APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 1 --- Introducción
Viernes --- Leer con oración: Gn 1:2; Job 38:6-7; Is 14:12; Ez 28:13-17
“Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro” (Is 45:18)
EL FRACASO DEL PRIMER MINISTRO
Cuando Dios creó la tierra, no la hizo desordenada y vacía, como se relata en Génesis 1:2. Al crear los cielos y la tierra los hizo hermosos y llenos de luz (Job 38:4-7; Is 45:18). Dios necesitaba tener un ministro para que le sirviera y cooperara con Él en este universo tan perfecto.
En Isaías 14 vemos que fue Lucero el primer ministro a quien Dios le incumbió la tarea de cuidar el universo que había creado. Al principio fue un buen ministro, llamado también, hijo de la mañana (v. 12). El libro del profeta Ezequiel muestra que éste era llamado querubín protector; en la versión en portugués dice que fue ungido, y estaba en el santo monte de Dios. Ser ungido significa que Dios le había dado una comisión para que ejecutara algo; mientras que estar en el santo monte significa que tenía una posición destacada. Él servía en Edén, el huerto de Dios, y había sido equipado con todo tipo de ministerios (representados por las piedras preciosas que lo cubrían). Él era alguien que poseía cualidades y capacidades muy especiales (28:13-14).
En el versículo 15 leemos: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”. Dios le dio una comisión porque era perfecto en todos sus caminos, pues no le habría entregado el gobierno del primer mundo sin antes haberlo calificado para servirle. Debido a sus capacidades, Lucero recibió más dones y por ello llegó a sobresalir de entre los demás.
Pero en el versículo 16 leemos: “A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector”. Esto muestra que su caída fue gradual. En la multitud de sus contrataciones, poco a poco, se fue manifestando su iniquidad; su interior se llenó de iniquidad y pecó.
El motivo que llevó a Lucero a pecar está descrito en el versículo 17: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti”. Lucero era el querubín grande, protector de Edén, pero fue arrojado por tierra por haberse enorgullecido por su hermosura y capacidad. Su error fue dejar que su orgullo lo dominara. Por causa de su esplendor, su sabiduría se corrompió. Dios le había entregado el mundo para que lo gobernara, pero su corazón se enalteció, por eso Dios no lo pudo tolerar más y lo arrojó por tierra.
El orgullo es un problema del alma. Todos nosotros tenemos una naturaleza caída, en la cual existe esta característica que nos hace sentir siempre mejores que los demás. Así que, ese fue el motivo de la caída de Lucero, el primer ministro comisionado por Dios. Que el Señor nos libre de ser dominados por el sentimiento de la autoexaltación.
Punto Clave: Dios necesita de ministros que cooperen con Él.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cómo debemos tratar con el orgullo?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 1 --- Introducción
Sábado --- Leer con oración: Gn 3:5, 7, 9, 21; Is 14:13-14; Jn 1:29; Ro 5:9
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Ro 5:9)
LA JUSTIFICACIÓN QUE VIENE DE DIOS
Isaías 14 describe que Lucero sobresalió de entre los demás ángeles (vs. 13-14), pues se le dieron muchos dones y mucha capacidad. Puesto que era muy dotado, fue cumpliendo sus tareas y recibió de Dios posiciones cada vez más elevadas. Este es un proceso normal, pero hubo un momento en que se exaltó. Dios lo había puesto por encima de los demás ángeles, y lo había constituido como el principal de entre los tres arcángeles. Él debía estar satisfecho, pero no fue así.
En el versículo 14 su orgullo se manifestó: “sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”. Él se convirtió en el principal de los arcángeles, pero por causa de su soberbia se sintió muy capaz y quiso subir aun más.
Cuando ya no podía subir más, Lucero quiso ser igual a Dios. Sin embargo, no recordó que era tan sólo una criatura, y Dios era su Creador. ¿Cómo puede una criatura querer compararse con el Creador? Por causa de su orgullo, Dios lo lanzó por tierra. Esto debe servirnos como advertencia, a fin de que nunca nos enorgullezcamos.
Cuando Adán comió del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal que Eva le ofreció, sus ojos fueron abiertos (Gn 3:7). Por haber adquirido la capacidad de discernir entre el bien y el mal, ambos vieron que estaban desnudos y así no podían agradar a Dios. Al darse cuenta de que la desnudez era algo vergonzoso, relacionado con el pecado, cosieron hojas de higuera e hicieron delantales para sí. Esa fue la manera que encontraron para justificarse, pero, el hombre por sí mismo, no logra cubrir su desnudez.
Cuando oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto, se escondieron de Su presencia. Entonces Dios llamó al hombre, y le dijo: “¿Dónde estás tú?” (v. 9). Adán necesitaba de la presencia de Dios, y Dios también necesitaba de la presencia de Adán. Él sabía que Adán se escondió porque estaba desnudo, por vergüenza de su pecado. Así que, usó unas vestiduras de pieles, probablemente de un cordero, para vestirlos (v. 21). Esto prefigura al Señor Jesús como el Cordero de Dios, que murió por nosotros, derramó Su sangre y nos justificó (Jn 1:29; Ro 5:9)..
Punto Clave: Cristo, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Por qué Dios sustituyó las vestiduras de Adán?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 1 --- Introducción
Domingo --- Leer con oración: Gn 4:2-5, 8; 8:21; Sal 23:2; 1 Co 5:6; He 9:22; 11:4
“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella” (He 11:4)
SERVIR SEGÚN LA DETERMINACIÓN DE DIOS
Después de haber sido expulsados del huerto, Adán y Eva tuvieron dos hijos. El menor, Abel, comenzó a criar ovejas, y el mayor, Caín, fue labrador (Gn 4:2).
Sucedió que al cabo de algún tiempo, ambos llevaron ofrendas al Señor. Abel probablemente se dio cuenta, por el testimonio de sus padres, que sin derramamiento de sangre no se hace remisión (He 9:22), por eso ofreció de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Caín, por su parte, trajo del fruto de la tierra una ofrenda al Señor.
Sabemos que Dios se agradó de Abel y de su ofrenda, mientras que de Caín y de su ofrenda no se agradó (Gn 4:4-5). Veamos por qué fue aceptada la ofrenda de Abel.
Para ofrecer una oveja, primero tenía que haber derramamiento de sangre; después existía la necesidad de quitar su piel; finalmente sacar la grosura y quemarla. La sangre derramada es para solucionar el problema de nuestros pecados. La piel representa a Cristo como nuestra cobertura para la justificación. Y la grosura, al ser quemada, produce humo que sube a Dios como un olor grato (8:21a), esto simboliza que Dios nos reconcilió Consigo mismo. Fue por eso que Dios se agradó de la ofrenda de Abel (4:4).
A diferencia de Abel, Caín era un labrador de la tierra (v. 3). Un labrador trabaja la tierra incluso antes de que el sol salga, y continúa trabajando a pleno sol. Caín escogió ese camino y ofreció del fruto de su trabajo a Dios, por pensar que Él seguramente lo aceptaría. Esa es la manera de pensar del hombre natural. Todos los hombres quieren servir a Dios y hacerlo de la mejor manera, sin embargo, si no viven en el espíritu, Dios no aceptará su ofrenda, como tampoco aceptó la de Caín (v. 5).
El servicio de Abel, que pastoreaba ovejas, era más tranquilo. Él no necesitaba despertarse muy temprano, porque las ovejas no pueden comer el pasto húmedo por el rocío, puesto que eso les provocaría una indigestión. Abel debía esperar que el sol saliera y secara el pasto. Este no es un trabajo arduo, pues un pastor de ovejas no necesita cortar el forraje ni llevar agua a las ovejas. El salmo 23 dice que el pastor lleva a las ovejas a lugares de delicados pastos y después las deja descansar junto a las aguas (v. 2). El pastor de ovejas no necesita hacer nada, sino que se queda sentado esperando y disfrutando a Dios.
Al ver a su hermano, Caín debió haber imaginado: “Yo estoy sudando al sol y tú descansas”, y posiblemente debió haber concluido: “Mi hermano vive muy tranquilo, mientras que yo trabajo arduamente. Seguramente Dios se va a agradar de mí y del sudor de mi trabajo”. Caín no entendía que Dios desea que el hombre Le sirva según Su determinación.
Abel fue aceptado porque ofreció según la determinación de Dios. Él criaba ovejas sólo para ofrecer la grosura, la parte más rica de la oveja a Dios. Su ofrenda tenía la sangre, la piel y la grosura, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas (He 11:4).
Entonces, Caín se quedó insatisfecho porque Dios aceptó la ofrenda de Abel y no aceptó la suya (Gn 4:5). Él no entendía por qué no podía agradar a Dios con su labor, y su hermano, que tenía una vida más tranquila, podía hacerlo. Esto produjo una insatisfacción en contra de Dios. Como resultado de servirle en la vida del alma, Caín se ensañó en gran manera, y su semblante decayó, pues no comprendía cómo el fruto de su esfuerzo no había sido aceptado por Dios. Además de la insatisfacción, tuvo celos de su hermano y por eso lo mató (v.
. Esta es la historia de todos aquellos que viven en la vida del alma.
Cuando el hombre tiene alguna insatisfacción, la cual, si no es controlada, ciertamente crecerá. En la iglesia, muchas veces usted es ayudado por los hermanos y a veces un hermano lo corrige y le muestra lo que no es adecuado en usted. Si es una persona que está acostumbrada a vivir por la vida del alma, en vez de aceptar esa ayuda como beneficio, comenzará a argumentar, a justificarse y a quedarse insatisfecho. Este es el resultado de vivir en la vida del alma. Si no trata con esa insatisfacción, ésta se desarrollará y, como la levadura puesta en la harina, leudará todo (1 Co 5:6).
Que el Señor nos guarde del orgullo, de la insatisfacción y de servirle según nuestra propia manera y opinión. Seamos sencilos como Abel y sirvamos a Dios según lo que Él determinó. ¡Amén!
Punto Clave: Servir a Dios según Su determinación.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué lección aprendemos del servicio de Caín y de Abel?