CRISTO ES ESPIRITU Y VIDA (2ª parte)
CRISTO ES VIDA
“El espíritu es el que da vida”. Pero, ¿qué es esta vida que da el Espíritu? Sabemos que hay muchas formas de vida. En este mundo existen la vida vegetal y la vida animal. La vida vegetal es más baja y la vida animal más elevada. Más elevada que estas dos clases de vida es la vida humana. Hoy, varias formas de vida vegetal y vida animal abundan en la tierra, y los hombres, que poseen la vida humana, también llenan el globo terrestre. Todas estas formas de vida son maravillosas; pero hay una cuarta clase de vida: la vida divina, que es la vida increada de Dios. La vida más baja existe para servir a la vida más elevada. Así, la vida vegetal existe para la vida animal y mantiene la vida animal, y la vida animal existe para la vida humana. Según el mismo principio, la vida humana existe para la vida divina. En efecto, la vida vegetal, la vida animal y la vida humana son meramente sombras y cuadros de la vida divina. La hermosura de las flores de la primavera reflejan la belleza de la vida divina; la fecundidad de las selvas es un cuadro de la abundancia de la vida divina; y la sabiduría de la vida humana es un cuadro de la inteligencia de la vida divina.
¿Cuáles son las características de esta vida, más elevada? Primero, esta vida, la vida de Dios, es divina. Ser divino significa ser de Dios, tener la naturaleza de Dios y ser trascendente y distinto de todo lo demás. Sólo Dios es divino; por tanto, Su vida es divina. Más aún, la vida de Dios es eterna. La vida de Dios es increada; no tiene principio ni fin. Todos nosotros nacimos en cierto momento y en cierto día, y todos comprendemos que nuestra vida humana tendrá un fin en la muerte. Sin embargo, la vida de Dios no tiene principio, y continuará para siempre. Por muchos siglos el hombre ha intentado construir máquinas que prolonguen sus vidas, pero ninguno ha tenido éxito. Pero Dios existe en Sí mismo y para siempre. Su vida no falla y es inmutable. La vida eterna de Dios no sólo perdura para siempre, sino que también en calidad es absolutamente perfecta y completa, sin falla ni defecto.
Esta vida eterna también es indestructible e indisoluble. Un pedazo de jabón puede disolverse al ser puesto en el agua, e incluso el oro y la plata pueden disolverse en algunas soluciones. Pero no existe nada que pueda disolver la vida indestructible de Dios. Permanece para siempre. Si uno pone en la tumba la vida humana, pronto decaerá y se descompondrá. Pero si se pone la vida eterna en la tumba, la tumba se abrirá de golpe. Si se pone esta vida en cualquier situación negativa, esa situación no podrá dominarla. La vida eterna es una vida indestructible, y nada en la tierra, en los cielos ni en el infierno puede destruirla.
Esta vida es la vida que Cristo como Espíritu nos da. Es mucho mejor que la religión que el hombre ha inventado. En el Evangelio de Juan se ve esta vida como aquella que vence toda clase de debilidad humana y que sorbe toda clase de muerte. En el capítulo tres de Juan se habla de una persona religiosa llamada Nicodemo. El quería que el Señor le enseñara solamente cómo ser moral y bueno. El Señor le mostró que su problema no era su conducta equivocada exterior, sino la vida incorrecta que poseía. Lo que necesitaba era otra vida: la vida divina. Este hombre religioso había nacido de la vida humana, pero ahora necesitaba volver a nacer de otra vida. La vida divina no mejora nuestra propia vida, sino que nos regenera con otra vida.
En el capítulo cuatro hay una mujer pecaminosa que vino a sacar agua del pozo. Cuando se encontró con Cristo allí, no cesó de hacerle preguntas religiosas con respecto al lugar donde los hombres debían adorar a Dios. A pesar de su interés en los lugares de adoración, no estaba satisfecha. El Señor le dijo que si ella le pedía, El le daría “agua viva”, el agua de vida, y que cuando tuviera esta vida, jamás tendría sed. La adoración religiosa vacía hace que uno tenga sed, pero la vida divina hace que uno esté satisfecho.
En el capítulo cinco un hombre incapacitado estaba acostado junto a un estanque en Jerusalén. Alrededor de él estaba la ciudad santa, la fiesta santa, el templo santo, el sábado santo y las aguas milagrosas. Pero a pesar de todas estas cosas santas de la religión más elevada, el hombre había estado allí incapacitado por treinta y ocho años; no tenía la fuerza necesaria para bajar a las aguas y así ser sanado. Cuando Jesús lo vio, le habló la palabra de vida y el hombre fue sanado. Esto es un cuadro de la vida divina que aviva al hombre y le capacita para hacer lo que no puede hacer la religión.
En el capítulo seis los judíos se gloriaban en el maná que sus antepasados comieron en el desierto. Pero Cristo les dijo que El era el verdadero maná y el pan de vida, y que los que le comieran nunca tendrían hambre. Una persona que come del pan terrenal o físico tendrá hambre otra vez, aun si ese pan es un milagro enviado por Dios. Sólo el pan celestial, el Señor Jesucristo, satisfará al hombre y hará que jamás tenga hambre.
En el capítulo siete otra vez hubo una gran fiesta religiosa. Aparentemente los hombres estaban contentos celebrando la fiesta, pero por dentro no estaban satisfechos. Jesús se puso de pie el último día de la fiesta y llamó a todos los que tuvieran sed, diciéndoles que vinieran a El para beber. Ninguna fiesta religiosa puede satisfacer la sed interna del hombre. Solamente el Espíritu como agua de vida apaga la sed del hombre y llena de vida su ser más profundo. Cristo satisface la sed interna del hombre y lo llena de los ríos celestiales de vida.
En el capítulo nueve Cristo sanó a un hombre ciego de nacimiento y así restauró su vista. El Señor anunció que El es la luz del mundo y que los que le siguieran no andarían en tinieblas sino que tendrían la luz de vida (9:5; 8:12). Todos nacimos espiritualmente ciegos, incapaces de ver las cosas divinas de Dios. Pero cuando recibimos a Cristo como vida, Su vida nos ilumina y nos devuelve la vista. A pesar de todo lo que el ciego aprendió de los religiosos judíos, él permaneció ciego. Pero cuando Cristo vino para darle vida su vista fue restaurada. La religión ciega al hombre, pero la vida divina le ilumina.
En el capítulo once vemos un hombre muerto, Lázaro. Este es un cuadro del fin de la vida humana, el cual es la muerte. En tal condición el Señor dijo que El es la resurrección y la vida. La religión no puede dar vida al hombre muerto, pero Cristo como la vida divina tiene el poder de resurrección para vencer la muerte y dar vida al hombre.
LA MANERA DE RECIBIR A CRISTO
COMO ESPIRITU Y VIDA
Así como nuestra vida humana es sostenida por el alimento y por el agua, así también la vida divina es recibida al comer y beber. Con este propósito Dios creó en el hombre un órgano que puede recibirle. El órgano con el cual recibimos el alimento físico es nuestro estómago. El órgano con el cual recibimos el alimento y la bebida espiritual es nuestro espíritu. Dios creó un espíritu en el hombre, diseñado específicamente para que el hombre le recibiera. El espíritu del hombre es diferente de su cuerpo, y también de su alma. Es una parte más profunda que el alma del hombre, y que está escondido en ella. La Biblia le llama a esta parte el espíritu del hombre.
Cristo como Espíritu y vida es real hoy, pero no puede ser real para nosotros si sólo usamos para conocerle nuestra alma, es decir, nuestra mente nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Si tratamos de entenderle con nuestra mente o tocarle con nuestras emociones, no podremos experimentarle. El debido órgano con que podemos recibir a Cristo es nuestro espíritu. Nuestro espíritu es nuestro órgano espiritual que digiere lo espiritual. Con nuestro espíritu podemos comer y beber a Cristo como vida para nosotros.
Comer y beber son dos cosas muy importantes relacionadas con la vida. Sin comer y beber, el hombre no puede sobrevivir físicamente. Todos los días tenemos que comer y beber. Lo mismo es válido en cuanto a nuestra vida espiritual. En la Biblia se ve el río de la vida y el árbol de la vida. El fin del río de la vida es que lo bebamos, y el del árbol de la vida es que lo comamos. El río de vida es un cuadro de Cristo como Espíritu de vida, y el árbol de la vida es un cuadro de Cristo como el suministro de vida para el hombre en forma de alimento. Dios no desea que le adoremos en una forma religiosa, sino que recibamos a Cristo como comida y bebida. Al disfrutar a Dios como comida y bebida, Cristo como Espíritu y vida entra en nosotros.
La mejor manera de comer y beber a Cristo es orar invocando Su nombre y leer la Biblia orando con las palabras de La Biblia. Esto no es un ejercicio religioso ni un deber legal, sino una manera de disfrutar a Cristo como nuestra vida.
EL RESULTADO DE RECIBIR A CRISTO COMO ESPIRITU Y VIDA
Cuando la vida divina entra en nosotros, somos regenerados; tenemos la vida de Dios, y llegamos a ser Sus hijos. Ser cristiano no tiene que ver con cumplir ciertas obligaciones religiosas ni con reformar nuestra conducta. Uno no llega a ser estadounidense reformándose, sino simplemente por haber recibido la vida de padres estadounidenses mediante el nacimiento. De la misma manera, no llegamos a ser hijos de Dios al hacer algo, sino al recibir la vida de Dios.
En nuestra vida humana, comiendo y bebiendo continuamos creciendo después de nuestro nacimiento. De la misma manera, al comer a Cristo como alimento espiritual, y al beber al Espíritu como agua de vida, nuestra vida espiritual crecerá. Día tras día mientras comemos y bebemos de Cristo, creceremos en la vida divina. De esta manera seremos un pueblo que ésta lleno de Dios y que finalmente expresará a Dios en su vivir. Este es el significado de la vida cristiana.
Este artículo fue tomado de una serie de mensajes evangélicos dados en 1992 en Moscú y en San Petersburgo, Rusia. Han sido un instrumento eficaz para traer a más de 7,000 personas al conocimiento de Dios, la Biblia y la salvación cristiana.
La serie completa comprende seis artículos que abarcan los temas siguientes: 1) La Biblia, 2) Dios existe, 3) Cristo es Dios, 4) Cristo es Espíritu y vida, 5) La redención y la salvación de Cristo, y 6) El significado de la vida humana.
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Aguas refrescantes 25 de mayo
Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y acabe su obra. Juan 4:34.
Una de las características maravillosas del ministerio espiritual es que refresca al que en él se ejercita. Tomemos, por ejemplo, el incidente de Jesús en la fuente de Sicar. El tenía una sed genuina cuando le pidió de beber a la mujer samaritana, pero ante su preocupación por ella como pecadora necesitada, ignoró su propia condición. En cambio, se ocupó de la conversación que habría de ministrar el agua de vida a su alma.
Luego regresaron sus discípulos, y ante su sorpresa el Señor parecía tan refrescado que comenzaron a preguntarse de dónde había obtenido provisiones para comer. La respuesta evidente fue, por supuesto, que al dar de beber a otro el agua de vida experimentó que su propia sed había sido satisfecha. La vida en el Espíritu, y el ministerio en el Espíritu son siempre así.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
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