismo. Pero Cristo está aquí para ser nuestra vida.
La primera vez que prediqué en la parte sur de la provincia de Fukien, tuvimos reuniones con aproximadamente mil quinientas personas. Después de tres reuniones los pastores de toda la ciudad estuvieron preocupados. Me invitaron y me dijeron: “Señor Nee, cuando le pedimos que viniera a predicar, esperábamos que iba a exhortar a nuestra congregación para que fuera celosa, trabajara mucho y sirviera al Señor más ardientemente. Pero usted está diciendo que no necesitamos hacer nada; que todo lo que necesitamos es recibir a Cristo. Ellos ya son perezosos. Después de su predicación probablemente serán aun menos dispuestos a trabajar. Usted está aquí sólo de visita; después de esto es libre de irse. Mas nosotros estamos aquí permanentemente. ¿Qué hemos de hacer después que usted se vaya?”.
Yo les dije: “Este es sólo el segundo día de la conferencia. Quedan dieciséis días más. ¿Podrían todos
ustedes ser un poco más pacientes y esperar para ver qué se producirá al final? ¡La obra de Cristo dentro del hombre puede excederse mucho más allá de la propia labor externa del hombre. Creo que si un hombre acepta el evangelio que predico, habrá un cambio definido en él”.
No creyeron del todo a mis palabras en aquel entonces. Pero ya que me habían invitado, no pudieron detenerme. Aunque dije que tomaría plena responsabilidad del resultado, ellos aún movieron sus cabezas en desacuerdo, diciendo: “¡Esto es muy peligroso!”. Mas después de una semana, muchos pastores vinieron a mí y se disculparon diciendo: “Aceptar la obra del Hijo de Dios dentro del hombre es en verdad mucho mejor que nuestros propios esfuerzos”.
SOLO RECIBIR
Juan 3:16 debería leerse junto con 1:12 del mismo capítulo. Juan 3:16 nos dice que Dios dio a Su Hijo unigénito al hombre, pero en 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. ¿Cómo obtenemos esta vida? Es muy sencillo. Dios da y nosotros recibimos; eso es todo. Sólo recibe y acepta sin ninguna duda ni temor lo que Dios ha dado. Cuanto más sencillos seamos, mejor.
El señor C. H. Spurgeon fue un famoso evangelista americano. Una vez estaba hablando a algunos de sus estudiantes acerca de la oración. Uno de ellos le preguntó cómo podría él saber si las oraciones eran contestadas. El sacó un reloj de oro de su bolsillo y lo puso sobre la mesa. Después les dijo a los estudiantes que el que lo quisiera podía tomarlo.
Todos los estudiantes se emocionaron muchísimo. Algunos no podían creer que un reloj tan valioso fuera dado gratuitamente. Otros pensaban: “Si extiendo mi mano para tomarlo y él decide recogerlo, ¿no sería vergonzoso?”. Otro dijo: “¿Qué tal si él cambia de parecer?”. Después de un rato una niña pequeña se acercó al señor Spurgeon y dijo: “Yo lo quiero”. Inmediatamente él puso el reloj en sus manitas y le dijo que cuidara bien de él. Cuando todos los otros estudiantes empezaron a lamentarse de su vacilación, el señor Spurgeon dijo: “Cuando dije que lo iba a dar, era en serio. ¿Por qué no me creyeron? Lo que Dios nos ha dado es algo mucho más precioso que el reloj; El nos ha dado a Su Hijo para que sea nuestra vida. Cuando Dios está tan dispuesto a dar, ¿por qué estamos nosotros tan lentos para recibir?”. Simplemente crean y reciban, y ustedes obtendrán la vida eterna.
COMO EL RESPIRAR
Otra persona usada grandemente por el Señor fue el señor F. B. Meyer. El no sabía cómo Cristo podía ser vida para nosotros en el Espíritu Santo, tampoco sabía cómo recibir esta vida. Un día estaba él orando en una montaña, esperando que pudiera obtener al Hijo de Dios como vida. De pronto se le ocurrió que todo lo que él necesitaba era simplemente creer. Respiró profundamente y oró: “Señor, de la misma manera que estoy respirando este aire, estoy ejercitando mi fe para recibirte dentro de mí”. Después que descendió de la montaña, les dio testimonio a otros, diciendo: “Desde ese día cuando inhalé al Hijo de Dios, mi vida ha cambiado totalmente”. Recibir al Hijo de Dios como vida es algo muy sencillo. Es tan sencillo como inhalar el aire dentro de uno.
Tomado de “La fe cristiana normal” por Watchman Nee
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