COMPARACION ENTRE EL MANA Y EL PRODUCTO DE LA TIERRA
En Deuteronomio vemos que laborar para cultivar y extraer el producto de la tierra es muy diferente a recoger el maná en el desierto. En verdad, la tierra de Canaán fue dada por Dios, lo mismo que la semilla y todo lo necesario para su crecimiento, como por ejemplo, el aire, el sol y la lluvia. No obstante, además de estos elementos gratuitos, el pueblo tenía que laborar. Si no labraban los campos, el Señor no haría nada más. En la tipología, el Señor mismo era la semilla, la luz del sol, la lluvia y aun la fuerza física para que el pueblo sembrara y labrara la tierra. Aún así, se requería que el pueblo cooperara con El. Ellos no podían recoger el producto de la tierra, a menos que cooperaran con el Señor. El producto de la tierra era diferente al maná, ya que éste les caía del cielo. El hombre no tenía que sembrar ni recoger el producto de la tierra en cooperación con Dios, aunque se sobreentiende que para comer el maná había que madrugar y recogerlo. Si alguno era perezoso y se levantaba tarde, ya no hallaba qué recoger. Podría decirse que salir de la tienda en la madrugada era cooperar, pero esta cooperación era mínima en comparación con la labor necesaria para obtener el producto de la tierra, ya que para esto se requería la cooperación del hombre de principio a fin. Dios daba el agua, la luz del sol, el aire y la semilla, pero no laboraba por ellos, ya que esto era lo que le correspondía al pueblo.
Permítanme preguntar: ¿qué es mejor y más elevado: el maná o el producto de la buena tierra de Canaán? Obviamente, el producto de la tierra es superior. ¿En qué aspecto es superior? En primer lugar, el producto de la tierra se puede presentar como ofrenda. El maná descendía del cielo y era bueno a los ojos del hombre, pero Dios no deseaba que se hiciera ninguna ofrenda de maná. El no dijo que se le debía ofrecer maná en el holocausto, ni en la ofrenda mecida, ni en la ofrenda elevada, sino que instó al pueblo a comerlo. El maná sólo sirve para comerse, no está al nivel de presentarse como ofrenda. Por medio de las ofrendas se adora a Dios. El maná es alimento, pero no sirve para adorar. Si deseamos adorar a Dios, debemos traer el producto de la buena tierra de Canaán, pues sólo éste puede usarse para adorar a Dios. No importa cuánto maná comamos, al igual que el pueblo de Israel que comió el maná durante cuarenta años, éste no basta para adorar a Dios. Tenemos que comer del producto de la tierra de Canaán, ya que sólo este producto puede convertirse en adoración para Dios. Por eso decimos que el maná es inferior al producto de la tierra de Canaán.
Pregunto ¿qué comemos hoy: el maná o el producto de la buena tierra? Algunos podrían decir que comen maná, y otros afirmarían que comen ambos. Ambas respuestas son válidas, pero espero que los que comen el maná dejen de hacerlo gradualmente, ya que el maná se comía exclusivamente en el desierto. De modo que comer maná es una clara evidencia de que uno todavía está vagando. ¿En dónde se comía el producto de la buena tierra? En Canaán. Además, la décima porción de la cosecha de la tierra, la mejor porción —que era el primogénito del ganado y de las ovejas, y las primicias del grano—, no se comía en casa, sino que se llevaba al templo y se comía delante de Dios. Esto muestra que el peregrinaje había cesado.
¿Deseamos ser creyentes que comen maná o que comen el producto de la buena tierra? Todos quisiéramos estar en el segundo grupo. Es cierto que el maná es bueno, pero no es suficiente, porque es la dieta de los que vagan por el desierto. Josué 5 nos muestra claramente que el maná dejó de caer del cielo tan pronto como los hijos de Israel entraron en Canaán y comenzaron a comer el producto de la tierra (v. 12). Una vez que uno gusta el producto de la buena tierra, no necesita volver a comer maná, porque ha experimentado algo más profundo y mejor. Desde ese momento uno deja de comer maná. Es cierto que Cristo es el maná, pero es la provisión que Dios nos da mientras estamos en nuestro peregrinaje. Debemos entrar en la buena tierra, cuyos productos son mucho mejores que el maná.
ACEPTAMOS EL QUEBRANTAMIENTO PARA OBTENER UNA RICA COSECHA
Para recoger el maná no tenemos que trabajar, pero para obtener el producto de la tierra de Canaán, sí. Mientras disfrutamos al Señor y le recibimos en nuestro ser, El muchas veces ocasiona circunstancias difíciles y permite dificultades que a la postre redundan en nuestro bien, a fin de que la semilla crezca en nosotros y se reproduzca. Por ejemplo, una hermana cuyo esposo la mortifica continuamente, ora diariamente pidiéndole al Señor que haga que su esposo lo ame a El como ella lo ama. No obstante, cuanto más ora, él menos ama al Señor; cuanto más ella invoca al Señor y ora-lee la Palabra, menos interés muestra el esposo por las cosas de Dios. Antes el esposo iba a dos reuniones por semana, pero ahora no va ni a media. ¿Qué hace uno en ese caso? Todo ello acontece como resultado de que el Señor incita al viento del norte a soplar en nuestra dirección (Cnt. 4:16). En vez de pedirle al Señor que cambie al esposo, pídale más bien que crezca en usted. Dígale: “Señor, quiero estar dispuesta a aceptar lo que Tú estás haciendo. Señor, subyúgame desde mi interior. Haz que me someta a Tu mano y acepte el quebrantamiento”. Más tarde, usted agradecerá y alabará al Señor, ya que por estar dispuesta a ser quebrantada, la vida divina creció en usted.
Usted empieza a aceptar el quebrantamiento que le sobreviene cuando la vida que está en su interior crece un poco hoy, y un poco más al día siguiente. Sin embargo, el tercer día sus hijos tal vez estén del lado de su esposo y la quebranten a usted aún más. ¿Qué debe hacer en tal caso? Una vez más es el viento del norte que sopla para quebrantarla. Aprenda a aceptarlo. ¿Sabía que cuando aceptamos el quebrantamiento e invocamos de nuevo al Señor, el sabor es maravilloso? Cuando invocamos al Señor, El viene, y entonces, tenemos la cosecha. De este modo tenemos un suministro abundante de semilla para sembrar y de pan para comer. Al mismo tiempo, podemos traer a la reunión esa décima parte que es nuestra mejor porción, las primicias de nuestros productos, a fin de comer y disfrutar con los santos. Nuestra adoración consiste en comer así. Esto es lo que falta en el cristianismo y también en nuestro medio, y es esto lo que el Señor desea recobrar. Sin este elemento, es muy difícil que la iglesia madure, que la novia se prepare y que el Señor regrese; por eso es tan decisivo.
Tomado de: “Comer al Señor” Witness Lee
Aguas refrescantes 1º de julio
Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró. Job 1:20.
A pesar de que Dios mismo acababa de declarar que "no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto" (v.
, en el misterio de sus designios Dios permitió que Job fuera privado de todo lo que poseía. En forma casi simultánea habían llegado cuatro mensajeros con la noticia que en el lapso de ese mismo día había perdido todo lo que tenía. ¿Cómo reaccionó? Cayó postrado delante de Dios y le adoró.
Donde hay verdadera adoración no hay lugar para quejas. Había allí un hombre tan enteramente sujeto al Señor que podía inclinarse ante todos sus designios sin vacilación. Dejemos de cuestionar la sabiduría de Dios en sus .tratos para con nosotros y para con nuestros her¬manos, no importa cuán desconcertantes parezcan ser.
Pongamos fin a nuestras solicitudes de explicación y acep¬temos con sencillez el hecho que los pensamientos de El son más altos que los nuestros, y que sus caminos son perfectos.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
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