CRISTO ES ESPIRITU Y VIDA (1ª parte)
Jesucristo es el Hijo de Dios y el Salvador de la humanidad. Hace casi dos mil años El vino al mundo y vivió en la tierra como un verdadero hombre. Su vida fue una vida humana perfecta que era ejemplo de la norma más elevada de moralidad. Después de treinta y tres años y medio de vivir una vida humana sin pecado, El fue clavado en la cruz para quitar el pecado de toda la humanidad (Jn. 1:29). En este folleto veremos lo que pasó después de que El efectuó la maravillosa obra de redimir a la humanidad.
CRISTO ES ESPIRITU
La Biblia dice que Cristo entró en la muerte y estuvo allí tres días, pero no se quedó allí. El tercer día resucitó espiritual y físicamente (1 Co. 15:3-4). Los numerosos testigos de Su resurrección, los que le vieron, hablaron con El y anduvieron con El, son un testimonio contundente de un hecho histórico que ha permanecido innegable por los últimos dos mil años (1 Co. 15:5-7). Sócrates murió; Napoleón murió; Alejandro Magno murió; Carlos Marx murió; y Mahoma, Buda y Confusio murieron. ¡Pero Jesucristo está vivo! Su sepulcro es un sepulcro vacío, y El vive dentro de los espíritus de millones de personas hoy.
En la naturaleza podemos ver cada día el principio de la resurrección. Cuando se siembra un grano de trigo en el suelo, aparentemente muere. De hecho, lo único que muere es la cáscara. Muy pronto el grano del trigo germina, y la vida del trigo sale en una forma mejor y más gloriosa. Una oruga pasa por la etapa del capullo. Aparentemente, muere y cesa toda actividad externa; pero la vida dentro de la criatura continúa operando, y en poco tiempo surge en pleno esplendor y gloria como una mariposa. De manera semejante, Cristo en Su resurrección no sólo se le dio vida, sino que también cambió a otra forma. La Biblia dice que El cambió y vino a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Cuando estuvo en la tierra, estuvo en la carne. En la resurrección llegó a ser el Espíritu. La carne era Su forma antes de Su resurrección, y el Espíritu es Su forma después de resucitar. El apóstol Pablo nos dice que la primera forma, la carne, fue sembrada “en deshonra”, “en debilidad”, y era “terrenal”; pero la segunda forma, el Espíritu vivificante, está “en gloria”, “en poder“ y es “celestial” (1 Co. 15:43, 48).
Con un ejemplo se puede entender mejor el Espíritu. Consideremos el aire que nos rodea. Está en todas partes y está disponible para todos. Si usted está en el oriente o en el occidente, en un cuarto cerrado o en una plaza de mercado, el aire está siempre a su alrededor. La Biblia compara al Espíritu con el aire. En efecto, la palabra griega traducida Espíritu es pneuma, la cual también puede traducirse “aliento“ o “viento”. El día de la resurrección del Señor, por la tarde, El llegó a Sus discípulos y les hizo algo bastante extraño a ellos: El sopló en ellos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:22). El aliento divino que sopló en los discípulos era El mismo en resurrección como Espíritu vivificante.
Cuando Cristo vivía en la tierra, no estaba plenamente disponible a los discípulos. Cuando estaba en Galilea, no podía estar en Jerusalén. Estaba restringido por el tiempo y el espacio. No podía estar presente con toda la gente todo el tiempo. Pero después de que Cristo resucitó, se hizo Espíritu. Como Espíritu, El ahora puede estar con Sus discípulos todo el tiempo. Es por esto que después de Su resurrección El pudo decir que estaría con Sus discípulos “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). Hoy nuestro Cristo no está limitado por el tiempo ni el espacio. Puede morar en todos los que creen en El.
No hay nada más sencillo que la respiración. Tal vez uno no entienda muchos misterios profundos, pero si uno es un ser humano, puede respirar. La respiración es la habilidad más universal; cualquier ser viviente puede respirar. Cristo se ha hecho tan disponible que cualquiera puede recibirle y experimentarle.
Los seres humanos son como llantas de goma. Y el Espíritu es como el aire. Muchos viven con “llantas desinfladas” en sus vidas; están deprimidos y andan penosamente y de manera incierta por toda su vida. Lo que necesitamos es el aire celestial: el Espíritu vivificante de Cristo. ¡Cuando le tenemos, nuestro viaje es suave y estamos llenos del pneuma celestial!
Se puede mostrar lo que es el Espíritu con el ejemplo de la electricidad. En la civilización moderna en casi cada hogar se ha instalado la electricidad. Necesitamos la electricidad para el ventilador, el reloj, el refrigerador, el teléfono, el timbre, el televisor y muchos otros aparatos. Sin la electricidad nuestras vidas casi se detendrían. Aunque la electricidad se puede aplicar tan fácilmente, la fuente de energía está muy lejos en la planta eléctrica. Dios es como la poderosa planta eléctrica que está en el cauce del río; El es muy poderoso. Para aplicar ese poder a nosotros, se necesitan las líneas de poder para que se transmita la corriente. El Cristo encarnado como hombre en Su humanidad es como la línea de poder; El vino a nosotros de Dios Padre para traer a Dios a nuestra situación humana. El Cristo resucitado como Espíritu vivificante es semejante a la corriente eléctrica que transmite el gran poder hidroeléctrico a nuestros hogares. La corriente eléctrica aplica la potencia y la convierte en sonido, en luz, en calor, y en otras formas útiles para nuestros hogares. De la misma manera, el Espíritu como corriente de la electricidad celestial nos aplica todo lo que es Dios. Mediante el Espíritu tenemos amor, luz, verdad, gozo, poder y todos los atributos de Dios. Si no tenemos al Espíritu, nuestras vidas estarán llenas de tinieblas, debilidad y falta de aire. Pero el Espíritu nos aplica el Dios Triuno y hace que nuestras vidas sean significativas y estén llenas.
Muchas personas creen que ser cristiano es meramente mejorar su conducta o ser religioso. Incluso construyen grandes catedrales donde pueden adorar a Dios. Sin embargo, lo más necesario no es ser bueno en apariencia ni ser religioso. Es necedad que una persona limpie sus lámparas o adorne su televisor sin aplicarles la electricidad. Lo más importante es aplicar la electricidad a los electrodomésticos. Lo que el hombre necesita no son edificios más grandes ni ceremonias religiosas; ninguno de éstos le dará el poder interior. Lo que necesita es el Espíritu, porque el Espíritu es la aplicación de Dios mismo al hombre.
Cuando una persona cree en el Señor Jesús, el Espíritu viene a esta persona y vive en ella. En 2 Timoteo 4:22 se dice que el Señor Jesucristo está con nuestro espíritu. No necesitamos ir a los cielos para encontrar a Dios, y no necesitamos hacer una peregrinación en la tierra para tocarle. El lugar más santo ahora está en nuestro espíritu. Cuando se instala la electricidad en una casa, todo lo que tiene que hacer el dueño es prender el interruptor. Hoy, el Espíritu está “instalado” en este universo: Cristo cumplió toda la obra y hoy como el Espíritu vivificante está en todas partes. Cuando invocamos el nombre de Señor, nuestros espíritus “están prendidos”, y podemos experimentar todo lo que es Dios.
Podemos explicar el misterio del Espíritu usando otro cuadro. Un día de verano compré una sandía en el mercado. La sandía era grande, y sudé mucho al llevarla camidando a casa. Mi intención era comer y digerir esa sandía. Para hacerlo, primero tuve que cortarla en pedazos. Para hacerla aún más fácil de ingerir, exprimí los pedazos e hice jugo. Esa sandía tan grande llegó a ser un jugo muy disfrutable para mí. Originalmente, Dios estaba en los cielos. Se le puede comparar con esa sandía grande antes de ser cortada. Pero El se hizo hombre y fue crucificado. Por medio de Su crucifixión El fue “cortado en pedazos”. Pero el proceso no se detuvo con esto; después de Su muerte resucitó y fue transformado en la forma del Espíritu. Esto es semejante a exprimir los pedazos de la sandía para hacer jugo. El Espíritu es como el jugo de la sandía. Por medio de este proceso Dios se hizo accesible para nosotros. Hoy, el Dios a quien adoramos no es el Dios “no cortado”. El es el Dios “procesado”. En otras palabras, El ha pasado por un proceso para ser el Espíritu vivificante. Ahora no necesitamos sudar y luchar para alcanzarle; El ha llegado a ser tan disfrutable y accesible para nosotros.
En el evangelio de Juan, al final de la fiesta religiosa más grande de aquellos días, Cristo se puso de pie y dijo que si alguien tenía sed, podía acudir a El y beber. Luego Cristo dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:37-38). Al decir esto, Cristo estaba hablando del Espíritu. Es extraño que la gente todavía tuviera sed después de aquella gran fiesta religiosa. Pero la verdad es que ninguna observancia religiosa externa puede saciar la sed del hombre. Cuando más observemos las prácticas religiosas, más sed tendremos. Lo que necesitamos es un trago del agua viva. Aquí se compara al Espíritu con “ríos de agua viva”. Esta agua viva no estaba presente cuando Cristo profirió estas palabras, porque El todavía no había sido procesado por Su muerte y resurrección. Pero después de su muerte y resurrección, el proceso fue completado, y hoy el Espíritu como el agua viva ésta aquí. Ahora podemos beber del Espíritu. Esta agua viva sacia nuestra sed interior por completo.
En los tiempos de Jesús, los judíos eran un pueblo religioso. Les importaba mucho las prácticas externas correctas. Pero después de practicar su religión por tantos años, todavía estaban vacíos y faltos de vida. Cuando Cristo vino, les dijo que “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (Jn. 6:63).
Aquí la carne se refiere a la carne del Hijo de Dios. En este universo no hay cosa física más sagrada que la carne del Señor Jesús. Es más sagrada que todas las imágenes y cuadros y reliquias y crucifijos de todo el mundo juntos. Sin embargo, el Hijo de Dios dijo que hasta esta carne sin pecado “para nada aprovecha”. Lo que da vida no son las cosas físicas, sino el Espíritu. El Señor estaba orientando a los judíos religiosos, volviéndolos de las cosas físicas externas y dirigiéndolos al Espíritu.
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Aguas refrescantes 24 de mayo
Derribando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios.
2 Corintios 10:5.
Una de las esferas donde opera Satanás es la mente del hombre. El incita imaginaciones que deben ser suprimidas antes de que podamos colocar nuestros pensamientos en sujeción a la obediencia a Cristo. Debemos saber en qué consiste la tentación satánica. El inyecta en nuestra mente un pensamiento o una idea que aparenta ser nuestra. Atraídos por la idea la aceptamos y la utilizamos, como si fuera propia, aunque en realidad es de origen satánico.
Muchos pecados se cometen primero en la imaginación de nuestras mentes. Un gran número de situaciones desagradables entre hermanos se originan en el área de los pensamientos. No podemos impedir que un pájaro vuele por sobre nuestra cabeza, pero sí podemos impedir que construya un nido sobre ella. Propongámonos evitar que malos pensamientos encuentren un punto de apoyo dentro nuestro.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
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