CRISTO Y LA VIDA NUEVA
EL PERDON DE PECADOS
Al consumar Su obra en el hombre, Dios no trata con individuos. El incluye a la humanidad entera en Cristo. Lo que El ejecuta en Cristo es llevado a cabo en nosotros. La doctrina de la salvación se encuentra en Cristo. Dios también da al hombre una vida nueva en El.
Dios no tiene ningún deseo de cambiar nuestro comportamiento exterior; sólo quiere cambiar nuestra vida. Su única intención es remplazar nuestra vieja vida con una nueva. El sólo puede hacer esto en Cristo Jesús. Cuando estamos en Cristo, esta obra de reemplazo es aplicada a nosotros automáticamente.
ALGUNOS PREREQUISITOS
No obstante, antes de que Dios pueda dispensar una nueva vida en nosotros, se necesita tomar cuidado de algunos asuntos. Si esas cosas no son resueltas, Dios nunca podrá darnos vida, y nosotros nunca tendremos el derecho de recibir nada de El. Sabemos que el punto más crucial en la fe cristiana es la posesión de una vida nueva que procede de Dios. Pero hay algunos prerequisitos, sin los cuales es imposible participar de esta vida. Por lo tanto, estos puntos ocupan una posición importante y justamente demandan nuestra atención.
EL PERDON DE PECADOS
El primer punto es el perdón de pecados. Esto provee a Dios la posición adecuada para dispensarnos vida.
Todos sabemos que el comportamiento manifestado de nuestra vida natural es excesivamente malo. No tiene esperanza en lo absoluto. Nuestro comportamiento corrupto se da a conocer por los pecados que cometemos. Algunos cometen pecados impetuosos y horribles, mientras que otros cometen pecados más refinados y sutiles. En cualquier caso, todos esos pecados necesitan ser perdonados. Tienen que ser perdonados justa y apropiadamente antes de que podamos recibir la vida de Dios.
LA SOLUCION A LA VIDA VIEJA
Segundo, la misma vida que activa los pecados debe ser tratada cabalmente. A menos que esta vida sea removida desde la raíz, la posibilidad del pecado permanece; continuará produciendo fruto corrupto. El pecado aún se manifestará en nuestros pensamientos y acciones. Dios necesita dar una solución final a nuestra vida vieja. Debe ser terminada de una vez por todas.
Después que se ha cuidado de estas dos cosas, Dios puede libremente dispensarnos una vida nueva en Cristo. Entonces podremos andar día a día según ella. También podremos vivir una vida igual a la de Dios sobre la tierra y cumplir Su propósito.
ARREPENTIRSE NO ES SUFICIENTE
¿Cómo perdona Dios nuestros pecados? Muchas personas tienen un concepto equivocado concerniente a este asunto. Piensan que aunque han cometido muchos pecados, todos los pecados pueden ser perdonados si se arrepienten de su mala conducta.
Mas el arrepentimiento nunca puede remitir un pecado que haya cometido. No importa cuánto se arrepienta, sus pecados aún permanecen. No importa cuánto remordimiento sienta por sus pecados, éstos no serán removidos simplemente por su arrepentimiento.
Cuando estaba predicando en Kaifeng, algunos oficiales del gobierno estaban presentes. Les dije: Supongamos que un bandido cometió muchos crímenes y asesinó a muchos, pero no fue capturado sino hasta luego de mucho tiempo. Luego un día éste se aparece delante de usted, y le dice: “Me arrepiento por toda mi mala conducta pasada. Desde hoy en adelante me voy a reformar. He determinado ser un ciudadano dentro de la ley y un buen hombre”. Por favor díganme: ¿Anulará su arrepentimiento sus crímenes anteriores, los casos formulados en su contra por sus víctimas, y las acusaciones formuladas en contra de él por la ley? ¿Serán anulados? ¿Lo dejará en libertad la ley?
LA JUSTICIA DE DIOS
TIENE QUE SER MANTENIDA
La Biblia nos muestra que todos los pecados incurren cierta clase de juicio. Nada de lo que hacemos se deja pasar por alto ligeramente. La manifestación exterior de nuestra vida es pecaminosa. No sólo pecamos en contra de nosotros mismos, sino que pecamos en contra de otros, y además, en contra de Dios. Dios es justo. El no puede evadir nuestros pecados. Su justicia no le permite hacerlo.
Recuerdo una historia verdadera. Una vez un hombre asesinó a alguien y robó una suma de dinero. Después se refugió en otro pueblo. Allí se casó y tuvo algunos hijos. La gente en aquel lugar no sabía nada de su pasado.
Un día, tres detectives llegaron buscándolo. Hallaron al hombre y estaban a punto de llevárselo. El hombre se volvió a su esposa y le preguntó: “En todos estos años que he estado contigo, ¿no he sido un buen esposo?”. La esposa asintió. Luego se volvió a sus hijos, y les dijo: “¿No soy un buen padre para ustedes?”. Los hijos también asintieron. Finalmente se tornó a sus vecinos: “En todos estos años, ¿me he metido en sus propiedades o les he hecho algún mal? ¿No me considerarían un buen vecino?”. Todos asintieron unánimemente en que era una persona admirable.
Después él se volvió a los tres detectives y se defendió diciendo: “Ven, he sido un buen hombre por todos estos años. Aquí están todos los testigos testificando de mi bondad. ¡Deberían dejarme ir!”. Los tres replicaron: “Quizás usted se justifique delante de todos, pero no está justificado delante de la ley. Su arrepentimiento quizás garantice su futura inocencia, pero nunca podrá remover su culpabilidad pasada, ni le puede librar del juicio de la ley”. Al fin, tuvo que confrontar su juicio en la corte.
LA CONCIENCIA NO LE DEJARA IR
Cuando pecamos, nuestra conciencia tampoco nos deja ir. Algunas veces cuando la conciencia es suprimida, no sentimos mucha culpabilidad. Pero aunque la conciencia quizás se duerma, ¡nunca se muere! Al momento que la conciencia despierta, nos acusa de nuestros pecados y hace que estemos muy inquietos. Quizás esté silenciosa hoy, pero no se callará para siempre. No nos dejará pasar nunca lo que hemos hecho en el pasado.
EL PERDON SE BASA EN LA JUSTICIA
Además, Dios no puede perdonar nuestros pecados a la ligera. Si pecamos descuidadamente y Dios perdona nuestros pecados irresponsablemente, entonces Dios mismo cae en pecado en Su perdón. Esto no quiere decir que Dios no tiene el poder para perdonar pecados, sino que Dios sólo puede conceder perdón cuando llena el requisito de Su dignidad. El no puede degradarse a Sí mismo a un estado de injusticia en el proceso de perdonar nuestros pecados. Dios será por siempre el Dios justo.
En Kaifeng, conocí a un cristiano de nombre Wen. El era el jefe de cierto departamento en el gobierno. Un día me invitó a comer y mencionó una situación difícil que estaba confrontando. Dentro de su departamento se supo que unas personas estaban envueltas en un fraude que envolvía más de diez mil dólares. El hecho se descubrió, y las personas culpables fueron arrestadas. La ley del departamento decía que cualquiera envuelto en un fraude que excediera cinco mil dólares tenía que ser ejecutado. Según la ley, esos hombres tenían que morir.
Wen me dijo: “Como cristiano, no me gusta mandar a ejecutar a la gente. Si les perdono, me siento culpable de quebrantar la ley. Sin embargo, no puedo tolerar el pensamiento de ejecutarlos. Este es mi dilema. ¿Qué diría usted?”. No pude pensar tampoco en ninguna manera de salvarlos. ¡La ley es absoluta! No hay manera de evitarlo. Como cristianos no podemos violar la ley y caer en la injusticia. Sin embargo, si sostenemos nuestra justicia, sacrificamos las vidas de otros.
W. Nee